"Una inteligencia artificial a la europea"
- "El mundo necesita una inteligencia artificial respetuosa con la dignidad de las personas"
Alberto Horcajo
La inteligencia artificial (IA) es el motor del imparable crecimiento de los intercambios de datos entre personas, personas y máquinas y máquinas entre sí. Alrededor de este concepto se plantean múltiples cuestiones, de orden técnico, económico e incluso ético que están alimentando un debate sobre la centralidad del ser humano en el nuevo orden del conocimiento, tal vez avanzando en lo que José María Lassalle ha calificado de "humanismo tecnológico".
La inteligencia artificial se contrapone a la inteligencia natural o intuición, propia de los seres humanos. Según la definición de Kaplan y Heinlein, la IA es "la capacidad de un sistema de interpretar correctamente información externa, aprender de la misma y de usar tal aprendizaje para ejecutar ciertas tareas y obtener ciertos resultados, mediante un proceso flexible de adaptación". El célebre matemático Alan Turing, fue un precursor de la IA en la década de los 40 del siglo pasado mediante el desarrollo del concepto de neuronas artificiales, que trata de replicar los procesos lógicos del cerebro humano, si bien formalmente el término fue empleado por primera vez en 1956 por el profesor John McCarthy, quien impulsó el desarrollo del lenguaje de programación propio de la IA, LISP, con la secuencia "si", "entonces", "por lo tanto", que seguimos viendo reflejado en los resultados del análisis masivo de datos, con creciente precisión, dentro de lo que de otro modo podría llegar a intuirse mediante la asociación de una fracción de los datos basada en la experiencia. No en balde, como escribió Rob MacDonald, la IA es el descubrimiento de patrones predominante de correlaciones.
La IA es un peldaño en la escalera de la emulación del raciocinio humano con resultados superlativos que han descrito Zikopoulos y Thomas, pues ninguna persona puede almacenar tanta información ni procesar tan rápidamente como lo hace el ordenador más rudimentario capaz de aprender y resolver problemas, mediante la percepción, el procesamiento de lenguaje natural y el movimiento y manipulación de objetos. Impera en la IA un principio de orden, de tal manera que cualquier aproximación al respecto exige una arquitectura de la información, sólida, coherente y expansiva; con datos unificados, aunque estén dispersos pero clasificados para facilitar su análisis, resultando en información obtenida de forma sencilla y accesible, que permita el enriquecimiento y la extrapolación de los mismos datos con fiabilidad y transparencia. La IA ayuda a la creación de procesos y flujos de toma de decisiones inteligentes. Adicionalmente, la confluencia de sistemas cognitivos robustos, consistentes y dinámicos, con la conectividad ultra rápida asociada al 5G puede abrir oportunidades inéditas de mejora de la productividad vinculada a dispositivos conectados entre sí en Internet, sin más intervención humana que la requerida para su programación y control, exigencia de una IA fiable, según el emergente canon europeo y a caballo de la propuesta de mejora del capital humano e incremento del capital tecnológico realizada por el Gobernador del Banco de España en su intervención ante la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica de España el 23 de Junio pasado.
No obstante tratarse de un fenómeno global y unitario, estamos asistiendo al surgimiento de una IA "made in Europe", como la describe el documento "Directrices éticas para una IA" del grupo de expertos de alto nivel promovido por la Comisión Europea en 2018, presidido por el finlandés Pekka Ala-Pietilä. Como ocurre con el reglamento general europeo de protección de datos de 2016, se trata de una orientación concreta de la IA en aspectos que deben sustentar y a la vez superar el marco técnico de su diseño, desarrollo y evolución, en lo que son más bien los titanes de Internet norteamericanos los que lideran con logros concretos, que se nutren en parte de los antecedentes académicos a que me he referido y que muestran la intensa y fructífera colaboración entre empresas y centros de investigación, especialmente en los Estados Unidos. Las referidas directrices éticas de la UE para la inteligencia artificial exigen que esta cumpla y respete las leyes, se inspire en principios y valores inequívocamente correctos para el bienestar de los individuos y la convivencia pacífica entre los mismos y sea desde el punto de vista técnico objetivamente robusta.
