¿Será un canadiense que extravió uno de sus incisivos la noche antes de su encuentro con un expresidente de EEUU el sucesor natural de una leyenda como Warren Buffett? Algunos apodan ya a Greg Abel, el vicepresidente que controla todos los negocios no relacionados con las aseguradoras así como las operaciones energéticas de Berkshire Hathaway, como el Oráculo de Ed-monton, su ciudad natal.El pasado sábado, cuando el conglomerado con sede en Omaha, Nebraska, celebró virtualmente su tradicional junta de accionistas, esta vez huérfana de fanfarrias y feligreses por el azote de la pandemia, este directivo de 57 años fue uno de los responsables de responder a las cuestiones planteadas por los accionistas. Guardando las distancias de su maestro y supliendo la presencia de Charlie Munger, el brazo derecho de Buffett que a sus 96 años no participó en el encuentro, Abel dio la talla."Warren siempre ha buscado gestores que sepan cómo aumentar la cuota de mercado y reducir la proporción combinada, es decir, que logren que la firma opere de la forma más rentable, pero a su vez obtengan un precio completo sin perder volumen", revela a este periódico Tom Russo, socio y miembro gerente de Gardner Russo & Gardner, con una inversión en Berkshire que asciende a casi los 2.000 millones de dólares. "Hay que ser un genio para hacerlo y, en estos momentos, Abel tiene mano libre para tomar este tipo de decisiones", añade.Quienes conocen bien al responsable de gestionar la cartera de empresas que incluyen a Duracell, Fruit of the Loom o Dairy Queen, por mencionar algunas, le definen como ferozmente inteligente, hipereficiente y humilde. Es por ello que este contable que se formó en la Universidad de Alberta y militó en las filas de PricewaterhouseCoopers, suele recordar con humor una jornada en particular.Por aquel entonces presidía Mid-American Energy Holdings, en Des Moines, Iowa, y consciente de que el expresidente de EEUU, George H.W. Bush, estaría en dicha ciudad donde su hijo tenía planeado anunciar su candidatura a la Casa Blanca, logró que el republicano aceptase ser trasladado desde Las Vegas, Nevada, a cargo de la empresa liderada por Abel, quien buscaba debatir un asunto energético con el veterano político. La noche antes, en su hotel, este ejecutivo cuya afición por el hockey le costó algunos problemas con su dentadura, retiró una corona temporal en uno de sus dientes frontales, mientras cenaba en la soledad de su alcoba. Sin percatarse, depositó su incisivo en la bandeja, que posteriormente dejó en el pasillo. Más tarde, mientras se cepillaba los dientes, se percató del vacío en su sonrisa. Cuando frenéticamente salió al rescate del azafate, no pudo hacer nada por recuperar su implante. Al día siguiente, tuvo que explicar a Bush padre lo ocurrido para justificar la evidente cavidad. Desde entonces, el mandatario se refirió humorísticamente a Abel como el canadiense desdentado.De regreso a la actualidad, el lógico delfín de Buffett, quien comparte responsabilidad en el consejo de Berkshire con Ajit Jain, el encargado de supervisar las negocios de seguros, dio una idea a los inversores el pasado fin de semana de cómo las operaciones del conglomerado se ajustan al nuevo panorama económico desatado por el coronavirus. En el primer trimestre, la compañía registró una pérdida neta de 49.750 millones de dólares. En su defensa, eso sí, los beneficios operativos aumentaron a 5.870 millones de dólares y la caja asciende ya a los 137.000 millones de dólares.También respondió a cuestiones como las condiciones de financiación, garantizó la capacidad de Berkshire de seguir generando valor una vez que Buffett no esté y neutralizó un posible revés de algún accionista rebelde cuando esto suceda. "Sin Warren y Charlie al frente, no veo que cambie la cultura de Berkshire", dijo Abel. "Una gran parte de ello ocurrirá porque tenemos la perspicacia comercial para comprender la transacción, las perspectivas económicas y la capacidad de actuar rápidamente", justificó.En sus breves momentos de asueto, tras agotadoras jornadas supervisando operaciones multimillonarias, Abel hace gala de su obsesión por el hockey. Su tío, Sid Abel, es un miembro del Salón de la Fama que jugó para los Detroit Red Wings desde 1938 y posteriormente fue comentarista de televisión. Cuando no entrena al equipo de lacrosse o hockey de su hijo pequeño, fruto de su segundo matrimonio (cuenta con tres hijos adultos del primero), suele salir de caza a codornices en Georgia, con amigos cercanos.Buffett ha expresado abiertamente que Abel cuenta con uno de los mismos dones que el mismísimo Oráculo de Omaha, es decir, saber cómo gestionar el capital de Berkshire, que agrupa a más de 80 compañías y también incluye una descomunal cartera en bolsa, que en estos momentos gestionan Ted Weschler y Todd Combs. El canadiense también ha sido el arquitecto del imperio energético de Berkshire mientras Meyer Shields, analista de Keefe, Bruyette & Woods, resaltó en una nota a sus clientes que la forma en que el multimillonario inversor se refirió a Abel el pasado sábado señalan "contundentemente" que éste tomará su testigo.