Energía

Shell, la gran petrolera europea recupera su trono

  • Su trayectoria escribe también la historia del petróleo desde el siglo XIX
  • En los años veinte fue la impulsora del primer cártel del crudo
Evolución del logotipo de Shell

Javier G. Jorrín

En los albores del siglo XX, la Royal Dutch Shell era una de las petroleras más veteranas, con más de una década de exploraciones, y también la segunda mayor petrolera del mundo y la primera europea. Un siglo después, la compañía angloholandesa vuelve a ocupar este puesto.

La compañía nació de la fusión de Shell Transport and Trading Company, empresa fundada casi un siglo antes, en 1833 por Marcus Samuel y que se dedicaba al transporte de conchas orientales hacia Europa (de ahí su logo de una concha) y The Royal Dutch, fundada en 1890 y que explotaba un campo petrolífero en la colonia holandesa de Sumatra. En los primeros años del siglo XX, cuando todavía ni se había descubierto el oro negro de Oriente Medio, uno de los mayores problemas para las petroleras era el transporte del crudo. Fue por este motivo que las dos compañías decidieron unir sus fuerzas y aliarse para embarcar el petróleo hasta Europa. La compañía creó el primer gran carguero mundial, el Murex, que atravesaba el mediterráneo por el recién estrenado Canal de Suez.

Su colaboración (primero como empresas independientes) cambiaría la historia del transporte del petróleo, sin embargo, las dos empresas no se fusionarían hasta julio de 1907. Se formaría así el primer gran conglomerado de integración vertical europeo y rival de la gran petrolera estadounidense, la Standard Oil de uno de los empresarios más famosos del sector John D. Rockefeller.

La nueva compañía se encargaría del negocio completo del crudo, desde la exploración y la extracción hasta el marketing y la comercialización, pasando por el transporte y el refino. Al igual que la Standard Oil, también elaboraba productos estándar, lo que hacía que esos pudiesen ser empleados por toda una industria, por ejemplo, gasolina para mover coches.

Henry Deterding, presidente de la nueva compañía, fue el encargado de dar el siguiente impulso a la petrolera en las décadas posteriores. El sector se encontraba en plena expansión, impulsado por los grandes beneficios que generaba la industria incipiente del automóvil y los motores de combustión interna. Uno de los puntos que atrajeron la inversión de la Royal Dutch fue en Bakú, donde sus fuegos eternos ardían alimentados por el petróleo que llegaba hasta la superficie. Desde finales del siglo XIX, la compañía promovió la construcción de un ferrocarril y un oleoducto para llevar el crudo de Azerbaiyán, donde se encontraban algunos de los mayores campos petrolíferos del mundo, hasta el Mar Negro, donde lo embarcaban en grandes tanques hacia Europa.

Su expansión internacional chocó rápidamente con el gigante petrolífero de Rockefeller, la Standard Oil, aunque la pugna sería breve. En 1911 la Corte Suprema de EEUU dictó sentencia de una pugna que había durado años entre la compañía y el resto de pequeñas empresas del sector que intentaban establecerse. Después de un largo proceso cargado de presiones e intrigas, el tribunal determinó que la compañía se ajustaba a la definición de monopolio que aparecía en la Ley Sherman y obligó a dividir la Standard Oil en 34 compañías de menor tamaño de las que nacerían algunas de las grandes petroleras del siglo XX, como ExxonMobil, ConocoPhilips, Chevron, Amoco y Sohio o Marathon.

Mientras tanto, la Shell seguía su expansión por el mundo. Otro de sus grandes hitos fue el descubrimiento del petróleo venezolano con la primera explotación comercial de crudo en el país. En 1912 empezaron las exploraciones de su filial, Caribbean Petroleum Company, y en 1914 comenzó a bombear crudo del pozo Zumaque I. A partir de ese momento, la Royal Dutch Shell se convertiría en un abastecedor principal de petróleo a la maquinaria bélica de los aliados durante la Gran Guerra.

