Con la cuenta de resultados enderezada -duplicó las ganancias hasta 1.164 millones en 2016- y una trayectoria bursátil más que positiva, Jaime García-Legaz asume la presidencia de una empresa cuyos mayores retos pasan por impulsar el crecimiento, fundamentalmente a través de su expansión internacional, y por enfrentar posibles nuevos conflictos laborales. García-Legaz tendrá que lidiar con la presión del segundo máximo accionista de Aena, el fondo de inversión británico The Children's Investment (TCI). La firma presidida por Chris Hohn se muestra muy contrariada por las cortapisas que supone para el gestor aeroportuario su consideración de empresa pública. Una queja compartida por el anterior presidente, José Manuel Vargas. Sin embargo, el arco parlamentario actual hace inviable una venta adicional de Aena por parte del Estado y, en consecuencia, su privatización efectiva. Ese control es precisamente contra lo que ha chocado hasta ahora Aena para fomentar su internacionalización. Durante el mandato de Vargas, el grupo tomó el control del aeropuerto de Luton, en Londres, en la que ha sido su única incursión en el exterior. Lo intentó en otros procesos de licitación en países como Brasil, pero siempre se topó con la negativa de la Oficina Económica de Moncloa u otros organismos superiores. Su paso por la política y por el PP deberán servirle para sortear los escollos en su salto a Estados Unidos y Latinoamérica. El otro frente será el laboral, ya que después de la crisis de El Prat con Eulen de este verano, en el sector apuntan a que en el futuro podrían surgir nuevos frentes similares con empresas privadas en otros aeropuertos españoles.