Evasión
Dónde y cuándo ver y escuchar el Concierto de Año Nuevo aunque no estemos en Viena: Muti da la alternativa a una compositora
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En el corazón de Viena, la sala dorada del Musikverein se prepara una vez más para recibir el Año Nuevo con la inconfundible calidez de los valses y polcas de la familia Strauss. Este 2025, sin embargo, la historia añade un nuevo compás: por primera vez, una partitura compuesta por una mujer se unirá a la fiesta musical más emblemática del mundo. Bajo la batuta de Riccardo Muti, el público será testigo de un hito dentro de un espectáculo que es, en sí mismo, un canto a la permanencia de la tradición y la apertura a nuevas sensibilidades.
El Año Nuevo no arranca oficialmente hasta que no se celebra el Concierto de la Filarmónica de Viena. Una de las citas musicales más famosas del mundo que se retransmite por televisión a más de 90 países para 50 millones de espectadores y que, un año más, puede verse en RTVE o escucharse por RNE. Este año, en su 85 edición, estará en su tradicional ubicación: la Sala Grande o Sala Dorada (Große Saal o Goldener Saal) de la Sociedad Musical, el Musikverein, de la capital austríaca.
Johann Strauss hijo tenía apenas 23 años cuando su amiga y paisana Constanze Geiger (Viena, 1835 - París, 1890) compuso, con tan solo 12 años, su Ferdinandus – Walzer, el vals con el que la Filarmónica de Viena marcará un hito en el tradicional y conservador Concierto de Año Nuevo de 2025. Impulsados por la creciente presión social que exige una mayor igualdad, los organizadores del evento han decidido mirar hacia atrás en la historia y, ¡he aquí!, han descubierto una serie de compositoras que, en el siglo XIX, compartían el entusiasmo por los valses que caracterizó especialmente a la dinastía Strauss.
Pero volvamos al concierto de Año Nuevo
Todo comenzó en un invierno gris de 1939, en los últimos días de un año marcado por la oscuridad de la guerra. Lo que hoy conocemos como el Concierto de Año Nuevo nació, irónicamente, bajo el auspicio de un régimen que pretendía apropiarse de la cultura como herramienta propagandística. Aquel primer concierto, promovido por el ministro nazi Joseph Goebbels, se celebró el 31 de diciembre, como una suerte de homenaje a las provincias orientales de la Alemania de la época.
No fue hasta 1941 que el evento se trasladó al día 1 de enero, consolidándose como una cita anual. Pero su verdadera internacionalización llegó en 1954, cuando las ondas televisivas llevaron la música vienesa más allá de las fronteras austriacas, convirtiendo el Concierto de Año Nuevo en un ritual que millones de personas esperaban con ansias cada inicio de año. La batuta de Willy Boskowsky, durante más de dos décadas, dotó al evento de un carácter distintivo, marcando una era en la que la alegría y la ligereza del vals se entrelazaban con un rigor técnico que ha sido emulado por todos sus sucesores.
Desde 1987, la tradición ha querido que cada año un director diferente lidere la Filarmónica de Viena en esta cita tan especial. Herbert von Karajan abrió esta etapa, seguido por nombres que han dejado huella, como Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Mehta o Gustavo Dudamel. La presencia de Riccardo Muti, que dirigirá el concierto por séptima vez, es un tributo a su larga relación con la orquesta, iniciada en 1971. Muti es más que un director: es un constructor de puentes entre la tradición y el presente. Su precisión técnica, su profundo respeto por el repertorio clásico y su capacidad para dialogar con la música convierten cada interpretación en una experiencia única. En palabras de Daniel Froschauer, presidente de la Filarmónica de Viena: "Muti ha definido el sonido de nuestra orquesta como pocos, dejándonos un legado que trasciende el tiempo".
El programa de este año celebra el bicentenario de Johann Strauss II, el rey del vals, con obras icónicas como el "Lagunen-Walzer" y la "Tritsch-Tratsch-Polka", pero también abre espacio a la novedad con la inclusión del "Ferdinandus Waltz", de Constanze Geiger. Esta compositora, cuya carrera fue interrumpida por las normas de su tiempo, representa un paso adelante hacia la inclusión en un mundo históricamente dominado por hombres.
El Concierto de Año Nuevo no se limita a la música; es una experiencia sensorial en la que cada elemento contribuye a la magia. La sala dorada del Musikverein se viste de gala con flores dispuestas con meticulosa elegancia, un regalo anual de los jardineros de San Remo. La coreografía del Wiener Staatsballett añade movimiento y color a las piezas seleccionadas, mientras que las cámaras de la televisión austriaca ORF nos transportan a paisajes alpinos y jardines palaciegos, como un recordatorio visual de la riqueza cultural y natural de Austria. En este escenario, nada queda al azar. Hasta los aplausos que acompañan a la "Marcha Radetzky", una tradición desde 1946, son cuidadosamente guiados por el director para mantener la elegancia del momento.
A medida que la música de Strauss resuena en la sala dorada, no podemos evitar reflexionar sobre el significado de este evento. Cada año, el Concierto de Año Nuevo reafirma su identidad como un símbolo de continuidad, una forma de comenzar el ciclo con esperanza, belleza y alegría. Pero también es un espejo de nuestra evolución como sociedad. La incorporación de Constanze Geiger al repertorio de este año no es solo un homenaje a su talento, sino también un acto de justicia histórica que invita a repensar el lugar de las mujeres en la música clásica. Al incluir su obra junto a las de Strauss, la Filarmónica de Viena no solo celebra el pasado, sino que amplía los horizontes de lo que este evento puede y debe ser.
Un ritual global
Lejos de Viena, millones de personas en todo el mundo se reúnen frente a sus pantallas para compartir esta experiencia. En España, los comentarios de Martín Llade en RTVE aportan contexto y calidez a una tradición que, aunque ajena en su origen, ha sido adoptada como propia por muchas culturas. La música no entiende de fronteras, y el vals, con su cadencia envolvente, parece diseñado para conectar a las personas en un abrazo invisible. Quizás por eso, cuando suenan las primeras notas de "El Danubio Azul", es imposible no emocionarse, aunque sea la enésima vez que lo escuchamos. El Concierto de Año Nuevo de 2025 es, en esencia, un diálogo entre lo que fue y lo que será. Riccardo Muti, con su experiencia y sensibilidad, nos invita a mirar hacia el futuro sin olvidar las raíces que nos sostienen. La presencia de Constanze Geiger nos recuerda que la música es un lenguaje universal, pero también una herramienta para cuestionar y transformar. Y mientras las últimas notas de la "Marcha Radetzky" se mezclan con los aplausos y los deseos de "Feliz Año Nuevo", sentimos que, al menos por un momento, el mundo entero late al unísono, guiado por la magia eterna de la música.