Neil Young y el eco de un tiempo perdido: lanza uno de sus álbumes nunca publicado y grabado en 1977
Informalia
Cuando la luz oblicua del atardecer acaricia un vinilo, se genera un milagro en la mente de quien lo sostiene. El objeto, que apenas pesa unos gramos, guarda en sus surcos un universo que espera resucitar. Neil Young, ese chamán del folk-rock, que cumple 80 años en este 2025, ha decidido abrir la bóveda del tiempo y, como un alquimista en su taller, devuelve a la vida un álbum olvidado, Oceanside Countryside, grabado en 1977 pero dormido en el silencio desde entonces.
La noticia llega como un relámpago inesperado: el 14 de febrero, día de corazones heridos y promesas rotas, saldrá a la luz este disco que, según explica el propio Young, contiene las mezclas originales hechas durante aquellas sesiones febriles en los estudios Triad de Florida y en el Indigo de Malibú. Un disco que no solo rescata canciones, sino un espíritu, un instante preciso en que el tiempo parecía ser maleable bajo las manos del cantautor.
La memoria de un sonido
En esos años, Neil Young estaba tocando las cuerdas de una época turbulenta. Había atravesado tormentas personales y musicales, y en la encrucijada de 1977, con el desencanto de la contracultura pisándole los talones, compuso un puñado de canciones que hoy se reagrupan como náufragos en este nuevo álbum. Oceanside Countryside no es solo una colección de temas inéditos: es una cápsula del tiempo donde late el pulso de una América que comenzaba a asomarse al abismo del desencanto.
Las canciones, explica Young, están en el mismo orden en que fueron concebidas originalmente. Abren la cara A con Sail Away, un tema que parece prometer un horizonte inalcanzable, y cierran con Pocahontas, donde las raíces de la historia americana se entrelazan con la melancolía infinita de su autor. Entre medio, como un puente entre dos riberas, se cruzan melodías que huelen a madera y a polvo de carretera.
El espejo de Comes a Time
Hay algo magnético en el hecho de que Oceanside Countryside comparta ADN con Comes a Time, uno de los grandes discos de Young, lanzado apenas un año después. Tres canciones —Goin' Back, Human Highway y Field of Opportunity— aparecen en ambos trabajos, pero no de forma redundante, sino como un eco que se repite en distintas latitudes emocionales.
Los paralelismos son innegables, pero hay también diferencias sutiles. Donde Comes a Time es sereno y contemplativo, Oceanside Countryside parece llevar un hálito de frescura, como si las canciones todavía estuvieran impregnadas del instante en que fueron concebidas. Quizás sea esa la magia de los "álbumes perdidos": no han sido desgastados por la erosión del tiempo ni por el peso de las expectativas.
Un Neil Young en estado puro
Escuchar a Neil Young es adentrarse en un bosque que no tiene fin. Cada canción es un sendero que se bifurca, un rincón donde uno puede sentarse y escuchar el murmullo de los árboles. En este nuevo trabajo, grabado con un equipo de músicos que parece una extensión de su propia alma, esa cualidad se magnifica. Las canciones, tejidas entre acordes acústicos y voces crudas, son un recordatorio de que, incluso en su versión más primitiva, la música de Young tiene una profundidad que no necesita ornamentos.
El regreso al origen
Que este disco se publique en 2025, casi medio siglo después de haber sido concebido, dice mucho sobre la relación de Neil Young con su propia obra. No es un ejercicio de nostalgia, sino un regreso a lo esencial. En un mundo donde la inmediatez devora cualquier resquicio de pausa, este trabajo nos invita a detenernos y mirar atrás, no con melancolía, sino con la certeza de que el pasado tiene todavía mucho que decirnos.
Tal vez, cuando el 14 de febrero escuchemos por primera vez estos temas, podamos sentir que el tiempo no es lineal, que en algún rincón del universo Neil Young sigue sentado frente a una consola de grabación en 1977, afinando su guitarra mientras el sol de Florida se cuela por una ventana polvorienta. En ese instante, como siempre ocurre con la música de este genio esquivo, el tiempo será nuestro cómplice, y los surcos de un vinilo se convertirán en el mapa de un tesoro que nunca se perdió del todo.