El regulador británico se contradice al criticar la fusión de O2 y Hutchison
Antonio Lorenzo
¡Cómo cambian algunos de opinión en apenas dos semanas! El pasado 15 de enero, el regulador de los mercados británicos aprobó de forma incondicional la mayor fusión de la historia de las telecomunicaciones del Reino Unido. Se trataba de la integración de los líderes del fijo y del móvil de aquel mercado.
No hubo objeciones ante el matrimonio formado por el campeón local, British Telecom (BT) y el mayor operador de móvil del país, Everything Everywhere (EE), joint venture de Deutsche Telekom y Orange. Las autoridades nacionales aplaudieron la irrupción del nuevo gigante. Dijeron que la entente británica, alemana y francesa favorecería la innovación y no perjudicaría ni a los consumidores ni a la competencia.
La teleco de bandera, orgullo de la corona, volvía de esa forma por sus fueros, ahora con más de 35 millones de abonados, el 36 por ciento del negocio de fijo, el 31 por ciento de móvil y con el 50 por ciento del espectro disponible. Esa operación, valorada en 16.250 millones de euros, se resolvió por la vía directa en las Islas, ajena a las intromisiones de Bruselas. Pero si hace 16 días todo eran ventajas y parabienes, la situación ahora se ha volteado como si fuera un calcetín.
El regulador de turno (la Oficina de Comunicaciones del Reino Unido, Ofcom), quizá presa de los nervios, clama al cielo para tumbar la fusión de una empresa española (Telefónica O2) y un operador chino (Hutchison Whampoa), segundo y cuarto operadores de móviles en el Reino Unido, respectivamente. Según Ofcom, la suma de las dos fuerzas crearía el nuevo líder del móvil británico, por delante de BT-EE y Vodafone, y esa novedad podría acabar con la estrategia de precios agresivos que hasta ahora protagonizaba Three (marca de Hutchison).
La presidenta del regulador sectorial, Sharon White, desplegó el pasado lunes toda su artillería para desaconsejar la venta de O2 a Hutchison, este último presidido por el magnate Li Ka-shing, considerado el hombre más rico de Asia. Bruselas desvelará esta semana la suerte de la operación, por lo que el intimidador mensaje de White parecía de todo menos inocente. Lo hizo a través de un artículo publicado en Financial Times.
En su texto destacaba que un hipotético visto bueno a la integración provocaría perjuicios para los consumidores y empresas, derivando en mayores precios, menores oportunidades de elección, riesgos en los acuerdos de compartición de redes y desajustes en el equilibrio entre operadores y el resto del ecosistema.
La presidenta de Ofcom se despachó sin reparar en varios errores de bulto. Primero, por pretender presionar con su retahíla a una Comisión vacunada en coacciones; segundo, por anticipar un encarecimiento de los precios sin consistencia documental; y tercero, por temer por una excesiva concentración de espectro en Reino Unido, cuyo culpable precisamente es la fusión de BT y EE. El regulador comunitario ya vetó la consolidación en Dinamarca (entre Telia y Telenor), para prevenir un encarecimiento de las tarifas, y el tiro le salió rebotado: las subidas tarifarias no han cesado desde entonces. Por el contrario, Bruselas permitió la consolidación en Alemania, Irlanda y Austria, países donde los precios unitarios han descendido o se han congelado. En el caso austriaco, según recuerdan los analistas de HSBC, el elemento dinamizador de las tarifas fueron los operadores virtuales que surgieron gracias a los remedios impuestos por la Comisión Europea. Por el contrario, los servicios móviles en el Reino Unido -con cuatro operadores- han elevado sus precios el 12 por ciento en un año.La compra de O2 se encuentra en el disparadero de Bruselas y los analistas ya se han pronunciado a favor de una fusión condicionada. En el mejor de los casos, la firma resultante deberá desprenderse de frecuencias de móviles, así como de antenas de telefonía.
Un mal menor para O2 y Hutchison y una bendición para nuevos jugadores como Illiad o Sky, ambos con ganas de que el regulador europeo apruebe la operación y les permita plantear batalla a los grandes del negocio.