Medio siglo del estreno de 'El coloso en llamas', la película de catástrofes que unió a Paul Newman y Steve McQueen
Evasión
El 10 de diciembre de 1974 marcó un hito en la historia del cine de catástrofes con el estreno de El coloso en llamas (The Towering Inferno). En su 50 aniversario, es momento de recordar la obra que, además de encumbrar al género en los años 70, reunió a dos de las mayores estrellas de Hollywood: Paul Newman y Steve McQueen. Esta superproducción, producto de la colaboración sin precedentes entre dos grandes estudios, 20th Century Fox y Warner Bros., se convirtió en un clásico que aún fascina a los amantes del cine.
El auge del cine de catástrofes
La década de 1970 fue la era dorada del cine de catástrofes. Este género, que se basa en historias de supervivencia ante desastres naturales o provocados por el hombre, comenzó a consolidarse con el éxito de Aeropuerto (1970), donde un avión enfrentaba una amenaza de bomba. El éxito arrollador de La aventura del Poseidón (1972), que mostraba el drama de un transatlántico volcado, confirmó que había un público dispuesto a emocionarse con este tipo de historias. Pero fue en 1974 cuando el género alcanzó su cenit con dos películas: Terremoto y El coloso en llamas.
De estas, El coloso en llamas se coronó como la mejor, gracias a su historia impactante, elenco estelar y espectaculares efectos especiales. La idea de la película nació de la ambición de su productor, Irwin Allen, quien ya había triunfado con La aventura del Poseidón. Allen decidió cambiar el océano por el fuego, ambientando su nuevo proyecto en un rascacielos, una estructura que por entonces simbolizaba el progreso, pero también sus peligros.
La unión de dos novelas y dos estudios
El guion de El coloso en llamas se basó en dos novelas: La torre (The Tower), cuyos derechos había adquirido Warner Bros., y El infierno de cristal (The Glass Inferno), adquirida por 20th Century Fox. Ambas obras especulaban sobre los riesgos de los modernos rascacielos, inspirándose en la construcción del World Trade Center a principios de los 70.
Allen, consciente de que hacer dos películas similares sería un error, propuso algo inédito: unir fuerzas y presupuestos de ambos estudios para crear una única superproducción. Así nació El coloso en llamas, la primera coproducción entre dos grandes estudios de Hollywood.
El guion, escrito por Stirling Silliphant (Harry el sucio, En el calor de la noche), mezcló elementos de ambas novelas. La trama es sencilla: durante la inauguración del rascacielos más alto del mundo en San Francisco, un incendio provocado por un fallo eléctrico en el piso 81 se descontrola, atrapando a los invitados en la planta 136. A partir de ahí, el film despliega una serie de escenas de supervivencia y heroísmo mientras los bomberos intentan salvar a los ocupantes del edificio en llamas.
Un elenco de lujo
El género de catástrofes de los años 70 se caracterizaba por sus repartos repletos de estrellas, y El coloso en llamas no fue la excepción. El productor reunió a un elenco estelar que incluía a Faye Dunaway, William Holden, Richard Chamberlain, Robert Vaughn, O.J. Simpson, Robert Wagner, Susan Blakely, Jennifer Jones (en su última actuación) y Fred Astaire, quien obtuvo una nominación al Oscar.
Sin embargo, el mayor atractivo fue reunir por primera vez en pantalla a Paul Newman y Steve McQueen. Ambos actores, símbolos de carisma y talento, tenían una conocida rivalidad profesional. McQueen, obsesionado con igualar la fama de Newman, insistió en que ambos cobraran lo mismo: un millón de dólares más el 7,5% de los beneficios de taquilla. También exigió que sus nombres aparecieran de forma escalonada en los créditos y que ambos tuvieran exactamente la misma cantidad de diálogos.
Newman interpretó al arquitecto del edificio, mientras que McQueen asumió el rol del jefe de bomberos, papel que le otorgaba autoridad en pantalla. A pesar de sus egos, los actores mantuvieron una relación profesional durante el rodaje, con Newman destacándose por su sentido del humor y camaradería.
Producción épica
Dirigida por John Guillermin en las escenas dramáticas e Irwin Allen en las de acción, El coloso en llamasfue un desafío logístico y técnico. Se construyeron 67 sets para representar diferentes partes del rascacielos y se utilizaron elaboradas maquetas para las tomas exteriores. Los efectos especiales, dirigidos por el veterano Bill Abbott, incluyeron explosiones controladas, incendios reales y escenas que involucraban a decenas de especialistas.
Uno de los momentos más recordados es el rescate de los ocupantes atrapados en un ascensor exterior que cuelga precariamente. La actriz Sheila Matthews, quien participó en la escena, relató cómo el equipo enfrentaba explosiones y llamas mientras las chispas caían sobre ellos, generando un auténtico pavor entre los actores.
Tanto Newman como McQueen insistieron en rodar muchas de sus propias escenas peligrosas. Newman trepó y descendió por un hueco de escalera destrozada sin dobles, mientras que McQueen realizó tomas colgado de un helicóptero, aunque se torció un tobillo en el proceso.
La película culminó con la partitura de John Williams, cuya música aportó dramatismo y tensión a cada escena, consolidándolo como uno de los grandes compositores del cine.
Éxito y legado
Con un presupuesto de 15 millones de dólares, El coloso en llamas recaudó casi 200 millones en todo el mundo, convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de 1974. Fue nominada a ocho premios Oscar, incluyendo Mejor Película, aunque perdió frente a El padrino II. Aun así, ganó tres estatuillas: Mejor Fotografía, Mejor Montaje y Mejor Canción Original (We May Never Love Like This Again).
Además de ser un espectáculo cinematográfico, la película subrayó la importancia de la seguridad en las construcciones. Sus críticas a los promotores y contratistas que ahorraban en medidas de seguridad resonaron con fuerza.
En retrospectiva, El coloso en llamas no solo definió un género, sino que también celebró el heroísmo de los bomberos y destacó los peligros de la modernidad sin regulación. Hoy, medio siglo después, sigue siendo un referente del cine de catástrofes y una prueba del magnetismo de dos leyendas como Newman y McQueen.
El coloso en llamas permanece en la memoria colectiva como un testimonio de la ambición, el talento y el espectáculo de una era única en la historia del cine.