Empresas y finanzas

Los espacios de trabajo flexibles, la solución para un mundo post-covid

  • Tribuna de Philippe Jiménez, country manager de IWG en España
<i>Philippe Jiménez, country manager de IWG en España</i>

Philippe Jiménez

Hace poco más de un año, la OMS declaró pandemia del Covid-19. Para entonces, ya habíamos sido testigos de cómo primero en China y más tarde en otros lugares dolorosamente más cercanos, como Italia, las personas quedaban confinadas. De repente, nosotros también nos vimos obligados a recluirnos en nuestras casas durante meses y a hacer todas nuestras vidas desde estos espacios.

Nuestros hogares hicieron de colegios, espacios de entretenimiento, salas de videoconferencias y oficinas. Muchos han afirmado que el coronavirus es uno de los impulsores del teletrabajo, sin embargo, no hay nada más lejos de la realidad que esta afirmación: el trabajo flexible lleva décadas en proceso de implementación, la pandemia solo ha acelerado esta tendencia.

Hace décadas que comenzó el cambio hacia el modelo del trabajo flexible. Este concepto se asocia normalmente al teletrabajo, pero es un modelo mucho más rico que combina la presencialidad y el trabajo en remoto. Se trata de adoptar una filosofía ágil que abarca muchas otras áreas que van más allá del emplazamiento de la oficina. Por ejemplo, la conciliación entre la vida personal y la laboral están muy ligadas a la ubicación (o ubicaciones) de trabajo. Un estudio realizado por la consultora inmobiliaria CBRE en septiembre de 2020 demostraba que las oficinas flexibles son una alternativa cada vez más atractiva: el 86% de las multinacionales que participaron en la encuesta afirmó que este tipo de espacios ganará peso en sus estrategias futuras, frente al 73% que respondió a la firma en junio.

Las posibilidades que nos ofrece la tecnología permiten democratizar el área de trabajo

El interés del individuo por cuidar todas las facetas de su vida ya estaba en auge antes de la pandemia y la revolución tecnológica fue la que desencadenó el proceso. Las posibilidades que nos ofrece la tecnología permiten democratizar el área de trabajo y representa una oportunidad para las empresas y sus trabajadores a la hora de reducir costes así como en la retención y atracción del talento. La llegada del coronavirus ha hecho que este sistema sea, más que una meta, una necesidad para hacer frente a los retos que nos plantea esta situación sin precedentes.

En IWG llevamos más de 30 años abogando por ofrecer a cada empresa un espacio de trabajo que se adecúe a sus necesidades específicas para desarrollar sus objetivos profesionales de la manera más eficiente a la vez que aseguran el bienestar de sus empleados. Más allá de la reducción de viajes innecesarios, este método es más sostenible, ya que reduce los desplazamientos y por lo tanto la huella de carbono, y aumenta la productividad. No todo es positivo, por supuesto, y el trabajo flexible se enfrenta a riesgos tanto tecnológicos, la seguridad de datos, por ejemplo, como culturales, entre los que se encontraría la resistencia de los directivos, pero los beneficios pesan más.

En un primer momento, las oficinas flexibles atraían perfiles laborales menos convencionales, como autónomos y entrepreneurs, ya que se ajustaba más a su modo de vida. Sin embargo, esta tendencia ha cambiado radicalmente pues los espacios flexibles gozan precisamente de eso, de una flexibilidad que se adapta a las necesidades de cualquier empleado, de cualquier sector, y cualquier tipo de compañía, pymes o multinacionales, globales o nacionales.

Es innegable que ha habido un cambio en las empresas y en la forma en la que la gente quiere trabajar para ellas. Ofrecer este tipo de espacios no será una alternativa sino una necesidad para que las distintas compañías puedan capear la tormenta y retener el talento. La revolución del trabajo flexible va mucho más allá del teletrabajo. El teletrabajo no va a desaparecer, sin embargo, no es la solución definitiva a tiempo completo. Por ejemplo, tiene consecuencias muy negativas en el trabajador, como el cansancio, aislamiento o la falta de solución ante problemas técnicos.

¿Qué opción nos queda, en ese caso? Si el modelo tradicional ha quedado obsoleto y el teletrabajo no es una solución definitiva. La respuesta es sencilla: el trabajo híbrido. Dar la capacidad de elección al empleado, desde ahora el derecho a decidir será básico de cara a la captación y retención de talento. Más allá del empoderamiento del trabajador, las corporaciones también ganan con el cambio: el ahorro de costes o la retención o búsqueda del talento en cualquier lugar del mundo. Cabe preguntarnos, ¿Desaparecerán las oficinas tradicionales? Por supuesto que no, pero tendrán que adaptarse, así como lo tendrán que hacer las urbes ante el futuro del trabajo, uno de los pilares básicos de la sociedad.