Evasión

Entrevista con Russian Red: "Me pregunto si a un tío que se siente sexy le llamarían 'provocador'"

Russian Red, en una imagen promocional de su nuevo disco. ISTAR GUTIÉRREZ,

Ana Latorre

Lourdes Hernández tenía 15 años cuando cogió una guitarra por primera vez para tocar canciones de los Beatles, con la calma y sin pretensiones. Por aquel entonces no imaginaba que su primera maqueta alcanzaría las 70.000 reproducciones en MySpace ni que, a partir de ese momento, su vida daría un vuelco. Bajo el nombre de Russian Red empezó dando conciertos en salas y, con ellos, llegó el evento que la situó en la cresta de la ola, el Primavera Sound de 2007. Aquella joven veinteañera encarnó un fenómeno que terminó en colapso: lanzó su conocidísimo primer disco, I love your glasses, aceptó estar allá donde la buscaban -portadas de revistas, películas, campañas publicitarias y festivales- y fichó por una multinacional hasta decir 'basta'. Fue un golpe sobre la mesa que llegó de forma literal tras cuatro discos y una sobreexposición que la exprimió sin darle tregua.

En 2014, durante un concierto en Seattle, Lourdes bajó del escenario y frenó en seco su gira y su carrera. A partir de entonces inició una nueva vida en Los Ángeles, donde se casó con Zach Leight. Juntos compraron una antigua iglesia, la reformaron y la utilizaron para organizar bodas y eventos. Varios años después publicó su libro THESE WORDS LEAVING MY BODY (2020) y volvió a Madrid para protagonizar la película Ramona (2022). Una década después vuelve a la música con su disco Volverme a enamorar (Sonido Muchacho). "Si hay una cosa que juega a mi favor es que ya no soy tan joven, y creo que hay un acercamiento de la sociedad a mi persona que es totalmente distinto al que había hace diez años. Eso te lo puedo decir desde ya", avanza a Informalia. Hablamos con la cantante de su quinto álbum, un proyecto evocador, misterioso y lleno de reflexiones y fantasías sobre el amor y el deseo.

¿Reenamorarte de la profesión pasaba primero por hacerlo de ti misma?

Totalmente. Han influido muchos factores. El primero, que volví a España después de la pandemia, cuando en Los Ángeles había estado diez años a tiempo completo. En Madrid empecé a trabajar como actriz y a pasar más tiempo sola, y de repente me di cuenta de lo que significaba estar sin mi pareja. Inicié una especie de recuperación de mí misma que asocié a mi individualidad, a mis propias pulsiones... Y me di cuenta de lo legitimo que era estar conectada conmigo. Aunque suene un poco controvertido, esto me llevó a un viaje tan bonito que no quería que acabara, y por eso hice este disco.

Has mencionado Ramona, la película de Andrea Bagney. El personaje que interpretabas revisaba su propio deseo, aunque de una forma conflictiva. ¿Te influyó de alguna forma?

El primer proyecto que me inspira Ramona es musical, pero sobre todo audiovisual. Antes de sacar este disco hice otro que todavía no ha salido, y hay una película, digamos, de la cual el álbum es la banda sonora. Pero el personaje de Volverme a enamorar y Ramona no pueden ser más opuestos. Obviamente, hay algo de romanticismo en los dos, pero Ramona es una persona que no se atreve, mientras el personaje del disco es todo lo contrario. Lo que sí me dio Ramona fue una forma de estar en la vida diferente. Empecé a verla como una película.

¿Cómo es eso de vivir en una película?

Tiene mucho que ver con el estar en el aquí y el ahora. Me relaciono con el deseo desde ese lugar. Ramona me ayudó mucho a conectar con eso porque, cada vez que tachábamos una escena del guion, me daba una pena tremenda. Cada día que pasaba de rodaje me iba a casa un poquito más triste, así que empecé a entrar en la vida como si esta pasara entre escena y escena. Dejaba una atrás, la tachaba del guion y eso me colocaba en el momento presente. En un rodaje, si no estás atenta durante la escena, no te enteras de muchas cosas. A nivel espiritual, eso me hizo preguntarme si en mi vida yo estaba conectada con lo que me estaba pasando.


¿Cuánto tiene que ver el deseo con el autoconocimiento?

Creo que tienen mucho que ver. Para desear tienes que estar dispuesta a conocerte. Todo en la vida es una investigación, y el deseo te lleva a abrir muchas puertas. Es muy expansivo, como el enamoramiento, que es diferente al amor.

¿Prefieres el amor o el enamoramiento?

Es posible que sea un poco adicta al enamoramiento... Pero creo que eso ya lo he conseguido colocar.

¿Hasta qué punto nos descontrola el hecho de estar enamorados?

No lo sé, pero me parece necesario que eso ocurra. Es tan importante perder el control… Sentir que me voy para luego volver a mí misma. Eso me gusta.

¿Tienes una buena relación con el control?

A la hora de trabajar siempre digo que no estoy nada profesionalizada, porque no me gusta esta cosa de la carrera, la industria, el manager, el recorrido, los pasos que hay que dar… Pero cuando hago algo, lo hago con una disciplina increíble. Doy todo lo que tengo, que es mucho. Y si hay algo que agradezco de estar haciéndome mayor es darme cuenta de que tengo un montón que dar.

Hace diez años te bajaste de un escenario y dijiste: 'hasta aquí'.

