Así son los bombarderos con los que Francia quiere machacar al ISIS
- Sus Rafale llevan atacando al grupo terrorista desde hace más de un año
- La intervención francesa no tiene el respaldo de la comunidad internacional
- Francia bombardeó al Daesh sólo cinco días antes de los atentados de París
Fernando Puente Domínguez
Los telediarios de los canales de información contínua bombardeaban a su audiencia a última hora del domingo en Europa con la noticia de que Francia había bombardeado posiciones del ISIS como represalia a los ataques terroristas de París. Y sin embargo, no había novedad en la noticia: Francia realizó su primer ataque en Siria hace más de un mes -el pasado 27 de septiembre-... y entonces ya había realizado más de 250 misiones contra el ISIS en espacio aéreo iraquí.
El bombardeo, una respuesta más mediática que efectiva del gobierno de François Hollande, es una etapa más de la ya antigua Operación Chammal, y cuenta con un despliegue más que tibio: 12 cazabombarderos y un par de aviones de apoyo.
La mayor parte del peso de la operación de bombardeo, que no ha sido aprobada por Naciones Unidas pero sí ha contado con apoyo militar directo de Estados Unidos, viene recayendo desde hace meses sobre aviones Rafale ("ráfaga" en francés).
Rafale desde Emiratos
Seis unidades de este caza multipropósito, que forma en la actualidad la punta de lanza del árma del aire de las fuerzas de defensa francesas, están desplegadas en Emiratos Árabes Unidos. Fabricados por Dassault Aviation, pueden rozar los 1.400 km/h a nivel del mar, y volar a una altitud máxima de 50.000 pies (unos 15 kilómetros).
Cuentan con un cañón para proyectiles de 30 milímetros, y pueden llevar armamento hasta sumar los 9.500 kilos. En misiones para atacar objetivos terrestres, el arsenal a su disposición es variado: bombas guiadas de factura estadounidense como las GBU-12, GBU-24 o GBU-49, o francesas como las AASM 'Hammer', y misiles de crucero SCALP-EG o el misil ASMPA (diseñado para llevar una cabeza nuclear).
Con dos motores situados a cada lado del fuselaje, y una única ala en forma de delta, la principal característica exterior de los Rafale es su estabilizador horizontal en configuración Canard: en lugar de mover dos planos horizontales a la altura del timón de cola (atrás), para subir o bajar, en los Rafale esos planos están situados por delante de las alas, casi a la altura de la cabina.
Su coste por unidad oscila en torno a los 70 millones de euros, y su rango de acción es de 1.852 kilómetros. Eso significa que, para actuar sobre Raqqa (situada a unos 2.000 kilómetros de Emiratos), los Rafale han necesitado repostar, al menos, una vez en el aire.
'Espejismo' sobre el desierto
La flotilla francesa adscrita a la Operación Chammal se completa con doce cazas más: seis Mirage 2000N (del francés "Espejismo") y otros seis Mirage 2000D, que operan desde Jordania. Estas aeronaves, que fueron puestas en servicio a mediados de los años 80 y 90 respectivamente, cuentan con prestaciones de velocidad y techo de altitud muy similares a los Rafale (Mach 1,8 de velocidad máxima y 15.000 metros de altura).
La versión 2000N fue diseñada inicialmente para lanzar ataques nucleares, aunque posteriormente fue adaptada a todo tipo de ataques. Su principal característica es un radar de suelo tan preciso que permite al aparato volar a 1.100 km/h a una altitud de unos pocos metros sobre el terreno.
En cuanto a la versión 2000D, fue desarrollada para lanzar ataques de precisión y su capacidad de armamento es tan amplia como la del Rafale. Ambas variantes son biplaza y no han sido exportadas a el extranjero, como sí ha ocurrido con otras versiones del Mirage 2000 que vuelan en países tan diversos como Emiratos Árabes Unidos, Catar, Egipto, Grecia, India, Taiwán, o Perú.
La influencia de Moscú
Pese a que la Operación Chammal se inició en septiembre de 2014, justo un año después Francia decidió que era hora de terminar con su limitación inicial: apoyar desde el aire las operaciones militares que se desarrollaban en Irak.
La decisión apresurada de París de entrar en el espacio aéreo de una Siria en implosión fue interpretada ampliamente entonces como una consecuencia directa de la entrada de Rusia en el teatro de operaciones sirio.
Con Moscú atacando posiciones de Estado Islámico (y de los rebeldes), París no quiso quedarse fuera de un nuevo escenario geopolítico en el que la salida del sátrapa Al Assad había dejado, de pronto, de ser una conditio sine qua non para un acuerdo internacional con doble objetivo: detener la guerra en Siria (uno) para dejar sin espacio en el país al Daesh (dos).
Como consecuencia de ese enfoque nuevo en el terreno pero clásico en términos de Realpolitik ("quien paga los misiles pone las condiciones en la mesa de negociación"), Francia ya había lanzado al menos tres ataques sobre Siria cuando los terroristas irrumpieron en la sala Bataclan.
La última vez que bombarderos galos machacaron posiciones de Estado Islámico en ese país fue la madrugada del 9 de noviembre, menos de cinco días antes de los atentados terroristas sobre París, aunque la información pasó ampliamente desapercibida en los medios de comunicación occidentales.
La nueva doctrina de ataques sobre Siria había sido justificada sin embargo mucho antes por Manuel Valls, primer ministro galo. En el mes de octubre el mandatario defendía "atacar al ISIS (en ese país) basándonos en la legítima defensa, puesto que el Daesh prepara atentados contra Francia". Alors, c'est la guerre.