Firmas

Ante la deflación, tiemble



    Hay causalidades en la vida que siempre me asombran. Conocíamos que en Japón la inflación del mes de febrero interanual era del 1,5%. Las llamadas medidas abenomics, un increíble programa anti-austeridad, parecen comenzar a dar sus frutos, pero lejos de conformarse no avanzan que van a continuar hasta que los precios no lleguen a una tasa del 2%.

    Parece que los nipones tienen claro que la deflación sí es un problema, por estos lares algunos creen ver aspectos positivos. Simultáneamente en España se publicaba el IPC estimado del mes de marzo, -0,2%. No, no estamos todavía en deflación, pero existe un riesgo de caer en la misma. Mi opinión es que estamos en desinflación o una tasa de variación de precios muy baja o nula. Para estar en deflación necesitaríamos una caída continuada y sostenida del precio de la "cesta de la compra". Según permanecemos en desinflación la posibilidad de la deflación aumenta.

    Dentro del ámbito económico se ha abierto una especie de diálogo sobre si la deflación es beneficiosa. Ni el Banco de España, ni el Banco Central Europeo, ni yo compartimos esa idea. Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, tampoco. Cierto que el ortodoxo alemán, lo enfoca hacia la apreciación del euro, pero el mimo decía: "una apreciación del euro podría cambiar el panorama de la inflación".

    El cambio de postura es muy reseñable pues después de exigir la esterilización de la compra de deuda pública por el BCE sorprende que ahora hable de medidas ortodoxas: caída de tipos de interés, incluso negativos y de medidas cuantitativas. Tampoco nos equivoquemos, no van a ser medidas abenomics, pero el cambio es sustancial. Veremos las próximas decisiones que toma la autoridad monetaria ante lo que ya es cada vez más un posible problema: la entrada en la deflación.

    Ahora me centraré en por qué es un problema desde su punto de partida y en su desarrollo posterior. La actual crisis se fraguó por un explosivo aumento del crédito, el cual se vio ampliado por un aumento de los déficit públicos que han elevado la Deuda Pública, en nuestro caso, hasta prácticamente el 100% del PIB.

    Aquí está la primera y gran complicación, si el déficit es un problema y la deuda ya está a niveles peligrosos, la deflación aumenta y amplifica el mismo. Generar una cierta inflación es una medida que atenúa el pago de la deuda. El aumento de la deuda se genera principalmente por el denominado déficit primario o aquel que excluye el efecto de los intereses, aumenta por los intereses de la deuda y se suaviza a través del crecimiento y el IPC.

    Sin un respiro

    Por tanto, un IPC negativo agudiza el problema de la deuda pública. Recientemente las agencias de rating nos han dado un respiro en su calificación, pero si la deflación se consolida el efecto momentáneo podría nuevamente disparar las primas de riesgo, algo que incrementa la factura de los intereses, y se materializa en que más de la mitad del presupuesto de este año es para pagar intereses, no para prestaciones o gastos corrientes del Estado. La deflación traería un complicado panorama en el espinoso tema de la ratio deuda pública sobre el PIB.

    Algunos quieren ver un posible aspecto positivo, argumentan que una caída del precio de nuestros productos nos permite vender fuera. Dicha apreciación sería correcta si no olvidaran que en un mercado de libre competencia el consumidor compara precios. Es decir, el efecto sería positivo siempre en aquellos mercados donde compiten nuestros productos el resto de los países mantuvieran sus precios o los incrementaran.

    Pero precisamente esto último no se produce porque España exporta principalmente a Europa y el área euro registra una inflación muy baja. No es extrapolable esta deflación que comentamos con la deflación tecnológica, el abaratamiento de producción por una mayor eficiencia y avance. El BCE debe hacer frente a esta situación y evitar que la deflación se materialice. Si el objetivo de precios es de una variación positiva del 2%, debe actuar con la misma firmeza con la que lo haría si los precios estuvieran por encima. No se puede seguir dilatando la adopción de medidas, la crisis y sus efectos se ha minimizado porque no se partió del análisis apropiado: la deflación o recesión de balances. Al igual que en Japón en su momento, la crisis económica se sobre infravaloró y se potenciaron las medidas de austeridad que condujeron a la temida deflación. Ahora que Japón parece poner rumbo en la dirección adecuada, Europa debe corregir su rumbo.

    Miguel A. Bernal Alonso. Profesor y coordinador del dpto. de investigación.