Era tan pequeña que no sabía afrontar mis traumas. Huía de ellos. Y creo que ese es el motivo fundamental por el que abandoné la profesión. Tiene más que ver con un dislocamiento o una desalineación interna. Si, por así decirlo, me vapuleara la vida como en ese momento, nada tendría las mismas consecuencias. Hoy en día sé quién soy, dónde estoy y cuál es mi discurso, que va cambiando, porque nada es definitivo.

Definiste tu relación con la industria como "tóxica". Para que un vínculo sea sano hace falta poner límites. ¿Qué barreras pones ahora en la profesión?

Siento que de manera muy intuitiva, y desde la pura inocencia, siempre he tenido muy claras mis líneas rojas, e investigarlas está bien. Tengo muchas barreras con mi madre, por ejemplo, pero en otros ámbitos de la vida se me da muy bien manejarme. Leo muy bien a la gente. Me doy a la investigación y la negociación.

A los escenarios te subirás con Álex de Lucas, Amber, Luichi Boy y Ganges, que pertenecen a generaciones posteriores a la tuya. ¿Has estado al día de la escena musical española durante tu etapa en Los Ángeles?

Lo cierto es que he estado muy desconectada, pero en estos últimos tres años he reconectado bastante, y de manera muy orgánica. A la banda la conocí así. A Luis lo conocí en una fiesta y nos pusimos a grabar. El disco salió así, gracias a su ayuda y a la de Carlos René. A Álex lo conozco desde hace un montón de tiempo, y a Amber también. Ganges sí es un descubrimiento más reciente. Viene de una escena de chicas que tienen grupos en Madrid, se lo pasan genial… Fui yo la que se puso en contacto con Tere, que será quien teloneará todos los conciertos.

Dices que nunca habías tenido tantas ganas de hacer una gira, y mira que has dado conciertos...

Es que ahora estoy en un momento de la vida donde puedo aprovechar en el mejor de los sentidos que un día tuve una carrera. Nunca habían pasado diez años desde que publicaba un disco. La cantante en mí es uno de mis personajes, y le quiero dar rienda suelta a esa parte. Antes no había una distinción entre mi persona y Russian Red, y hacerla me ha ayudado muchísimo.

¿Qué separa a Lourdes Hernández ahora de Russian Red?

Realmente creo que Russian Red está más obsesionada con el enamoramiento. Es la trágica romántica, la eterna adolescente, la chica superenamoradiza. Y eso, antes, cuando era joven e inventé a Russian Red, era el pan de cada día en mi vida. Con Russian Red quiero vivir ciertas emociones a través de la música.

Hay creadoras, como la escritora Olivia Sudjic, que se quejan de que siempre asocien sus personajes a ellas mismas, como si las autoras no fueran capaces de crear figuras con una personalidad propia y experiencias ajenas a ellas. ¿Te has llegado a sentir así?

Para empezar, a las mujeres nos hacen preguntas que no les hacen a los hombres. El otro día, por ejemplo, un tipo me dijo que había regresado a la música 'más provocadora que nunca'. Y yo le dije que no estaba intentando provocar a nadie. A veces me pregunto si a un tío que se siente sexy le dirían que es provocador. Cuando una mujer hace ciertas cosas, las tachan de provocadoras, y me parece superfuerte. ¡Eso sí que es provocador! Y aunque la industria ha cambiado mucho, es cierto que quedan cosas por hacer. La mujer en las artes está mejor que antes, pero la cosa aún debe mejorar.

"A las mujeres nos hacen preguntas que no les hacen a los hombres. El otro día un tipo me dijo que había regresado más provocadora que nunca. Le dije que no estaba intentando provocar a nadie"

Para muestra, un botón: a Rosalía se la criticó por la letra de Hentai y a Aitana por sus bailes en el escenario.

Sí, hay hombres que se siguen sintiendo provocados con estas cosas. Por eso creo que también es importante cambiar este discurso a través del arte.

Zahara lo hizo en sus últimos trabajos. También Natalia Lacunza.

Sí, a través de la música es como más cala el mensaje. El arte es supertransformador, no solo para quien lo crea, sino también para quien lo consume. Estoy muy a favor de conquistar espacios sin pedir permiso. No hay que hablar de hacerlo, sino hacerlo y ya está.

¿Pero crees que es fácil? Por ejemplo, Vicky Luengo denunciaba hace poco que a las artistas se os exije impulsar un Me too a la española, como si eso fuera sencillo y no fuera a tener consecuencias negativas sobre vuestra reputación o futuro laboral.

Sí, total, porque procesar de manera colectiva es superimportante, pero para ello hay que pasar por un proceso muy crítico. Y con crítico me refiero a crisis, y con crisis me refiero a cambio. Es un momento difícil, sí, pero debemos atravesarlo.

"Estoy muy a favor de que las mujeres conquistemos espacios sin pedir permiso"

Toca despedirse. ¿Qué se va a encontrar tu público en la gira?

Estoy muy feliz con los conciertos, porque, como son en teatros, he inventado dos actos. Primero va a pasar una cosa y, luego, otra. Para mí hay una ritualización del viaje de la cantante por sus pulsiones, sus dudas, el enamoramiento, la fantasía... Hago un llamamiento a la gente que tenga algún tipo de bloqueo con el deseo para que venga a los conciertos. Quizá se pueda mirar en ese espejo.