Una tumba en el Mediterráneo
José Luis Fraile
Numerosos países africanos son desde hace demasiado tiempo una bomba que mantiene en tensión no sólo esa zona, sino también a los grandes bloques mundiales, que ven con preocupación cómo se extiende la desestabilización, con terrorismo, conflictos bélicos, enfrentamientos étnicos, avance del Estado Islámico, aumento del número de refugiados, hambruna y desesperación... y millones de personas desplazadas en condiciones infrahumanas.
Una bomba en ignición de la que se habla, pero que no se ha decidido desactivar mediante un acuerdo global y un apoyo que sólo puede venir de los más fuertes. "Todos somos conscientes de que la sangría hay que pararla de alguna manera, pero los Gobiernos no están por la labor de dar más medios", afirma una fuente diplomática.
No es extraño que decenas de miles de africanos quieran huir y buscar el paraíso prometido en tierras europeas, aunque para ello tengan que pagar a las mafias y apiñarse en unos pesqueros sin medios de navegación, que en ocasiones acabarán en el fondo del Mediterráneo, convirtiendo este mar en una tumba. En lo que va de año, a pesar de los esfuerzos de rescate, son ya 1.500 los muertos, tras la tragedia de ayer entre las costas de Libia e Italia. Los expertos aseguran que, de no adoptarse medidas contundentes, se podría llegar a las 20.000 desapariciones este año.
Lo que ya se define como el mayor desastre en la zona probablemente avivará los llamamientos para una respuesta de Europa, después de las duras críticas que ha recibido la operación Tritón. Mario Renzi pide una reunión de los líderes de la UE para dar respuesta. Los ministros de Exteriores hablan hoy en Luxemburgo, pero está por ver que sean sensibles a las palabras del propio líder italiano: "En el Mediterráneo a diario vemos el dolor de tantos hombres, generaciones enteras que mueren en una era de comunicación global. ¿Cómo permanecer insensibles cuando asistimos sistemáticamente a una tragedia?"