El museo romano de Palazzo Barberini estrena Retrato de Maffeo Barberini, un Caravaggio oculto hasta ahora
Evasión
En la penumbra de un tiempo que se detuvo para cincelar la eternidad, Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio, tomó su pincel y con él sembró las primeras sombras de la modernidad. Así nació el Retrato de monseñor Maffeo Barberini, un cuadro cargado de misterio y audacia, ahora expuesto al público por primera vez en el majestuoso Palazzo Barberini de Roma. Allí, entre las curvas de Borromini y las líneas de Bernini, este lienzo redescubierto nos transporta a los albores de una revolución artística.
El misterio de un Caravaggio silente
No está firmado, como ninguno de sus cuadros, pero el retrato ha hablado durante siglos en un idioma de claroscuros que solo Caravaggio pudo inventar. Desde 1963, cuando el gran crítico Roberto Longhi lo atribuyó al genio milanés, este lienzo ha permanecido oculto en una colección privada, acariciado solo por la mirada de unos pocos expertos. Hoy, gracias a la determinación de las Gallerie Nazionali di Arte Antica, este fragmento de historia sale a la luz.
El retratado es Maffeo Barberini, un joven sacerdote de unos treinta años que más tarde sería el papa Urbano VIII, artífice del barroco y protector de artistas. Entre las sombras de la sala que lo alberga, el cuadro parece respirar: la piel de Barberini resplandece con una luz que, aunque tenue, basta para encender el espacio. Es un presagio, un anticipo del estilo que haría célebre a Caravaggio: el diálogo feroz entre el oro de la carne y el abismo del fondo.
El inicio de un sello inmortal
Esta obra, fechada entre 1599 y 1603, pertenece al período en que Caravaggio, aún joven, comenzaba a hundir sus pinceles en el universo de las sombras. Hasta entonces, su trabajo había coqueteado con la luz, pero aquí su genio se adentra en un territorio más sombrío y complejo. Los organizadores de la exposición subrayan que este lienzo marca el nacimiento de su técnica del claroscuro, esa pugna entre luz y oscuridad que definió su madurez.
El joven Barberini emerge diagonalmente del fondo, con la serenidad inquietante de quien sabe que el mundo lo espera. Sus manos, pintadas con una maestría que desborda humanidad, reposan con elegancia contenida, mientras sus ojos, iluminados por un delicado toque de biacca —el blanco de plomo que Caravaggio utilizaba para dotar de vida a las miradas—, parecen traspasar la tela.
El arte del retrato "sin similitud"
Caravaggio pintaba a los hombres y mujeres tal como los veía, pero también como los imaginaba. Según sus biógrafos, sus retratos eran "sin similitud"; es decir, no buscaba la fiel representación del modelo, sino capturar su espíritu, su vibración. Este atrevimiento, que escandalizó a sus contemporáneos, también cimentó su leyenda.
En este retrato, Longhi vio el nacimiento del retrato moderno. Es una obra que no busca agradar, sino imponer. Barberini no es un hombre de carne y hueso, sino un símbolo de poder en ciernes, un anuncio del barroco que transformaría el arte europeo.
Un Caravaggio perdido y encontrado
El cuadro perteneció durante siglos a la familia Barberini, pero desapareció en 1935 cuando la colección se dispersó. Desde entonces, fue un espectro en la historia del arte, hasta que reapareció en el mercado de anticuarios y cayó en manos de un coleccionista privado. Fue Giuliano Briganti, amigo de Longhi, quien reconoció por primera vez la mano del maestro, aunque cedió la atribución al crítico más célebre de su tiempo.
Desde entonces, el retrato fue una especie de santo grial para los especialistas. Viajaron en secreto a verlo, confirmaron su autenticidad, pero su destino parecía sellado en el anonimato. Hoy, en el esplendor del Palazzo Barberini, la obra vuelve a brillar con todo su peso histórico y artístico.
Un preludio a la eternidad
El Retrato de Maffeo Barberini no es solo un cuadro; es un umbral hacia la madurez de Caravaggio. Tras este lienzo llegarían sus obras más monumentales y su fama como el maestro de la sombra y la luz. Pero también lo aguardaban los días turbulentos: la vida pendenciera, el asesinato, la huida de Roma y la condena a muerte que lo empujaron a vivir como un fugitivo hasta el final de sus días.
En este retrato, sin embargo, no hay huellas de su tormento. Hay una calma en el pincel, un presagio de lo que vendrá, pero aún sin la furia de la persecución. Es Caravaggio en el umbral de su gloria, cuando todavía podía detenerse a contemplar el rostro de un hombre y convertirlo en un ícono de su tiempo.
Una cita ineludible
Hasta el 23 de febrero, el Retrato de Maffeo Barberini será el eje de una exposición que precede la gran muestra dedicada a Caravaggio que el museo inaugurará en 2025. Pero este cuadro, por sí solo, ya justifica el viaje a Roma. Allí, bajo las bóvedas del Palazzo Barberini, donde cada escalera y cada sala parecen respirar el aire del siglo XVII, este Caravaggio nos invita a cruzar el umbral de la historia y contemplar el nacimiento de la sombra que iluminaría para siempre el arte occidental.