Inteligencia a cualquier escala
- La UE dedica 2.500 millones a hacer más competitivas las empresas
En enero se pone en marcha en Europa el Programa para la Competitividad de las Empresas y las Pymes (Cosme, según sus siglas en inglés), que cuenta con un presupuesto de 2.500 millones de euros. La internacionalización de las pequeñas y medianas empresas es uno de los ejes esenciales de esta estrategia de competitividad impulsada por Bruselas.
De eso, de internacionalización, saben cada vez más las pymes españolas, responsables en buena medida de esa cifra récord de 119.000 millones de euros en exportaciones logradas en el primer semestre del año y que aligeran considerablemente nuestro déficit comercial. Seguro que hacen buen uso de las iniciativas de Cosme. Son loables: facilitar el soporte institucional para emprender fuera de las fronteras nacionales; proporcionar acceso a la financiación; fomentar entornos favorables para el desarrollo de los negocios; impulsar la cultura emprendedora y apoyar estrategias de competitividad sostenibles. A priori todas ellas son positivas aunque considero necesaria también algún tipo de iniciativa a desarrollar en el seno de las pymes, algo que ya es imprescindible en cualquier proceso de internacionalización.
Inteligencia competitiva
Hablo de incorporar a la gestión diaria de los pequeños negocios el concepto inteligencia competitiva, es decir, captación, almacenamiento y gestión analítica de los datos para convertirlos en un conocimiento inteligente que ayude a tomar decisiones clave en los negocios.
Si la Unión Europea está preocupada por la competitividad de empresas y pymes, debería dedicar espacio al impulso de la inteligencia dentro de ese ámbito. Se trata de algo muy utilizado en las grandes corporaciones y sin embargo, desconocido en pequeños y medianos negocios que lo consideran necesario pero inalcanzable. La inteligencia competitiva es modulable y, por lo tanto, adaptable a todas las escalas de negocio. Cualquier pyme que sale al exterior tiene que adecuar a su escala su plan de inteligencia competitiva y empezar a digerir información desde el instante en que se lo plantea.
Hay información esencial que todas manejan, como situación de los mercados, competidores, modelos locales de financiación, sistemas de pagos, logística, sistemas legales, fiscales y normativos, que es imprescindible para operar fuera. Pero hay otro tipo de escrutinio que pocos se plantean y que cada vez tienen una influencia mayor en el desarrollo de los negocios. Es la que denominaríamos información de riesgos. Va mucho más allá de los aspectos puramente financieros en las operaciones exteriores e incluye, entre otros, los riesgos políticos, sociales, ambientales y reputacionales. Muchas pymes pasan de largo sobre estas cuestiones, que consideran fuera de su ámbito de negocio, mostrándose satisfechas con sus informes sobre probabilidades de cobro de sus facturas en los nuevos mercados y sus conocimientos sobre manejos administrativos locales. Sin embargo, se llevan enormes sorpresas cuando sus actividades en el exterior se van al traste por un simple cambio de concejales, la implantación de normas nuevas que rompen sus esquemas de negocio, el nacimiento de estados de opinión contrarios a sus productos u otras circunstancias similares que generan abultadas pérdidas.
Riesgo de impagos
Además, otro de los riesgos a los que se enfrentan las empresas son los impagos. Así el índice de riesgo indica que una empresa con un margen de beneficios del 2% tendría que facturar 25.000 euros más para compensar unas pérdidas por impagos de 500.
Esto significa que por cada euro que pierde una empresa por impago, tendrá que vender 50 euros más, teniendo en cuenta un margen de beneficios del 2%, a lo que aspiran muchas empresas en el momento actual.
Por eso es importante también contar con un experto, que conozca el país, su legislación, su lengua y cualquier información que pueda ser de utilidad a la hora de agilizar los procesos de internacionalización de una empresa.
Por lo general estas circunstancias no surgen de un día para otro, sino que llevan tiempo gestándose y que un adecuado sistema de inteligencia corporativa, de captación y análisis de información para generar conocimiento clave para el negocio, habría detectado. El Programa Cosme hubiese sido un buen espacio para el desarrollo de esta cultura de la inteligencia para el negocio, pero ha preferido centrarse en lo clásico de la financiación y la cultura emprendedora.
Otra vez será.
Luis Salvaterra, director general de Intrum Justitita