Empresas y finanzas

Avalancha en los relevos de directivos: cambio de timón en la élite empresarial


    Javier Mesones

    Florentino Pérez y Carlos March son los últimos empresarios en dar el paso hacia un relevo que varias de las firmas más importantes de España, sin un denominador común, han acometido en el último año.

    Florentino Pérez dio el miércoles pasado el primer paso para la que será una retirada progresiva de la primera línea de ACS, de la que en la actualidad es primer accionista con el 12,52% del capital y que ha gestionado con notable éxito los últimos 18 años. Anunció que será en 2016 cuando Marcelino Fernández Verdes, hombre de su máxima confianza y que está enfrascado en la reestructuración y el saneamiento de la alemana Hochtief y la australiana CIMIC (antigua Leighton), filiales del grupo de construcción y servicios, regresará a Madrid para convertirse en el consejero delegado del holding.

    Florentino Pérez, de 68 años, restará así funciones, aunque, eso sí, seguirá como presidente ejecutivo, por lo que la transición no será de golpe como se le intuyó hace un año en una entrevista al programa de La Sexta Salvados.

    Relevo familiar

    El mismo día que el también presidente del Real Madrid ponía fecha (probablemente en los primeros meses del próximo año) para el aterrizaje de quien está llamado a hacerse cargo de toda la gestión del grupo cuando el ingeniero madrileño decida dedicarse a la Fundación ACS, otro ilustre del mundo empresarial español, Carlos March, a punto de cumplir los 70 años, anunciaba su salida de la presidencia de Banca March tras 41 años al frente de la entidad para ceder el testigo, a partir de julio, a su hijo Juan March de la Lastra.

    La familia mallorquina es una de las grandes fortunas de España y, precisamente, a través de su brazo inversor Corporación Financiera Alba, es el segundo mayor accionista de ACS con el 12,15 por ciento del capital.

    La semana pasada el fondo de Abu Dhabi, Ipic, relevó al actual presidente de Cepsa, Khadem Al Qubaisi, como consejero delegado, y nombró a Suhail Al Mazrouei, quien se convertirá, con probabilidad, en el futuro número uno de la petrolera española.

    Son sólo los tres últimos relevos -aún no consumados- en la élite empresarial española, que en el último año ha visto cómo circunstancias muy diferentes ha sustituido las caras de sus mandos principales en importantes compañías. Banco Santander, El Corte Inglés, Iberdrola, Endesa, Grupo Antolín, PwC, Indra, Repsol, Grupo Planeta..., los cambios afectan a varias de las empresas que han escrito la historia industrial y financiera de España.

    No existe, sin embargo, un denominador común que justifique esta regeneración que, por otra parte, poco a poco también está emergiendo en la política española e, incluso, ya ha llegado a la monarquía. En unos casos la avanzada edad o el fallecimiento de los presidentes ha obligado el cambio, en otros ha sido la creciente tendencia hacia el cumplimiento de las buenas prácticas de gobierno corporativo, algunos también se explican por la decisión de dar un impulso a la gestión de la empresa y los hay que derivan de dimisiones precipitadas.

    De Botín padre a Botín hija

    El profesor Josep Tàpies, titular de la Cátedra de Empresa Familiar del IESE Business School, incide en que "no se puede generalizar" en los motivos que han propiciado la oleada de relevos de los últimos meses en las cúpulas de tantas grandes empresas. En ningún caso considera que haya una mayor tendencia hacia la profesionalización de su gestión, ni siquiera en las empresas familiares, al menos en las de un tamaño signitivativo.

    En muchas ocasiones, especialmente en los grupos familiares, se cuestiona que la sucesión deba estar dentro de la propia familia. "Antes sí se pensaba, pero ahora cada vez menos", señala Tàpies, que defiende que dentro de las propias familias "puede haber personas perfectamente preparadas". La sucesión en la presidencia del Banco Santander fue durante años un asunto muy debatido, principalmente por los fondos de inversión, reacios a los 'dedazos' familiares, máxime en una entidad en la que la participación de los Botín -al menos la reconocida- apenas ronda el 1 por ciento. La muerte de Emilio Botín el pasado septiembre precipitó la llegada de su hija Ana Patricia Botín, quien en sólo unos meses se ha ganado la crítica de los inversores con medidas de gran calado.

    Frente a la alargada sombra que dejó el banquero más reconocido de Europa, su padre, Ana Botín, como quiere que se le llame, tomó el timón sin temor a acometer decisiones difíciles. A las pocas semanas de su llegada, la presidenta, que en los últimos años había estado al frente de la entidad en Reino Unido, prescindió del consejero delegado y mano derecha de su antecesor, Javier Marín, para elevar al hasta entonces director financiero José Antonio Álvarez.

    Sólo unos días después del de Botín sobrevino el fallecimiento de Isidoro Álvarez. Heredó el mando de El Corte Inglés su sobrino Dimas Gimeno, quien ya había asumido galones en la gestión de la empresa unos meses antes. Un cambio, por tanto, poco traumático, al menos desde el punto de vista del rumbo de la compañía. Más compleja ha sido la sucesión en el Grupo Planeta tras la muerte de su fundador José Manuel Lara Bosch. El nombramiento del hasta ahora vicepresidente y hombre de confianza del editor, José Crehueras, estaba cantando, pero no todos los miembros de la familia Lara estaban convencidos, según publicaron algunos medios. Crehueras tendrá como consejero delegado al primogénito José Lara. La sucesión generacional también se ha dado recientemente en el Grupo Antolín tras la jubilación de José Antolín.

    La elección del consejero delegado "es la principal función del consejo de administración" para desarrollar las tareas ejecutivas, mientras que el presidente "debe cuidar de que la empresa esté bien gobernada", explica Tàpies. Aún hoy hay empresas que no tienen separadas las funciones ejecutivas y están aglutinadas en el presidente, como ocurre por el momento, por ejemplo, con ACS. Esta situación se opone a lo que se han definido como las buenas prácticas de gobierno corporativo. Varias firmas caminan por esta senda desde hace años y otras han tomado recientemente esta dirección. Así se entiende la elección de Josu Jon Imaz como consejero delegado de Repsol.

    Durante un año compartió las tareas ejecutivas con el que ha sido presidente desde 2004, Antonio Brufau, pero el pasado jueves la junta de accionistas de la petrolera aprobó el traspaso total de todas las funciones directivas al expolítico vasco, quedando el catalán como presidente institucional para los próximos cuatro años. Brufau se aparta así de la gestión de la compañía después de haber sorteado las repetidas peticiones de su cabeza por parte de algunos accionistas de referencia (principalmente la mexicana Pemex, ya fuera del capital).

    En otros casos, el recambio se ha precipitado por la dismisión de los directivos, como sucedió hace unos meses con el consejero delegado de Endesa, Andrea Brentan, a quien sustituyó José Bogas, o la semana pasada con Jaime Carbó, consejero delegado de Deoleo -en pleno proceso de compra por el fondo británico CVC- y a quien le ha relevado el exCoca-Cola Manuel Arroyo. Santiago Bergareche asumió también hace unas semanas la presidencia del Grupo Vocento tras la salida obligada de Rodrigo Echenique, nombra por Ana Botín vicepresidente del Banco Santander. Agustín Martín, de Toyota, ha visto promocionaa su labor y ha regresado a España para dirigir los designios de la filial española en lugar de Jacques Pieraerts.