Empresas y finanzas
Lo que cuesta inventar en España: de registrar la idea a pagar las tasas del proyecto
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Carles Torrijos, Loïc Verstrepen
Hecha la invención, hay que registrar la patente. No es estrictamente necesario hacerlo, pero sí muy recomendable para tener derechos sobre dicha invención como propiedad industrial. Con una patente, uno puede explotar su invención en exclusiva.
Quien ostenta la patente puede decidir quién fabrica, utiliza y comercia con el producto en cuestión y en qué condiciones. De esta forma, el inventor puede lucrarse de su creación sin preocuparse de que otros copien su producto sin su permiso y sin compensaciones económicas, aunque durante un máximo de veinte años. Parece todo ventajas, pero para obtener la patente hay que seguir un proceso largo, caro y muy complicado.
Pongamos que Miguel (nombre ficticio) ha desarrollado una nueva tecnología con la que, a través del teléfono móvil, uno puede cocinar alimentos o recalentar comidas. Una innovadora cocina portátil, imperceptible dentro del móvil y de un coste económico muy bajo.
Sin duda, será un éxito, especialmente entre aquellos que siempre van con el tupper a cuestas. Si Miguel quiere sacarle partido a esta invención, que lleva años desarrollando en sus horas libres, necesitará registrar la patente antes de que las grandes multinacionales copien el diseño y lo vendan como propio.
Comienza así el arduo camino de solicitud de la patente, y solo le será concedida tres o cuatro años después y habiendo adelantado más de 800 euros. Si pretende mantener la patente durante los veinte años, desembolsará, por lo menos, unos 5.800 euros. En el peor de los casos, podría superar los 9.300 euros. Esto sin tener en cuenta lo que pueda costar el asesoramiento jurídico.
Un largo proceso de un elevado coste
Lo primero será comenzar a trabajar con un abogado de patentes. Por supuesto, no es obligatorio, pero es casi imprescindible en la mayoría de los casos, debido a la compleja burocracia por abordar. Con su ayuda, Miguel elaborará una solicitud junto a la que pagará su primera tasa, que cuesta 100 euros. Si se hace el trámite de forma electrónica, tanto con esta tasa como con la mayoría de estas, se aplica un 15% de descuento, por lo que esta tasa es de 85 euros si se paga por Internet. A continuación, la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) evalúa la solicitud, y si encuentra algún defecto en ella Miguel y su abogado tendrán que pagar una tasa de 42 euros (36 euros con pago electrónico) para corregir los errores en un plazo de dos meses. Si no, se deniega la patente.
El siguiente paso es pedir, a través de un formulario que hay que rellenar por escrito, la realización del Informe sobre el Estado de la Técnica, o IET, un examen técnico obligatorio en el proceso, pero a un coste inevitable de 685 euros (582 euros por Internet).
Una vez superado el IET y tras 18 meses desde la presentación de la solicitud, la OEPM publica la solicitud en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial (BOPI), abierta a observaciones y críticas de terceros, que tendrán dos meses para realizarlas de forma razonada y documentada. Después, Miguel dispondrá de dos meses para contestar a dichas observaciones y modificar su solicitud si lo cree necesario, todo para defender la validez de la patente que persigue. Eso sí, las modificaciones le costarán 23 euros.
La OEPM examina el expediente resultante y, si lo ve todo correcto, procede a conceder la patente. Pero no hemos acabado, todavía queda el pago de las anualidades. Los dos primeros años, que ya han transcurrido durante el proceso de concesión, ya están incluidos en la tasa inicial. A partir de la concesión se empieza a pagar una tasa anual para mantener la patente, de 18 euros el tercer año pero que va aumentando su coste hasta los 490 euros anuales durante los últimos cuatro años de vigencia de la patente.
Si Miguel no paga las anualidades a tiempo en el plazo estipulado, estas pueden aumentar su coste cada trimestre hasta más de un 50%. Eso sí, si Miguel fuera una pyme o una persona física emprendedora, tendrá un 50% de descuento en todas las tasas del proceso de solicitud y de las tres primeras anualidades (años 3, 4 y 5).
Un ejemplo con recorrido: la encimera con los fogones invisible
Para registrar una patente existen dos requisitos, el carácter singular del diseño y la novedad del invento. Una vez patentado, el producto estará protegido de competidores que traten de copiar el éxito de una innovación tecnológica.
Un ejemplo es Cooking Rak, una encimera "inteligente", que incluye una cocina de inducción inapreciable a primera vista controlable con el teléfono móvil. Sus inventores, dos emprendedores valencianos, uno experto en cerámica y el otro en piedra natural, admiten que sus mayores retos a la hora de desarrollar su invento fue adaptar la tecnología de inducción al llamado 'Internet de las cosas', así como mantener los costes de producción lo más bajos posibles.
Lograr un producto atractivo para el mercado podría no haber dado sus frutos económicamente sin una patente que proteja el modelo que ambos han creado. De otra forma, cualquiera con más recursos podría emplear el mismo diseño libremente para lucrarse de este, sin invertir un euro propio en I+D.
Pero estos valencianos vieron potencial en las sinergias creadas con la multinacional Rak Ceramics, con la que empezaron a trabajar en exclusiva en 2015. Ese año facturaron 200.000 euros. En 2017, más de 2,5 millones y pretenden alcanzar los 60 millones de euros en un plan de negocio a 10 años.
