Evasión

125 años de Perico Chicote: Ava Gardner, Grace Kelly y el barman universal rey de la Gran Vía

    Escenario art-decó del bar Chicote

    Luis Cepeda

    Lo conocí en su célebre Museo Internacional de Bebidas cuando yo tenía 14 años y él más de 60. El encuentro tuvo su historieta. El periodista Miguel Ors me encontró una mañana en el aeródromo de Barajas entrevistando a los ciclistas, que iban a participar en el Tour de Francia, para la revista juvenil donde empecé a publicar. Por lo visto, le hizo gracia encontrarse con un colega infantil, así que me sacó en la tele de aquel día, lo llamé al periódico al día siguiente para agradecérselo y me dijo que si quería conocer la redacción del diario Pueblo, cuya sección deportiva dirigía. Así que, tan emocionado, dos días después hice pellas en el instituto y acudí a la calle Narváez, 70, donde estaba el periódico.

    Miguel Ors me llevó en su coche al Paseo de la Habana, primero para recoger un rollo con el negativo de mi aparición en la tele, y luego al Museo de Chicote, en los sótanos del portal 12 de la Gran Vía, junto al famoso bar, donde se agasajaba al Real Madrid. El equipo venía de ganar al Peñarol de Montevideo en la llamada Pequeña Copa del Mundo. Escuché al húngaro y macizo Puskas construir su castellano a base de tacos y malsonancias sucesivas; al veloz extremo Gento, que me pareció un deportista inopinadamente culto, y a Di Stefano, sin entenderle una palabra en su verborrea acelerada y porteña. Cuando me vio Chicote dijo "este niño se me ha colado" y Enrique Verdugo, el fotógrafo del diario Pueblo respondió "viene con Miguel" y yo, no sé cómo, le dije que era un honor conocerle personalmente. Más tarde, como reportero, acudí frecuentemente al Museo Chicote.

    Ava Gardner y Chicote

    En 1965 otro periodista, Germán Lopezarias, me encargó la redacción de la revista de los barman de España, con lo que fui asiduo de Chicote, pues presidía la asociación profesional de los barman y lo acompañé en algunos viajes, como a la inauguración de la destilería de Whisky Dyc en Segovia.

    En el verano de 1968 coincidí con Pedro Chicote por última vez en el Parador de Jaizkibel de Fuenterrabía, donde estuvo comiendo de paso hacia el Balneario de Panticosa. Viajaba con chófer y exhibía su sonrisa permanente, estilo Maurice Chevalier, y sacaba oportunamente de su bolsillo "billetitos" bien doblados de 25 pesetas que entregaba a camareros, porteros y aparcacoches como propina, pues naturalmente era un honor invitarlo en todas partes y no pagaba en ninguna, ni se lo hubiese permitido hostelero alguno; ni siquiera él mismo, pues era entrañablemente tacaño con el dinero, aunque absolutamente generoso en todo el resto de sus actitudes: podías disponer de su tiempo, de sus influencias y de su facultad conciliadora, que era invaluable.

    Príncipes de Mónaco y Chicote

    Con toda certeza, Pedro Chicote ha sido el hostelero español más popular de la historia, además de todo un emblema para la Gran Vía madrileña. Buena parte de la mitología recreativa del trayecto tiene mucho que ver con él y su presencia temprana en aquella reciente geografía urbana fue "una brecha a la modernidad", que definió el tono vital del Madrid contemporáneo, su peculiar modo de relacionarse y de ser cosmopolita.

    Una historial edificante

    En 1923 había un solo bar en la Gran Vía de Madrid, llamado Pidoux. El primer bar americano de una boyante temporada madrileña activada por la inauguración del Madrid Palace Hotel en 1912 y anticipada en 1906 por el Ideal Room, el soberbio coctel-bar que abrió el dueño de Cervezas El Águila, Augusto Comas Blanco, el día que se casó Alfonso XIII, considerado algún tiempo como el mejor bar de Europa. El viejo Pidoux, barman y empresario parisino, supo entonces de un joven llamado Pedro Chicote, que había sido ayudante de barman en el Ritz y en el Savoy, además de extra de temporada en el Casino de Biarritz y en el Club de Tenis de San Sebastián. Conducía por entonces la brigada de camareros del Palacio de Hielo, un salón de té y oporto, sitio bien y sosegado frente al Palace.

    Tras observarle un par de tardes, Pidoux hizo a Chicote una propuesta que no pudo rechazar: convertirse en primer barman de Pidoux con 200 pesetas al mes como empleado fijo y la garantía de otras 1.000 pesetas como tronco y tronquillo, es decir el porcentaje sobre ventas y propinas en los términos del oficio. El whisky más caro de Madrid costaba 2,50 pesetas. Con 24 años Pedro Chicote se hizo famoso y próspero en Pidoux. Se convirtió en Perico Chicote y prestó a la profesión de barman su personalidad castiza y un tono afectuoso de servicio.

    A partir de 1923 alterna diversas actividades, entre ellas la apertura del Cock-Bar encomendada en 1930 por el empresario bilbaíno Emilio Saracho. El Cock Bar continúa vigente y con éxito, en la retaguardia del bar Chicote -ahora Museo Chicote-, que abrió al año siguiente. En los años cuarenta Pedro Chicote compró el Cock-Bar para instalar su célebre Museo Internacional de Bebidas en el subterráneo, junto a su propio bar, abierto el mismo año en que se declara la II República en España. Efectivamente, 18 de septiembre de 1931, cinco meses después de proclamada, fue la fecha histórica en que se inaugura el bar Chicote en la entonces Avenida Conde de Peñalver, 15, hoy Gran Vía 12.

    Salvador Dalí y Chicote

    Extraordinario ejemplo de espacio art-decó, diseñado por el legendario arquitecto Luis Gutiérrez Soto y considerado Patrimonio histórico de Madrid. Su fama atrajo de inmediato a intelectuales y grandes políticos de la época. Dolores Ibárruri, La Pasionaria, dirigente del Partido Comunista, José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, el filósofo José Ortega y Gasset o el dramaturgo Jacinto Benavente, fueron algunos de sus clientes. De hecho, con el advenimiento de la República, Chicote se convirtió en concesionario del Bar de las Cortes en el Congreso, un encargo que mantuvo más de 40 años.

    La vigencia actual de su bar con el nombre de Museo Chicote prolonga el homenaje. Estimuló la dignidad profesional de oficio hostelero y fue temprano promotor del turismo con episodios insólitos, como la exposición flotante de España en el extranjero que capitaneo durante 1956 en el buque Ciudad de Toledo, con escalas en 14 países y 30 puertos europeos y americanos. O el acervo del Museo Universal de Bebidas donde reunió más de 20.000 botellas de todo el mundo, un destino obligado de visitas de todo personaje internacional de la actualidad artística y científica, cuyas fotos testimonian la trascendencia y el vigor de uno de los empresarios más cercanos y universales. Chicote llevó el cetro de la popularidad madrileña hasta el fin de sus días, que coincidió con la Navidad de 1977.