España
La caída de Alaya
Carmelo Encinas
Ya no será la reina misteriosa de los telediarios. En los últimos cuatro años casi no hubo día en que no la viéramos en las pantallas altiva y circunspecta arrastrando su carrito supuestamente cargado de papeles inculpatorios. La suya era, para la inmensa mayoría, una cara sin voz.
No recuerdo que los periodistas que hacían guardia en los juzgados de Sevilla hayan logrado arrancarle una sola palabra que mostrara siquiera el tono con que se expresa, si la voz era grave o aguda, o si la adorna con el acento de la tierra. Ni voz ni gesto alguno, siempre hierática, nada que pudiera revelar algún tipo de emoción.
Gracias a esa total ausencia en la expresión Mercedes Alaya se creó una aureola de misterio que algunos mitificaron con un punto de morbo. El morbo que acrecentaba ese poder casi omnímodo e inmisericorde que parecía ejercer sobre las personas a quienes señalaba como presuntos responsables de corrupción.
Mercedes Alaya, ha sido apartada de las macrocausas que investigaba. La sala de gobierno del TSJA ha decidido incluso sacarla del asunto más emblemático y altisonante de cuantos ella instruía, el de los ERE. Una trama sórdida y abyecta donde las haya por cuya investigación Alaya se hizo acreedora del siempre subjetivo título de "jueza estrella".
Quienes consideraban a doña Mercedes una heroína de la justicia, quienes admiraban sus fijaciones y su actitud beligerante con aquellos de quienes sospechaba se rasgan ahora las vestiduras. No entienden que puedan descabalgar de tan señalados asuntos a quien tenía toda la instrucción en la cabeza.
Algunos piensan incluso lo peor y proyectan la sospecha de que la larga mano de los corruptos haya alcanzado los despachos de los magistrados para anular la acción de quien tanto les azotaba. O que el socialismo andaluz que ha gobernado de forma ininterrumpida durante 33 años había logrado con sus manejos quitarse de encima a la jueza que les traía de cabeza. Un relato fácil de construir y sin embargo nada que tenga que ver con la realidad.
Lo único cierto es que la sala de gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía decidió apartar a Alaya por unanimidad de sus ocho miembros, siete de los cuales pertenecen a la Asociación Profesional de la Magistratura de carácter conservador, como es el de ella. Cierto por evidente es también que el motivo argumentado por los magistrados del TSJA fue la clamorosa falta de colaboración de Doña Mercedes con la Juez titular María Nuñez Bolaños. Es más, en un alarde de soberbia y falta de compañerismo, Alaya se permitió el lujo de enviar un escrito filtrado a la prensa en el que acusaba a su sustituta de "no alcanzar las máximas de seriedad y rigor necesarios" que por contra , según ella, avalaban "de forma innegable su propia trayectoria".
En esa trayectoria, de la que tan orgullosa se declara, figura el empantanamiento de las causas que ha ido acaparando por un sentido patrimonialistas de las mismas. Causas todas inconclusas, y trabadas con alfileres para las que no se ve final a corto y medio plazo. A pesar de su complejidad Alaya las ha ido acumulando sin consentir el dividirlas para hacerlas manejables ni dejarse ayudar por otros magistrados. No parecía fiarse de nadie, solo de ella misma. Su teoría de la gran confabulación en la que metía a políticos, empresarios , abogados , aseguradoras y todo bicho viviente presentaba ya, dicen, tintes obsesivos rayando lo patológico.
Con su lentitud Mercedes Alaya ha terminado por agotar la paciencia de fiscales , abogados y hasta de sus propios compañeros. Cuestionan sus formas, el trato arbitrario y despótico y los resultados de una instrucción que para algunos expertos puede desplomarse como un castillo de naipes. Si así fuera los grandes beneficiarios serían los corruptos y la perjudicada la justicia. Esa justicia que se empeñó en meter en su maleta de ruedas como si fuera el único vehículo fiable. Y ella la única justiciera.