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El año en que la pandemia de coronavirus despertó al fantasma de la Gran Depresión en EEUU
- El FMI estima que el PIB caerá un 5,9% en 2020 por la crisis sanitaria
- El repunte económico será moderado por el cambio de hábitos de los consumidores
- El próximo presidente tendrá el reto lograr una recuperación más sólida
José Luis de Haro
En tan solo un par de semanas, el revés ejercido por la pandemia del COVID-19, que a mediados de mayo contagiaba a 1,37 millones de estadounidenses y dejaba al menos 82.400 muertes, desintegró el pleno empleo en la mayor economía del mundo. Atrás quedaba la tasa de paro más baja en medio siglo registrada en febrero para competir directamente con un nivel de desempleo no visto a este lado del Atlántico desde la Gran Depresión.
"Seguimos esperando que la tasa de desempleo sea del 11% a finales de 2020, más alta incluso del punto álgido del 10% en octubre de 2009", proyecta Torsten Slok, economista jefe de Deutsche Bank recordando que ésta registró un 14,7%, niveles solo superados en los años 30. De esta forma, el país que en los primeros compases del año buscaba una expansión del 2%, desafiando de nuevo su potencial, cerrará el conjunto del año con una contracción del 5,9% según las proyecciones más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La profunda crisis de salud instigada por el brote del coronavirus se ha convertido en un catalizador clave para la primera potencia mundial, cuyas consecuencias van más allá de la debacle económica y se extienden a otros ámbitos, especialmente en su pulso con China. Un escenario que pesará en las urnas el próximo 3 de noviembre, cuando los estadounidenses decidirán si revalidar al republicano Donald Trump por otros cuatro años más en la Casa Blanca o, de lo contrario, encumbrar al exvicepresidente y demócrata, Joe Biden, al Despacho Oval.
El próximo presidente de EEUU inaugurará su mandato con la misión de garantizar una recuperación lo más resistente posible. Algo que se promete complicado dado que "incluso con un repunte gradual, es poco probable que la economía recupere toda la producción perdida para a finales de 2020 o 2021", apunta Mark Vitner, economista del Wells Fargo Securities, quien estima que el PIB real seguirá siendo aproximadamente un 7% más bajo en el cuarto trimestre de 2021 de lo que hubiera sido si el shock del virus no hubiera ocurrido.
Mientras los empleos se esfumaban por las medidas de confinamiento adoptadas por los distintos Estados, los mercados bursátiles estadounidenses también decidieron poner fin el pasado 11 de marzo a su tendencia alcista más larga de la historia, que comenzó precisamente en marzo de 2009, en plena resaca de la crisis financiera. De esta forma, otro de los pilares en los que se apoya la campaña de reelección de Trump se derrumbaba.
Reactivar la economía
Ahora las miras están puestas en cómo será la recuperación en curso. Tanto el Gobierno federal como los legisladores de ambos bandos políticos fueron rápidos en aprobar distintos paquetes de alivio, que ascienden a la hora de escribir este reportaje hasta los 3 billones de dólares, más del 14% del PIB registrado en 2019. "Los legisladores y la Administración Trump aprobarán al menos un paquete más de rescate durante el próximo mes. Me sorprendería si no lo hicieran ya que es importante para evitar que la economía entre en algún tipo de depresión", advierte a este periódico Mark Zandi, economista jefe de Moody's Analytics, quien estima que los consumidores serán más cautelosos.
Particularmente los baby boomers, aquellos con 50 y 60 años que representan una gran parte del gasto y que han vuelto a ver destruida de nuevo parte de su fortuna y están mucho menos preparados para vivir de su jubilación.
Hasta la fecha, el Gobierno de EEUU ha desembolsado 250.000 millones en cheques mensuales de 1.200 dólares a las familias, además de 500 dólares en metálico por hijo, 250.000 millones para la ampliación del subsidio de desempleo, préstamos para pymes (670.000 millones en total que no deberán devolver si mantienen los empleos), otros 500.000 millones para empresas en dificultades, 130.000 millones para hospitales o una línea de asistencia de hasta 50.000 millones de dólares de ayuda a las aerolíneas estadounidenses, entre otras medidas.
