España
El PSOE de Sánchez, ante su mayor responsabilidad histórica
Víctor Arribas
El Partido Popular realizó un servicio al Estado cuando apoyó la investidura y respaldó toda la legislatura de Patxi López al frente de la presidencia del gobierno vasco. El mismo Partido Popular cometió un error grave y una dejación de sus responsabilidades públicas cuando permitió que Susana Díaz tardara tres meses en ser investida presidenta, con la paralización de la institución durante ese tiempo. Sus intereses electorales en el País Vasco y en Andalucía eran en ambos casos secundarios, porque lo primordial era dar estabilidad a las instituciones. Especial 20D. EN DIRECTO | Elecciones Generales.
En el primer caso lo hizo de forma leal y responsable, supo estar a la altura de la Historia. En el segundo, falló gravemente por mucho que sus electores se lo aplaudieran y pese a sus posibles avances en las urnas en el futuro. La política no es sólo la defensa del interés de unas siglas, sino del interés general de los ciudadanos.
Por eso el PSOE está hoy ante la decisión más trascendental de su historia. Más que la del congreso de Suresnes en 1974, más aún que la del congreso extraordinario de Madrid en 1979 donde Felipe González logró que los militantes apoyaran su elección de socialismo antes que marxismo. Pedro Sánchez debe elegir entre la defensa de una España unida y soberana, o la presidencia del gobierno apoyado por una coalición multipartita que saltaría por los aires en cada decisión. Debe decidir entre facilitar la investidura de Mariano Rajoy o el abismo, el suyo y el de este país.
"Pensar más en España que en el partido", según le ha dicho con absoluta claridad Albert Rivera. Suya es la decisión se seguir o no pareciendo un actor secundario de la izquierda radical, como ocurre en las ciudades de Madrid, Barcelona, Cádiz, Valencia, Santiago o Zaragoza.
La diferencia entre populares y socialistas ha sido de 33 escaños y casi siete puntos, pese a la monumental y estrepitosa caída del PP. La distancia del ganador al segundo es mayor que la cosechada por Aznar en 1996, en aquella dulce derrota de González que a punto estuvo de poder gobernar pese a perder las elecciones.
Que el candidato del segundo partido más votado se plantee siquiera por un momento poder formar gobierno con menos de cien diputados, intentando armonizar a un ramillete de más de 10 partidos políticos, es algo que debería estar arbitrado en nuestro sistema. Ni Sánchez ni su secretario de organización César Luena han dicho que eso vaya a ocurrir, pero es la única alternativa que queda si bloquean la investidura de Rajoy.
Si su opción fuera oponerse a la investidura sin ofrecerse a liderar posibilidad alguna de mayoría, estaría abocando a España a unas nuevas elecciones a finales de la próxima primavera con el coste que eso puede tener para todos, un coste mucho mayor que el de permitir ahora un gobierno débil y una legislatura minúscula. Es la estabilidad, señor Sánchez, no el partidismo, lo que debe mover su elección.
Por un lado la iniciativa del presidente en funciones de identificar a quienes faciliten su investidura al abstenerse con la responsabilidad de Estado y la defensa del constitucionalismo, y por otro la disyuntiva de Pablo Iglesias identificando a quien no entienda que España es un país plurinacional y diverso con quien regala el gobierno a
Rajoy, ambas cosas han dejado a la dirección socialista al borde del colapso, del que puede salir fácilmente conciliando su desorientación con las exigencias de los barones socialistas Page, Vara y Díaz, que no quieren ni oír hablar de un PSOE entregado a fuerzas que quieren romper España o que proponen una consulta ilegal para la autodeterminación de una parte del país. El Comité Federal del día 26 será decisivo para su política de pactos y para el futuro de este país.
La inteligencia y el tacticismo deberían empujar a Sánchez a lo contrario, a permitir la investidura de un presidente acuciado por todos, para así disfrutar de una oposición fácil y limpia frente a un gobierno en minoría, y dejar que el desgaste insoportable vaya minando las posibilidades de un PP quemado por la responsabilidad de un ejecutivo incapacitado para sacar adelante una sola disposición en solitario. En dos años como mucho habría convocatoria de elecciones ante la ingobernabilidad provocada por la fragmentación parlamentaria, y el PSOE habría crecido exponencialmente en su sentido institucional y en su estimación hacia los ciudadanos.