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El "baile de los vampiros" sobre el cadáver del empleo



    Estado y Comunidades Autónomas muestran una voracidad fiscal difícilmente asumible por empresarios y autónomos.

    La obsesión enfermiza del Gobierno por alcanzar la consolidación fiscal casi exclusivamente por la vía del aumento de la recaudación ha aumentado la presión fiscal sobre las empresas, autónomos y asalariados hasta límites difícilmente sostenibles, por encima de los países de nuestro entorno e incompatibles con los esfuerzos por mejorar la competitividad y la creación de empleo.

    Una política fiscal la del tándem Rajoy-Montoro rayana en lo confiscatorio y que penaliza el trabajo, el emprendimiento y la creación de empleo, mientras promueve amnistías fiscales para los delincuentes y los grandes defraudadores, no se atreve con las grandes fortunas y deja en un mero coitus interruptus la lucha contra el fraude y la economía sumergida, que los últimos informes de los técnicos de Hacienda elevan ya hasta el 25 por ciento del PIB, o lo que es lo mismo más 250.000 millones anuales

    Porque, en contra del alivio fiscal a las empresas a cambio de crear puestos de trabajo que acaba de anunciar el socialista Hollande en Francia, aquí los 'liberales' del Partido Popular no sólo eliminan la exención de cotizar por las retribuciones en especie, sino que han subido un 5 por ciento las cotizaciones a primeros de año, han suprimido importantes deducciones en el Impuesto sobre Sociedades y planean eliminarlas todas, o casi, en la reforma fiscal que nos preparan. Y esto sin bajar los tipos, que son los cuartos más altos de la Unión Europea, en otro flagrante incumplimiento de su programa electoral que, por cierto, incluía también una rebaja de un punto en las cotizaciones a la Seguridad Social.

    Voracidad fiscal que no es sólo del Estado. También las comunidades autónomas se suman a este "baile de los vampiros" con más de un centenar de impuestos autonómicos que, bajo el paraguas medioambiental, buscan sólo aumentar los ingresos para mantener unas administraciones elefantiásicas y un séquito de asesores y políticos de segunda división tan innecesarios como inútiles, mientras riegan su aquelarre con la sangre de la libertad de mercado y la inseguridad jurídica.