Tal vez la vertiente ética, que se concreta en el respeto a la autonomía humana, la prevención del daño y la equidad y no discriminacion entre usuarios, beneficiarios y afectados en sus derechos fundamentales por sistemas de IA, sea el rasgo distintivo de esa reflexión de los expertos europeos. Adicionalmente, la comunicación del empleo de tales sistemas a quienes puedan acceder o recurrir a los mismos, mediando o no su conocimiento, se plantea como un imperativo ético básico, que debe vincularse a la trazabilidad del uso de los sistemas de IA y a la auditabilidad de sus procesos de diseño, obtención, etiquetado y clasificación de los datos y algoritmos, es decir a una auténtica verificación de la fiabilidad de los sistemas de IA que debe propiciar su extensión y mejora. El Libro Blanco de la Comisión Europea sobre la inteligencia artificial, publicado el 19 de Febrero de 2020 con el subtítulo "un enfoque de excelencia y confianza", prevé una "lista de evaluación" del cumplimiento incontestable de siete requisitos genéricos de los sistemas de IA, ya formulada por los expertos y que de hecho ha sido probada en 350 organizaciones, dando cierta concreción a los requisitos de fiabilidad de los sistemas de IA: acción y supervisión humana; solidez técnica y seguridad; gestión de la privacidad de datos (conforme al RGPD de la UE); transparencia frente a usuarios, agentes y proveedores de información; diversidad, no discriminacion y equidad; contribución al bienestar ambiental y social y, finalmente, rendición de cuentas, lo que requiere la creación y verificación de registros de información, uso e impactos.
"Es incuestionable que la Inteligencia Artificial demanda un tratamiento homogéneo si no único a escala planetaria"
Más allá de consideraciones éticas, ciertamente las de mayor trascendencia, es incuestionable que la IA demanda un tratamiento homogéneo si no único a escala planetaria. En función del lugar donde se almacena la mayor parte de los datos que procesan, analizan y tratan las empresas que cuentan sus usuarios o visitantes en Internet en cientos de millones, con una densidad mayor de centros de proceso de datos y que cuentan con los ordenadores más potentes, Europa esta muy por detrás de la escala de Estados Unidos y China, como reconoce el Libro Blanco, siendo que los avances en precisión, utilidad y eficiencia del tratamiento de los datos no se están consiguiendo en Europa, donde todavía albergamos la expectativa, a mi juicio tardía y probablemente innecesaria, de implantar una nube pública comunitaria, "Gaia-X", aún atascada en los ministerios de Berlín y Paris.
Incuestionablemente, es mucho lo que el público espera de la IA, especialmente en un entorno de aparente vulnerabilidad global frente a la pandemia y a situaciones que pueden amenazar la seguridad y salud de poblaciones enteras.
La aplicación con éxito de la IA a la identificación, depuración y enriquecimiento de patrones de información para la resolución de problemas o necesidades servirá a mantener el interés y la inversión en sistemas mejores y más potentes. El desafío es no propiciar el incumplimiento de expectativas por hacer estas últimas difícilmente alcanzables. Eso puede estar ocurriendo en cierta medida con la visión ampliamente compartida del vehículo autónomo, cuya homologación y eventual comercialización carece sin embargo de un horizonte temporal definido. Desde 1973, con el informe "Lighthill" del Consejo de Investigación Científica del Reino Unido, se han sucedido las opiniones más pesimistas en relación con los beneficios de la IA, derivando en lo que se han venido a llamar los "inviernos de la IA", períodos de estancamiento tecnológico por falta de financiación, como describe "The Economist" en la separata Technology Quarterly sobre IA del 13 de Junio pasado, que reconoce que la "escalera de la IA" es más empinada de lo esperado, anticipando quizás la cercanía de un Otoño para esta prometedora tecnología, para la que la mitad de los expertos en la misma esperan que supere sus expectativas a partir de 2066, con un avance gradual, a lo largo de una época en la que la que la posible sustitución de la mano de obra humana por las máquinas encontrará enormes obstáculos, sociales y políticos. No obstante, solo se avanza con la experimentación, cada vez más estricta en sus esquemas y objetivos. Europa y el resto del mundo necesitan una IA que sirva a una sociedad más libre y más próspera, a la luz de una visión respetuosa de la dignidad de las personas.
Alberto Horcajo es coFundador de Red Colmena