Evasión

Andrés Arconada recomienda 'Wolfgang', una emotiva historia para una mente extraordinaria


Andrés Arconada

Javier Ruiz Caldera sorprende con su última película, Wolfgang. El cineasta nos había acostumbrado a un cine gamberro y muy corrosivo, pero en esta ocasión nos cuenta una historia sumamente emotiva con toques de humor. Para ello se ha servido de la adaptación del libro de Laia Aguilar.

La película es un drama familiar enfocado a un público a partir de los 10 años, la edad de su protagonista, Wolfgang, un niño con un coeficiente intelectual de 152 y un trastorno del espectro autista. El pequeño se acaba de quedar huérfano de madre, quien dejó escrito que la custodia pasase a manos del padre, Carles, un hombre al que no conoce. Él acepta la decisión con miedo y preocupación, porque no sabe por dónde empezar. Una decisión que tampoco comparte Wolfgang, ya que considera a ese hombre un extraño con el que no tiene nada que ver y que, además, es inferior en todos los sentidos. Para Carles, actor de profesión que no vive su mejor momento, esto será lo peor que le pueda pasar.

La preocupación de Wolfgang es convertirse en el mejor pianista del mundo, para ello quiere acceder a una de las mejores escuelas de música que está en Francia. Este es el arranque de una historia en la que el espectador no sabe a dónde le conducirá. Personalmente me interesa que el director explore un personaje, el de Wolfgang, tan poco visto en la pantalla, que nos muestre la historia a través de sus ojos y su forma de pensar. Wolfgang sólo sabe expresarse desde la sinceridad, así contemplamos sus deseos y sus obsesiones, y ahí entra la música, un elemento fundamental en esta historia. Lo es no sólo por la obsesión de Wolfgang en convertirse en el mejor pianista, sino que actúa como su refugio, como la forma de evadirse de un mundo que no comprende. La música marcará de una forma u otra el drama, el conflicto y las propias relaciones que se van estableciendo entre los dos protagonistas, padre e hijo.

Humor en vez de lágrimas

Wolfgang habla, además de la paternidad no planeada, impuesta, sobre las segundas oportunidades que a veces nos trae la vida con personajes especiales. Lo hace sin provocar la lágrima y recurriendo al humor, el medio más poderoso para intentar normalizar las diferencias que existen en la historia. Para una película así, Ruiz Caldera necesitaba unos actores que no sólo estuvieran bien, sino que dieran credibilidad a la historia en todas las secuencias en las que aparecen. Empezando por el niño protagonista, Jordi Catalán, preciso, ajustado y dando todos los matices necesarios en cada plano para que el espectador entienda un personaje tan complicado como el que le ha tocado. A su lado, un inmenso Miki Esparbé dando vida a Carles, el progenitor. Sólo un actor de su calibre sabe escarbar en cada rincón de un hombre acongojado. Una narración muy original, divertida, juguetona y sumamente emocionante.