Shell y el primer cártel del petróleo

Los felices años veinte sirvieron para consolidar la industria multimillonaria del automóvil y el petróleo inició su camino para convertirse en el oro negro que todavía es actualmente. La Royal Dutch Shell tomó el control de El Águila, la gran empresa de petróleo de México, que absorbería en 1921 y que permitiría a la compañía consolidarse como la mayor petrolera del mundo, copando el 10% de la producción y de las reservas mundiales de crudo. En esos años se consolidaron las grandes compañías petrolíferas, como la Anglo-Iranian (actual BP Group) y la Standard de Nueva Jersey (que se convertiría en Exxon). Los presidentes de estas dos empresas fueron convocados por Henry Deterding a una cacería de urogallos en su pabellón de las tierras altas de Escocia en 1928. De ahí nacería el primer acuerdo mundial para la cartelización del mercado del petróleo y al que posteriormente se unirían otras grandes como Gulf, Texaco, Standard de California y Mobil (antigua Standard de Nueva York). En los acuerdos firmados se repartían las cuotas y fijaban un precio marcado por el barril del Golfo de México.

El acuerdo se conoció como el cártel de las Siete Hermanas y se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando los acuerdos comenzaron a fragmentarse ante la aparición de nuevas compañías de menor tamaño, como la Compañía Francesa de Petróleo, la CFP, antecesora de Total; la Occidental estadounidense o la italiana ENI (Compañía Nacional de Hidrocarburos). Fue esta última la que dio la puntilla definitiva a este cártel al llegar a acuerdos con Rusia e Irán para refinar y comercializar su petróleo en Europa a precios muy competitivos.

Desde entonces, los países productores intentaron librarse de las grandes empresas que controlaban su producción. Así surgieron las grandes empresas estatales, como la National Iranian Oil Company o la Aramco, la petrolera de Arabia Saudí. Shell también sufrió este proceso, aunque con algo de adelanto: en 1938 fue expropiada su subsidiaria mexicana El Águila por el presidente Lázaro Cárdenas del Río.

Estos fueron los primeros pasos para crear, en 1960, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), formada entonces por Arabia Saudí, Irak, Irán, Kuwait y Venezuela. En esos años, las grandes petroleras siguieron su expansión, ya sin cártel, y dieron un gran impulso al negocio del marketing y los acuerdos comerciales. De esos años viene el acuerdo histórico de Shell con Ferrari, que se extiende hasta la acualidad.

La inversión de Shell se centró entonces en Oriente Medio, con Omán como principal destino. En esa década consiguió localizar el pozo de Yibal, el campo más prolífico del país. También encontró reservas de gas en Europa, en concreto en Groningen, Holanda, seguido por el descubrimiento de gas en el Mar del Norte.

En 1970 surgirían las crisis del petróleo y las guerras en Oriente Medio por el oro negro. La Guerra del Yom Kippur en 1973 trajo a los países occidentales la primera gran crisis. La Royal Dutch Shell cambió su estrategia empresarial y empezó a virar su negocio hacia otros mercados. Así, compró la minera británica Billiton, que vendería años después, y también entraría en un negocio nuevo: las energías renovables, con la adquisición de la compañía australiana Solarhart.

Shell se convertiría en una de las compañías punteras en tecnología para la exploración y extracción de crudo. En la década de los 80 encontraron y bombearon un pozo en el Golfo de México de 2,3 kilómetros de profundidad que marcó un nuevo récord mundial.

La conciencia medioambiental

En la década de los noventa, las petroleras tuvieron que hacer frente a otro reto: la expansión de la conciencia medioambiental. Shell también fue pionera, aunque en este caso por un triste suceso, el de Brent Spar. La compañía decidió jubilar la plataforma petrolífera del Mar del Norte que llevaba ese nombre en 1995 y eligió la opción más barata: hundir la planta en alta mar con el riesgo inherente de explosiones y vertidos.

Fue entonces cuando Greenpeace desplegó una de sus campañas más famosas para paralizar este proyecto. Ocuparon la plataforma para evitar su hundimiento y la repercusión mediática fue tal que el entonces canciller alemán, Helmut Kohl, pide en una cumbre del G-7 a Reino Unido paralizar este proyecto y desmontar la planta en tierra firme. Este episodio hizo comprender a las petroleras el impacto social de sus decisiones y de la contaminación, aunque posteriormente se producirían otras tragedias, como la del Golfo de México o la del Prestige en la costa gallega.

En 2005, la compañía decidió culminar la unificación de las dos compañías fundadoras y ya en 2007, la compañía celebró su primer centenario de vida como la séptima mayor compañía del mundo por producción de petróleo. Ya en pleno año 2015, Shell repite sus grandes operaciones corporativas de inicios del siglo XX con la adquisición de BG. De este modo, la compañía angloholandesa recupera su trono como la mayor petrolera europea y una de las mayores del mundo.