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En torno a la renta básica universal

  • Podemos puede atraer con su medida a los sectores más marginados


Una de las propuestas clave del todavía balbuciente programa económico de Podemos es la de la renta básica universal (RB), que no es original, pero que ha sido traída oportunamente al debate público porque, como es natural, resulta llamativa y atractiva en un país todavía en crisis social con un número insoportablemente alto de parados y unas secuelas muy marcadas en términos de desigualdad.

La renta básica, a diferencia de otras instituciones semejantes, es el derecho de todo ciudadano y residente acreditado a percibir del Estado una renta periódica que cubra, al menos, las necesidades vitales sin que por ello deba contraprestación alguna. La idea tiene cierta tradición, y en este país ha sido sobre todo impulsada por el economista catalán Daniel Raventós, profesor de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona y en la actualidad presidente de la asociación Red Renta Básica: este teórico defiende la idea de que cualquier ciudadano, por el hecho de serlo, tiene todo derecho a percibir "una asignación monetaria incondicional" durante toda su vida.

En enero de este año, bastante antes de la irrupción de Podemos en las elecciones europeas de mayo, tuvo lugar en San Sebastián un simposium sobre la renta básica que pasó inadvertido para la prensa tradicional, pero que tuvo considerable eco en los medios alternativos. Raventós explicó que la renta básica "es una opción a tener muy en cuenta en el futuro como alternativa a las actuales políticas neoliberales que nos han conducido a la crisis". Suiza, por cierto, someterá a referéndum la instauración de una renta básica.

Calado ideológico

La iniciativa, que tiene un evidente calado ideológico ya que atribuye al Estado un eminente papel intervencionista, compite con otras semejantes de diferente alcance como la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC) o el impuesto negativo. La RGB es una prestación social que concede el Estado a quienes no tengan otras fuentes de ingresos para evitar la exclusión social; está establecida en diversas comunidades autónomas españolas; así, la de Castilla León la define de la sigiente manera: "la Renta Garantizada de Ciudadanía se configura como una prestación social y familiar, de naturaleza económica y percepción periódica, cuya finalidad es atender las necesidades básicas de subsistencia y promover la integración de quienes se encuentren en situación de exclusión social".

El impuesto negativo sobre la renta, ideado en el siglo XIX pero reactivado por Milton Friedman en 1962 (y posteriormente por James Tobin), establece que el Estado dé recursos a los contribuyentes cuya renta permanezca por debajo de determinado umbral. La RGC es un valioso instrumento de redistribución social y el impuesto negativo tiene interés teórico por cuanto sustituye el salario mínimo, que distorsiona el mercado laboral, y hace innecesarios determinados servicios sociales, con el consiguiente ahorro de burocracia.

Quien frecuente Internet, verá que la Renta Básica Universal suscita gran interés, pero no hay que darle muchas vueltas para entender que estamos en presencia de una propuesta utópica, no tanto por irrealizable cuanto porque nos conduciría a un modelo socioeconómico original, sin parangón, alejado del ámbito occidental. Si ciertas propuestas tendentes a la nivelación social y a combatir la exclusión caben perfectamente en el capitalismo social, la RB nos llevaría a un colectivismo excéntrico y con un sector público desmesurado.

Difícil materialización

Como se ha dicho, ésta es una de las ideas medulares de este movimiento recién aparecido capitaneado por Pablo Iglesias, que se aprovecha legítimamente de la distancia abierta entre las elites de los grandes partidos y las bases electorales para ofertar sus propuestas singulares, de difícil materialización económica. Con ofertas de esta índole, que supondrían la sustitución del actual sistema socioeconómico por otro nuevo y que nos apartarían de los cánones europeos, Podemos'puede atraer a sectores marginados que, legítimamente, repudian el vigente statu quo que los ha arrojado a las tinieblas exteriores.

La irrupción de estas terceras vías es saludable porque, al conmocionar el panorama político, forzará una ineludible renovación, pegada al terreno y atenta a las demandas sociales, pero conviene que antes de lanzarnos a apoyar con el voto aventuras seudorrevolucionarias, tengamos la certeza de que lo que se nos ofrece no supondrá la destrucción de lo actual sin que haya planos veraces para construir acto seguido el edificio habitable de la modernidad.

Antonio Papell, periodista