Matteo Salvini declaró ayer tras una reunión con el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, que: "Vayamos directos al Parlamento para reconocer que ya no hay una mayoría (...) y demos rápidamente la palabra a los votantes", ante la imposibilidad de resolver las diferencias en el seno de la coalición gubernamental. Así es Matteo Salvini. Y así ha sido siempre su trayectoria en todos los cargos de su vida. Un quiero y no puedo en política, donde nunca parece acabar las cosas que empieza. Ultraderechista, xenófobo, tránsfobo y machista. Esos son los adjetivos que acompañan a cada una de sus medidas. Sin achantarse ante nadie, no tiene reparo en hacer desplantes a autoridades y cargos con los que incluso debería reunirse. Al más puro estilo Jesús Gil, se pasea por la playa mientras amenaza con la convocatoria de elecciones anticipadas. Las encuestas trabajan a su favor. Le arrojan una estimación de voto de hasta un 38 por ciento. Un resultado espectacular, de ser cierto. Si el ego populista italiano llevase ahora mismo una cara, sería la del ministro de Interior de Italia, Matteo Salvini, y líder de los partidos Liga Norte y Nosotros con Salvini. Se trata del hombre que, siendo más conocido como "el Capitán", ha sufrido más naufragios antes de arribar a un buen puerto, hasta llegar a las elecciones generales italianas de 2018, donde desbancó al que siempre se creía su superior, Silvio Berlusconi, líder del partido conservador liberal Forza Italia. Hasta llegar a uno de los puestos más altos e importantes de la política italiana, Matteo Salvini (Milán, 1973) ha saltado etapas cruciales en su vida, que crearon el talante que defiende a día de hoy. El joven político que, de concurso en concurso de televisión iba defendiendo sus orígenes con un "soy milanés, no soy cualquier cosa", llegó mucho antes que a la ultraderecha a defender al comunismo y el independentismo vasco, luciendo una bandera de esta región y un pin del mismísimo Ché Guevara. Empezó los estudios de Ciencia Histórica en la Universidad de Milán, pero nunca se llegó a graduar. Lo único que mantiene intacto es el amor por el equipo de su ciudad natal, el A. C. Milan. La misma ciudad de la que se siente tan orgulloso le acogió como concejal cuando solo tenía 20 años. De ahí, a su gran salto en política con la irrupción en el Parlamento europeo en 2004 en el grupo de los No Inscritos. Para seguir en su línea, en 2009 formó parte de la formación Europa de la Libertad y la Democracia para en 2014 volver a los No Inscritos. Un año después, participó en la creación de la Europa de las Naciones y Libertad con partidos de ultraderecha como el Frente Nacional francés, liderado por Marine Le Pen, con la que mantiene una estrecha colaboración política y simpatiza con el euroesceptismo, puesto que Salvini rechaza la moneda única y tiene un Plan B para un abandono del euro, al que considera un fracaso. No es solo antieuropeo, sino también se manifiesta contrario a la OTAN por sus enfrentamientos con Rusia y a todo aquello que haga referencia a una política civilizada para organizar la migración. Además de todo esto, tiene relación con la casa Pound (equivalente a Hogar Social) para no dejar dudas de su homofobia y transfobia. Salvini se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo, a la adopción de homosexuales o a facilitar los procesos de reasignación de género. La guinda del pastel la pone con declaraciones públicas creando alarma sobre las vacunas y el riesgo que ello puede conllevar en los niños. La misma postura que mantienen sus dirigentes antivacunas, como Massimiliano Fedriga, el mismo que acabó ingresado en el hospital por varicela. Y es que Salvini defendió públicamente en RadioStudio54: "Pienso que diez vacunas obligatorias son inútiles y en bastantes casos casi peligrosas, si no dañinas". Mientras, alguno de los senadores del Partido Demócrata se pregunta: "¿Existe una vacuna contra las salvinadas para hacerla obligatoria?". Es el mismo que defendió "aspectos positivos" de la dictadura de Benito Mussolini, y que ganó adeptos en el nuevo panorama político italiano con un discurso agresivo y provocador. Una drástica postura xenófoba que obtuvo, al contrario de lo esperado, muchos simpatizantes. Su frase estrella en los mítines: "Soy uno de vosotros", tuvo resultados positivos en cuanto a su popularidad. Con medidas clave para su estrategia política como la destrucción de campamentos gitanos, el rechazo de los inmigrantes que naufragaban en el mar y contrario a la ley migratoria comunitaria. Posturas que alimentan las tensiones entre sus socios en sus intenciones con sacar adelante una ley que sanciona a las ONG que rescatan migrantes en el Mediterráneo. El argumento que utiliza para excusarse en esta materia es la intención de acabar con las mafias de tráfico ilegal de personas. Pero en la práctica es otra cosa. "¡Misión cumplida!" fue la frase que publicó cuando España acogió el buque Aquarius con 600 personas a bordo. El político italiano, alejado de Vox, que defiende la unidad de España, postula la independencia entre el Norte y el Sur de Italia, marcando las diferencias sociales y económicas de estas regiones.