Inventor de sí mismo
Joaquín Leguina
He de confesar que soy coleccionista de impostores, por eso me atreveré a presentarles mi último descubrimiento. Se lo debo a Roger Bartra (Letras Libres. Abril 2015). Se trata de un mentiroso añejo, pues sus trapacerías ocurrieron en el Londres del siglo XVIII. Este pájaro tomó prestado su nombre de un rey asirio que menciona la Biblia (Reyes 17:3), Psalmanazar, y llegó a la capital inglesa hablando un lenguaje incomprensible y afirmando que provenía de la isla de Formosa (Taiwán). Además, contaba una historia sobre canibalismo de niños en su isla natal.
En la Inglaterra de entonces se desconocía lo que pudiera ser la sociedad asentada en la gran isla oriental y eso le permitió al embaucador dar rienda suelta a su cargada imaginación. Todo lo cual despertó singular interés, sobre todo tras la publicación de su libro (Descripción).
Pese a ser rubio y de aspecto occidental, el embaucador atrajo la atención de la Royal Academy y también del Samuel Johnson. Este rubicundo joven, aparte de inventarse su propio personaje, escribió el citado libro acerca de un lugar que nunca había pisado. Patrañas todas ellas que duraron decenios. La mitad del libro se ocupa del camino teológico que le llevó a convertirse al anglicanismo y la otra mitad a describir con pelos y señales una sociedad cruel pero civilizada, compleja y estratificada, dotada de legislación y una sólida estructura teocrática. Era aquel un mundo más parecido al imperio azteca que a las tribus salvajes.
El libro supone, además, que Formosa estaba sometida al imperio japonés (y no a China). La religión era monoteísta y su dios, que exige sacrificios humanos, asume la apariencia de diferentes bestias. Hay allí, también, una casta de sacerdotes-sacrificadores encargada de cortar el cuello a miles de niños y extraerles el corazón para quemarlo en honor del dios. Nunca se supo el nombre del impostor, pero en 1764 confesó ser un embaucador. Se ve que, en el siglo XVIII, había gente p'a tó.