Evasión

Se edita en España 'Londres', novela de Céline inédita hasta hace dos años

  • Firmada por el autor de 'Viaje al fin de la noche', una de las mejores novelas de la historia de la Literatura, fue descubierta junto a millares de textos sin publicar hace solo dos años
Louis-Ferdinand Céline. Cordon

Lucas del Barco

Céline describe su Londres de pesadilla como un espejo negro de nuestro tiempo. El destino literario de Céline, una sinfonía de estrépito y abismo, es el de un escritor maldito, genio indiscutible y traidor imperdonable. Pero su nombre nunca deja de escocer en las conciencias más puras. Su regreso a las librerías, con manuscritos inéditos que emergen como esqueletos de un naufragio, no es solo un hallazgo arqueológico de la literatura del siglo XX: es una prueba de que el pasado no muere nunca, que nos acecha, que nos observa desde la sombra, esperando el momento para revelarnos, de golpe, nuestra propia decadencia.

Ahora nos llega Londres, rescatada del limbo en el que Céline la dejó sepultada entre los años 30 y el olvido. La novela es una pieza más en el mosaico infernal que el escritor construyó con Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito, esos testamentos escritos con bilis y pólvora. En Londres, el infierno es una ciudad que hiede a hollín, a prostíbulo barato, a alcohol barato, a sangre coagulada en un callejón sin nombre. Es la historia de un joven Céline, recién salido del trauma de la Gran Guerra, deambulando por la capital británica con la sensación de que la historia es un foso donde los hombres caen y desaparecen.

No es casualidad que este manuscrito, perdido durante décadas, resurja en un momento de la historia en que Europa vuelve a mirar con terror hacia el Este, donde otro tirano juega con las fronteras como si fueran fichas de un tablero. Si en 1936 Céline vislumbraba Notre Dame envuelta en llamas como un presagio del colapso de la civilización, en 2019 la catedral ardió de verdad, y en 2022 los tanques rusos se adentraron en Ucrania. La historia tiene un sentido del humor demasiado cruel como para creer en las coincidencias.

En Londres, la guerra es un eco lejano, pero su sombra lo impregna todo. La ciudad es un vertedero de almas rotas: anarquistas rusos conspirando en tabernas infectas, traficantes de armas, chulos y prostitutas, borrachos que apuran su última copa antes del alba. Un París trasplantado a Inglaterra, con las mismas miserias pero envueltas en niebla. Es el Londres de Jack el Destripador, de los obreros famélicos, de la heroína y la sífilis, un teatro de marionetas que parecen no saber que la cuerda de la historia se está tensando hasta romperse.

Céline no fue un hombre con ilusiones. Su literatura es un vómito de desesperanza, una elegía escrita con el mismo desdén con el que un borracho insulta a un policía. En Londres, su prosa sigue el mismo ritmo alucinado de la imprescindible "Viaje al fin de la noche": frases que se precipitan en el vacío, diálogos que se interrumpen con exabruptos, imágenes de un mundo que se derrumba y que nadie parece interesado en sostener.

Cuando Céline describe la sordidez de la ciudad, está describiendo algo más profundo: el derrumbe de los valores, la transformación del hombre en bestia, el fin de la esperanza. Y es imposible no leer Londres con la sensación de que está hablando también de nuestro tiempo. Europa vuelve a estar sitiada por la barbarie, los imperios vuelven a afilar los colmillos, y los profetas del apocalipsis, como Céline, parecen haber entendido antes que nadie que la historia no es más que una repetición grotesca de los mismos errores.

La publicación de Londres es un acontecimiento literario, un recordatorio incómodo de que la literatura, cuando es verdadera, no nos ofrece consuelo, sino un espejo. Y el reflejo que nos devuelve Céline, refractado en el mundo de hoy, en la Europa de hoy, no es el de un futuro luminoso, sino el de una ciudad en ruinas, un continente al borde del colapso, una civilización que se dirige, una vez más, al fin de la noche.