Evasión
Ni San Ginés ni Chocolatería 1902: el desayuno más original y delicioso se encuentra en esta histórica churrería de Vallecas y cuesta solo tres euros
- Abrió sus puertas en el año 1935 y desde entonces preparan y sirven miles de churros cada día
- Los buñuelos se sirven exclusivamente los miércoles y los lunes el establecimiento está cerrado
María León
Aunque se lleven toda la fama las icónicas churrerías que se encuentran justo en el centro de la capital, un poco más lejos, a las afueras, se sitúa una de las más antiguas. Con una larga historia y tradición, el barrio de Vallecas tiene el privilegio de tener entre sus calles a la Churrería Chocolatería Antonio. Situada concretamente en el número 75 de la calle Sierra Vieja, abrió en el año 1935, cuando todavía Vallecas se trataba de un pueblo y no pertenecía administrativamente a la ciudad de Madrid.
A pie del cañón desde 1935
Desde el primer día que abrió sus puertas por primera vez y como un buen establecimiento de barrio, está al pie del cañón día tras día. Todas las mañanas, a excepción de los lunes, desde prácticamente el amanecer hasta las 12:30 del mediodía, los clientes acuden a tropel a este local para disfrutar de un buen desayuno de chocolate con churros. De aquí llegan a salir alrededor de unas 2000 unidades de churros diarios y unos 40 litros de chocolate, sin duda una cifra que puede llegar a competir con las grandes de la capital.
Ahora bien, los churros y las porras no son lo único por lo que la gente va a desayunar allí. En la carta encontramos otra serie de reclamos, como los buñuelos, que solo preparan los miércoles y sus tradicionales 'ranas', una receta original que llevan preparando en la churrería Antonio desde más de 50 años.
Un desayuno icónico
Este local huele a anís, azúcar y canela, precisamente tres de los ingredientes principales de sus icónicas 'ranas'. Aunque lleva elaborándose aquí durante años, todavía no hay ningún otro local que las prepare ni que se acerque a su sabor y forma. Realmente su proceso no es ningún secreto, ya que en numerosas ocasiones los dueños han explicado el paso a paso.
Todo comienza interrumpiendo el tiempo de fritura de la masa de la porra y mientras sigue caliente, cortarla por la mitad para darle la forma tan característica que le da su nombre. Tras ello, se termina de freír, se le añade el anís y se espolvorea azúcar y canela en la superficie.
Lo mejor de todo es que el precio es otra de sus grandes ventajas, más allá de su originalidad, ya que cada rana cuesta unos tres euros, pues lleva años sin subir.