De Syriza a Podemos: el 'efecto espejo'
- El 'efecto espejo' provoca que los logros de Tsipras los capitalice Iglesias
Antonio Papell
La génesis de la organización griega Syriza y de la española Podemos son bien distintas. Aquélla, acrónimo de Coalición de Izquierda Radical, es el desenlace de un proceso de convergencia de la izquierda helena que comenzó a tener protagonismo con ese nombre en las legislativas de 2004. Con 71 escaños en una cámara de 300, fue el principal partido de la oposición en la anterior legislatura iniciada en 2012, y se convirtió en el partido más votado en las elecciones europeas del pasado mayo.
En las elecciones generales del mes pasado, consiguió hacerse con el Gobierno tras una alianza con Griegos Independientes, una pequeña formación nacionalista y conservadora. Tras su victoria electoral, está tratando de renegociar con las instituciones europeas una salida del rescate más suave que la planeada, que incluye los sacrificios propios de un plan de estabilización, que en el caso griego ha sido particularmente atroz para la sociedad civil del país.
Podemos, por su parte, es una organización construida por expertos en ciencia política que vieron la oportunidad de vertebrar el movimiento espontáneo de indignación contra la crisis que empezó a tomar las calles de este país desde 2011 y se pusieron manos a la obra. El 15-M ha terminado siendo Podemos, un partido fundado en enero de 2014, organizado por métodos asamblearios, que ya fue la cuarta fuerza más votada en las elecciones europeas de mayo pasado, con 1,2 millones de sufragios y cinco escaños.
Podemos ha basado su discurso en la condena de las políticas de austeridad a ultranza, en la crítica a la laminación del Estado de bienestar y en la revulsión del actual statu quo mediante una renegociación de la deuda -primero fue la negativa a reconocerla y a pagarla-. Otras propuestas son la renta básica universal, la elevación del salario mínimo, la imposición de un salario máximo, la "democratización de la dirección de las entidades bancarias", la "recuperación del control público de los sectores estratégicos de la economía"...
El efecto espejo
Sea como sea, Podemos y Syriza han confraternizado, han manifestado su coincidencia y su complicidad, y es por lo tanto claro que las políticas de Syriza son un referente para las políticas de Podemos. No, evidentemente, en su concreción particular, sí en lo tocante a la tónica ideológica en general y a la concepción del vínculo europeo, así como en el respeto a la literalidad y al espíritu de los tratados.
Ello explica que el comportamiento de los socios europeos con Syriza no sólo afecte a Grecia, sino también a los países que, como España, salen de una profunda crisis y disponen de organizaciones políticas semejantes, populistas y dispuestas a explorar la vía de la disidencia y la protesta frente a las políticas comunitarias, a los pactos internos de la Eurozona y a las convenciones de política monetaria sobre las que se sustenta la moneda única. Es lo que ha dado en llamarse el efecto espejo: los logros de Tsipras serán capitalizados de inmediato por Pablo Iglesias.
Esta es la razón -adicional- por la que es imposible que los griegos consigan un trato singular en Bruselas o en Fráncfort, una reducción del principal de la deuda o la autorización para suavizar las políticas de ajuste. Si, por ejemplo, Tsipras lograse elevar el salario mínimo a 751 euros como prometió en su campaña electoral, Rajoy, que lo mantiene en 649 euros, quedaría en ridículo. Asimismo, el argumento de que España aportó a Grecia 26.000 millones de euros, concede al Gobierno español autoridad para cerrar el paso a cualquier veleidad.
La teoría, que no se enuncia en Bruselas por demasiado dura pero que sobrevuela el contencioso, es ésta: o Grecia cumple con su palabra y con los tratados, en cuyo caso será ayudada y acompañada hasta el fin definitivo de la crisis, o se marcha del euro, en cuyo caso quedará arruinada, con una deuda que no podrá afrontar, y sin posibilidad material de financiarse. "Si recibe la solidaridad, habrá de cumplir los compromisos", ha dicho literalmente Rajoy en Bruselas en un rapto de franqueza que no deja lugar a dudas.
El aventurerismo de una opción radical habría conducido en definitiva a Grecia a un callejón sin salida. De hecho, lo que se negociará ahora en Bruselas ya no son las condiciones del rescate, sino la manera de edulcorar esa inflexibilidad para que el Gobierno de Tsipras pueda salvar la cara, siquiera en parte, en su propio país.
Y los españoles ya saben, pues, a qué atenerse: gobierne quien gobierne en España, la pertenencia europea es la misma y las reglas de juego también.