Sí que persisten los problemas económicos
Miguel Ángel Bernal Alonso
En Venezuela ya no se publica el IPC. De esta forma la tremenda inflación de un país que, por sus características estaría llamado a ser la economía más floreciente de Iberoamérica, ha dejado de ser un inmenso problema estadístico.
Pero no por no publicar los datos la inflación venezolana, que amenaza con hiperinflación, deja de ser un problema para los ciudadanos. El no calcularlo, publicarlo o negar la mayor no erradica el problema y ni si quiera lo oculta. En algunos países la clase política, o parte de ella, supone que sus ciudadanos son imbéciles, pues basta con no publicar los datos para creer que a partir de ahí el problema desaparece.
No se asombren: ocultar datos verdaderos y auténticos no es una novedad. Hace muchos años un tal Galileo Galilei (seguro que les suena) ante el Santo Oficio, y para conservar su vida, dijo aquello de: "Eppur si muove" -en mi querido castellano: "sin embargo se mueve-." Y aunque lo negó públicamente, apurado por las circunstancias, efectivamente la tierra se movía, aquello era real y Galileo lo sabía perfectamente. Claro que en democracia, democracia real, llega el examen de la urnas y algunos políticos descubren que los ciudadanos no son idiotas. Ven cómo sus cuotas de votos caen y aquellos que se llaman partidos tradicionales, a pesar de la ley d´Hont, sufren varapalos en las urnas frente a los reformistas. No hay que ir a un régimen tan vil y rastrero como el de Venezuela: aquí en nuestra querida y sufrida España, de acuerdo a las informaciones de este diario, nuestro país llevará a cabo una propuesta a la Unión Europea para que paro y déficit público dejen de ser variables macroeconómicas a contemplar en los desequilibrios económicos.
Pero, por favor: ambas no son variables que haya que vigilar sólo por el interés de controlar desequilibrios; en cualquier cuadro macroeconómico son de las primeras variables y más relevantes que evaluar. Son precisamente el paro y el déficit público, además de otras tremendos problemas económicos y desigualdades sociales, los factores que han agudizado crisis; son los que mejor demuestran hasta qué punto nuestra economía debe ser reformada; los que nos indican que los órganos políticos deben ser capaces de asumir y reconocer los problemas, para así solucionarlos.
Paro y déficit son desequilibrios tremendos, algo que solucionar y a la mayor rapidez posible, aunque no sean los únicos problemas. Pero, claro, algunos pensarán que si estos dos problemas los quitamos de las variables que Europa controla, nos dirán que estamos entre las regiones más ejemplares y además saldremos perfectos en la foto.
A pesar de que parece que el empleo ya no es relevante, alguien siempre dirá: eppur si muove, pues seguiremos estando a la cabeza del desempleo europeo, con un 23,70 por ciento, solo superados por Grecia. El desempleo es lo que le preocupa a la gente de la calle, el auténtico problema y máximo drama de este país. Aunque parece ser que ya no es un problema a vigilar. Por favor, ¡cómo no va ser problemático un país con un 23,70 por ciento de paro!; ¡cómo no va a ser una variable básica a corregir y a vigilar! Es que en España no existe un problema general con el paro, sino uno particular con los parados de larga duración, con la incapacidad de incorporar a las personas mayores de 45 años a nuestro mercado laboral cuando llevan más de dos años sin trabajar.
Cómo es posible que continuemos sin abordar el enorme problema de nuestra generación joven y su tremenda tasa de desempleo. Probablemente si reconocemos que tenemos un problema, comenzaremos a plantear el contrato único en el mercado laboral. Pero, de momento, nadie ha planteado una reforma para que nuestros jóvenes puedan incorporarse al mercado laboral lo antes posible y por supuesto con un perfil de conocimientos suficiente en el terreno cultural y ocupacional para mejorar la competitividad de nuestros trabajadores.
Mientras tanto, seguiremos multiplicando por tres la deuda pública; continuaremos teniendo un problema de déficit público; las autonomías seguirán siendo un bolsillo con agujeros por todas partes; no tendremos en orden las finanzas públicas; seguirán los políticos locales (véase Extremadura este año) gastando sin sentido, etc. ¿Es que el déficit público primario en España, el que no tiene en cuenta los intereses, ya no es un problema? ¿Qué ocurrirá cuando los tipos de interés suban y nosotros no hayamos sido capaces de disminuir el enorme préstamo de la deuda pública?
Pero hay más desigualdades: por ejemplo, el sector exterior. En España no se ha cambiado el modelo económico pues en cuanto la demanda privada ha tirado, el crecimiento de las importaciones ha sido enorme y por supuesto, se ha ido comiendo el aumento de nuestras exportaciones, todo ello con un petróleo a la baja. Hay que promocionar e invertir en I+D, fabricar productos de calidad que nuestros ciudadanos demandan y aquí no se hacen.
Fíjense en el mercado laboral y en el nuevo modelo económico, especialmente para las futuras generaciones; se llama modelo productivo y de Estado. De una vez llevemos a cabo una profunda reforma de ambos, no pensando en dar de comer a corto plazo a clientelismos partidistas, sino a quien se deben los partidos políticos: a la sociedad española, a los ciudadanos, a los votantes.
Quizá habría que hacer algunas preguntas a los actuales regidores políticos, así como a otros partidos que aspiran a gobernar o ser muñidores de la gobernabilidad. ¿Son capaces de doblegar estas y otras desigualdades? ¿Saben lo que hay que hacer? ¿Tienen auténtica voluntad de reformar y solucionar los problemas de nuestros ciudadanos o prefieren maquillarlos? No ninguneen a los votantes, no mientan, no oculten, pues: sin embargo se mueve.