Su empresa nació en 2015 con el objetivo de distribuir en exclusiva la serie "Maximus" de la multinacional Rak Ceramics en España y Portugal, aunque aprovecharon esta conexión con el gigante de la cerámica para desarrollar su proyecto conjunto con Rak Ceramics. Consiguieron así la distribución de Cooking Rak en todos los países en los que la compañía está presente. Esta multinacional con la que se han asociado cerró el ejercicio 2017 con un beneficio neto de 67,21 millones de euros.
El invento se inspira de un producto ya existente, introducido al mercado hace años, pero con una presentación muy diferente y, sobre todo, un precio desorbitado. Los inventores partieron de aquella propuesta defectuosa para innovar con un diseño minimalista que pretende utilizar los espacios al máximo, ofrecer una tecnología muy avanzada (como la conexión con dispositivos móviles) y a un precio accesible.
Tanto el director comercial, Roberto Arnau, como el director general, Nacho Rodríguez, coinciden en que "el proyecto surge como respuesta a la necesidad de buscar nuevas soluciones a las tendencias del mercado del diseño de los muebles de cocina y a utilizar los espacios al máximo". Sostienen que "la encimera necesitaba de un concepto nuevo, innovador y accesible a todos los clientes".
Pero la innovación que pueda llegar a demostrar un invento no garantiza su éxito, especialmente si sus inventores pretenden proteger su creación y no cuentan con el apoyo financiero de una multinacional internacional. Una buena idea, acompañada de una elaboración impecable, puede fracasar a pesar de todo por falta de recursos, entre otras cosas.
Innovación no siempre es sinónimo de éxito
Tandem Company es una consultoría estratégica de negocio e innovación. Su popularidad ha crecido exponencialmente estos años tras llevar a cabo proyectos con el Ayuntamiento de Barcelona, Indra, Airbus y el Banco Santander. De hecho, en 2018 han contactado con ellos Iberdrola y Ferrovial, entre otros, para optar a proyectos. Cuentan con un 'lab tecnológico', en el que realizan pruebas de concepto que integran tecnologías emergentes y dan respuesta rápida durante la transformación digital de sus clientes. No se limitan a la planificación estratégica. "Somos un partner que interpreta y aporta visión, propone oportunidades y lo que es más importante, tenemos experiencia en llevarlas a cabo", dice Eloy Herrero, su director general.
Un proyecto del que Tandem se puso a cargo implicaba un nuevo concepto de producto destinado al mercado de gran consumo. Se trataba de un dispositivo de ambientación calefactable para el hogar. Su característica más distintiva: la posibilidad de mejorar el rendimiento de ambientación gracias al uso de un tejido calefactable. Suena sencillo, pero desde el concepto a la realización se suceden gastos e inconvenientes que pueden paralizar e incluso acabar con un proyecto.
El coste para, en primera instancia, llegar a este concepto fue de unos 100.000 euros. Después, la empresa necesitó crear una serie de prototipos para probarlo y validar el principio de funcionamiento y usabilidad. Eso supuso otros 50.000 euros. Hasta aquí, la simple intención de innovar ya costó cerca de 150.000 euros.
El siguiente paso, comprobada la eficacia y utilidad del producto creado, fue patentar la invención. Patentar en España, como hemos visto, costaría entre 5.800 y 9.300 euros, asumiendo que la empresa quiera mantener la patente durante los veinte años en los que puede hacerlo. Ahora bien, ese es el coste de patentar en España, y solo en España. En otras palabras, esto no protege la idea contra posibles copias en otros países. Según la OEPM, una patente a nivel de la Unión Europea con el pago de anualidades (y traducciones) en 11 países, tiene un coste de unos 40.000 euros, aproximadamente.
Pero un proyecto como este necesita un ámbito de protección más amplio, una patente internacional. Esto significa que tuvieron que iniciar una solicitud internacional PCT. Así, con una sola solicitud, se puede iniciar los trámites para obtener la patente en más de 140 países simultáneamente. Esta simultaneidad se da solo durante las primeras fases de la solicitud, pero más adelante deben continuarse los trámites país a país. La solicitud PCT costó cerca de 3.000 euros.
Más adelante, para la concesión de la patente en cada uno de los países solicitados y su mantenimiento, necesitaban una inversión de 300.000 euros para dar continuidad al proyecto. La inversión mínima para su posterior industrialización era de 500.000 euros. Este proyecto no salió adelante. Los requisitos económicos para llevarlo a cabo fueron inalcanzables debido al coste de la consolidación de patentes y de su industrialización, superior al capital disponible por parte de Tandem y sobre todo por el riesgo de no contar con un mercado consolidado. "Hay que partir de la base de que las ideas pueden ser muy buenas, pero su factibilidad depende de muchos factores más allá de los económicos, industriales o de mercado", señala Herrero.
Esto es el pan de cada día para quien se atreve a innovar. Uno puede dar en el clavo y atraer el capital necesario de grandes empresas o puede chocar contra unos costes inasumibles por los interesados en su invención. En todo caso, innovar y querer hacer negocio de ello no es gratuito. Más allá del tiempo y esfuerzo que debe invertir un equipo para convertir una idea en una realidad, las barreras económicas para llevar a cabo esos proyectos mantienen el desarrollo de grandes inventos fuera del alcance de pequeñas y medianas empresas.