La Reserva Federal no se ha quedado atrás. Desde el pasado 3 de marzo, cuando el banco central instigó su primer recorte de emergencia en los tipos de interés (50 puntos básicos), el banco central estadounidense se ha convertido en uno de los pilares para garantizar que la actual crisis económica no termina por contagiar al sistema financiero.
De hecho, doce días más tarde volvió a actuar por sorpresa con una rebaja en el precio del dinero de 100 puntos básicos, que llevó las tasas federales a un rango del 0% y el 0,25%, niveles que instauró por primera vez en diciembre de 2008 y mantuvo durante siete años para combatir los efectos de la crisis financiera y posterior Gran Recesión.
La fed se ha comprometido a comprar 500.000 millones de dólares en bonos del tesoro y 200.000 en hipotecas
Al hilo de esta decisión, el presidente de la Fed, Jerome Powell y el resto de funcionarios del FOMC reanudaron explícitamente una nueva ronda de flexibilización cuantitativa (QE), es decir, la compra de bonos del Tesoro a largo plazo y activos respaldados por hipotecas cuyo objetivo es reducir las tasas a largo plazo. El programa inicialmente se comprometió a engullir 500.000 millones de dólares en treasuries y otros 200.000 millones de dólares en hipotecas (MBS, por sus siglas en inglés). No obstante, el 23 de marzo apostilló que estas compras se llevarían por cantidades ilimitadas "como fuera necesario".
Paralelamente, el banco central de EEUU ha lanzado múltiples programas en sintonía con el Departamento del Tesoro para garantizar el acceso a créditos a las empresas y consumidores. También ha desafiado su mandato con la compra de bonos corporativos y fondos cotizados en bolsa. Acciones que -el propio Powell reconocía a mediados de mayo- no garantizan que la recesión en curso no deje huella a medio y largo plazo.
La nueva normalidad
A la espera de un tratamiento o vacuna eficaz contra el virus, la pregunta ahora es cómo será el regreso a lo que muchos han apodado ya como la nueva normalidad. "Esperamos que en el segundo trimestre el crecimiento se desplome alrededor de un 25%", manifiesta Bob Doll, estratega jefe de renta variable en Nuveen, que espera una recuperación en forma de símbolo de check. En este sentido relata cómo se producirá una marcada caída seguida de una mejora lenta, pero positiva. "En estos momentos, prevemos que el crecimiento se reanudará más adentrado 2020 y en 2021, lo que ofrecerá un contexto más sólido y estable para la renta variable y la deuda corporativa", añade.
Dicho esto, cabe la posibilidad de que veamos un repunte silenciado, porque los consumidores probablemente comenzarán a reconsiderar su forma de vida y los ahorros que necesitan. Y si precisan reconstruir los ahorros que acaban de agotar, eso llevará tiempo. Y reconstruir sus ahorros se llevará parte del dinero antes usado en el gasto.
También se observan cambios más profundos. La pandemia ha elevado las tensiones entre EEUU y China más allá del ámbito comercial, después de que Trump y su Administración consideren que el Gobierno de Xi Jinping no está siendo transparente ni está colaborando para determinar el origen del brote del Covid-19. Las tensiones diplomáticas y la nueva coyuntura económica acelerarán el proceso de "desglobalización".
"Durante los últimos 25 años se han creado unas cadenas de suministro muy grandes y complicadas, pero la automatización y la robótica han reducido el incentivo del bajo coste laboral, y producir localmente reducirá el riesgo reputacional y de seguridad sobre las cadenas de producción. Si antes esto se llevaría a cabo en la próxima década, ahora se producirá en los próximos dos a cinco años", explica Paul Donovan, economista global de UBS Wealth Management.