El Parlamento británico y el Ejecutivo irlandés aún deben dar su visto bueno a la fórmulaLa resolución temporal de la cuadratura de la frontera con Irlanda ha permitido el acuerdo, pero las dudas persisten y los unionistas del Ulster han advertido de que queda "trabajo por hacer". Tras meses de parálisis por la factura del divorcio, el linde entre la República y la provincia se había erigido en el gran escollo de la negociación, por lo que los compromisos estipulados ayer en el documento de 15 páginas que certificó el desbloqueo deberán probar que cuentan con garantías suficientes para satisfacer las exigencias de Dublín y de Belfast sin poner en riesgo el proceso de paz. Tanto Reino Unido como la Unión Europea aspiran a mantener la libre circulación de bienes, para así impedir la necesidad de controles fronterizos. El DUP, por su parte, rechaza que Irlanda del Norte tenga un trato diferente al resto del territorio británico, una vez consumada la ruptura. Afecta sólo a la isla El pacto de ayer recoge específicamente la ambición de evitar una "frontera dura" y mantiene que, si finalmente no hay acuerdo comercial entre Londres y Bruselas, Reino Unido mantendría "alineamiento pleno" con los elementos del mercado común y de la unión de aduanas que afectan a Irlanda, como la agricultura, o la energía. Michel Barnier puntualizó ayer que este alineamiento afectaría solo a la "isla de Irlanda", en lugar de a todo el territorio británico, pero está por ver cómo esta apuesta es compatible con el compromiso de que no haya "nuevas barreras regulatorias" entre el Ulster y el resto de Reino Unido, de modo que los negocios norirlandeses continúen con "acceso sin restricciones" al mercado doméstico. De momento, las seis promesas explícitamente recogidas para Irlanda del Norte han servido para ganar el favor del DUP, un partido que había apoyado el Brexit y que había amenazado con retirar el apoyo al ejecutivo en minoría de Theresa May si la pertenencia del Ulster a la unión británica quedaba en entredicho. La referencia a la "integridad constitucional y económica d Reino Unido" del texto de ayer significa para los unionistas que "no hay una línea roja en el mar de Irlanda", pero la materialización de esta ambición sigue siendo una incógnita. El artificio semántico empleado ayer favoreció el acuerdo, pero su durabilidad es cuestionable, dada la incompatibilidad de apuestas que, por si fuera poco, deberán ser admitidas por el Ejecutivo de Irlanda y un Parlamento británico altamente divido en torno al Brexit. El "alineamiento regulatorio" constituye un concepto lo suficientemente amplio para permitir hablar de futuro, lo difícil será implantarlo si ello supone que un Reino Unido que había votado por la ruptura para recuperar su soberanía se ve obligado a aceptar reglas comunitarias sobre las que ya no tiene ni voz, ni voto.