Las opiniones de los epidemiólogos son dispares, pero hay una cosa en común: Europa tardó en actuarCon cuentagotas van llegando los resultados de estudios sobre coronavirus. Un análisis genético, realizado por expertos del Instituto de Investigación Scripps (en Estados Unidos) ha descartado que su origen sea un laboratorio o, lo que es lo mismo, que nos encontremos ante un virus "prefabricado". Según Kristian Andersen, uno de los autores, "a partir de la secuencia de su genoma podemos determinar firmemente que tiene su origen en procesos naturales".También se sabe que puede propagarse a partir de pacientes recuperados, aunque el contagio es menos intenso. El hallazgo se basa en dos trabajos con pocos pacientes, pero aporta un dato positivo: los virus que siguen en el organismo cuando la persona ya no sufre síntomas suelen ser patógenos frente a los cuales el sistema inmune ha desarrollado una defensa eficaz. También sugiere que quien supere la enfermedad no volverá a contraerla.La experiencia que se ha obtenido de episodios epidémicos anteriores hace que la perspectiva de los historiadores, tradicionalmente al margen de las ciencias de la salud, sea más interesante que nunca, dice en la revista The New England Journal of Medicine David S. Jones, de la Universidad de Harvard. En su descripción de la pandemia, la experiencia sugiere que se atravesarán tres fases. En la primera, las señales son sutiles, y tienen que ver con la protección de la economía y la necesidad de certeza, por pequeña que sea, mientras que la población tiende a ignorar las advertencias sobre prevención… hasta que las cifras de enfermedad y fallecimientos fuerzan a reconocer la situación.El reconocimiento da paso a la exigencia de explicaciones sobre cómo se ha llegado a la situación, dando lugar a un periodo de tensión, y finalmente llega su conclusión. Antes de ese punto, el daño que pueden hacer los miedos exagerados o la alteración de las prioridades es muy variable. El balance final dependerá de su control. En el caso del coronavirus, este experto considera que la agresiva respuesta de China al brote inicial, sobre todo en cuanto a limitaciones impuestas en la movilidad de la población, puede haber retrasado el contagio en el tiempo. Los historiadores ofrecen referencias, pero son más reacios a hacer predicciones. Sus colegas epidemiólogos se han aventurado a calcular que lo más probable es que la mitad de la población mundial acabe contagiada cuando lleguemos al final de 2020. Ya hemos asistido a encendidos debates entre algunos de ellos, quizá el más célebre fue el que protagonizaron Marc Lipsitch (Harvard) y John Ioannidis (Stanford). El primero calculó que puede infectarse entre el 40% y el 70% de la población mundial. El segundo consideraba hace solo unos días que las medidas de contención adoptadas por los gobiernos eran desproporcionadas.Detección precozLas sociedades científicas y profesionales que representan a los médicos se inclinan por medidas similares: detección precoz, diagnóstico precoz, aislamiento de los casos y cuarentena de los contactos. También insisten en que es crucial que el personal hospitalario aquejado de sintomatología leve deje de acudir al hospital. Ahora que las curvas epidemiológicas se han convertido en el nuevo pronóstico meteorológico para muchos ciudadanos, y en la guía para que las autoridades adopten medidas de contención, expertos como Paolo Vineis, un epidemiólogo italiano que asesora a su gobierno desde su despacho en el Imperial College de Londres, ha sido uno de los primeros en advertir que recopilar datos es tan importante como difícil en las presentes circunstancias.Ildefonso Hernández Aguado, ex director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad y Política Social entre 2008 y 2011, opina que siempre hay que prestar atención a la Historia, y que sería deseable que esta vez aprendamos de ella, poniendo toda la inteligencia colectiva al servicio del mejor conocimiento. Para Hernández Aguado, la respuesta de Europa ha sido tardía por falta de conocimiento. También considera que hasta que la crisis se resuelva no se van a saber con seguridad cuáles son las medidas óptimas para lograr un equilibrio entre la salud y la economía, con el matiz de que la segunda, a su vez, tiene consecuencias en la salud. "Seguimos sin saber si hay inmunidad, ni cuántas personas son asintomáticas, estamos en una fase en la cual existen muchas variables desconocidas", advierte.También reconoce que ni las respuestas a las epidemias ni las conductas de los ciudadanos han cambiado mucho, recordando un documento de las autoridades de Burgos de hace más de cien años. En él se lamentaba que grupos de jóvenes burgaleses se desplazaran para acudir a diferentes fiestas comarcales en plena epidemia de gripe de 1918.