No es una cuestión, por tanto, de que Brasil tenga un sistema fiscal favorable a los ricos, tal como aseveraban los economistas Sérgio Wulff Gobetti y Rodrigo Octávio Orair, responsabilizando especialmente a la exención del 100 por ciento por dividendos en el impuesto de la renta personal (Brazilian Journal of Political Economy, abril-junio de 2017). Los impuestos personales (especialmente las cotizaciones sociales) son ya de por sí notablemente elevados, suponiendo el 47 por ciento del total de la recaudación en 2017 según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).Este camp o es el segundo de actuación del Gobierno Bolsonaro, el cual afrontará al mismo tiempo una limpieza a fondo del sector público y la reordenación del sector público empresarial que se encuentra altamente endeudado y con pérdidas continuas de competitividad. En una reciente entrevista del presidente del Congreso Rodrigo Maia en Financial Times, la tarea prioritaria del Estado es la de que el ciudadano deje de percibirlo como "demasiado caro, demasiado autoritario y que beneficia a muy poca gente".A pesar de la tendencia mayoritaria en los analistas políticos que meten en un mismo saco a Bolsonaro con los Kirchner, AMLO o Donald Trump, nada tiene que ver lo que está ocurriendo en Brasil con otros países del continente americano. La mejor forma de ahuyentar al fantasma populista es una agenda potente de reformas estructurales que permitan fortalecer el crecimiento tendencial de la economía y la haga más flexible y más abierta hacia el exterior.