Elecciones Generales 20D

El debate no decisivo que sí rompió el molde

    Los participantes del debate. <i>Imagen: Efe</i>

    Víctor Arribas

    Si algo ha cambiado el mega-debate electoral al que hemos asistido esta semana, no es precisamente el sentido del voto de la mayor parte de los indecisos (el 41%, según el CIS). Lo podremos comprobar en las próximas encuestas, pero no es difícil aventurar que pocos electores decidieran orientar su sufragio en un sentido o en otro después de contemplar las dos horas de confrontación televisiva. Hay algunos elementos que sí han cambiado para siempre, como el concepto de la telegenia en la política. Y para demostrarlo nos vamos a remontar más de medio siglo atrás. | ESPECIAL ELECCIONES 20D.

    El 26 de septiembre de 1960 se transmitió por radio y televisión en Estados Unidos el debate electoral entre los dos candidatos a la presidencia del país, el republicano Richard Nixon y el demócrata John F. Kennedy. Fue un gran acontecimiento mediático, sin el gran show montado en España en esta ocasión, pero ha pasado a los anales de la comunicación. Setenta millones de espectadores lo siguieron en sus hogares y sacaron las conclusiones que han establecido las bases de lo que es un buen y un mal candidato a efectos de imagen en las democracias occidentales. Nixon despreció cuidar su imagen, no quiso que le pusieran maquillaje, usó un traje gris que no se distinguía del fondo en la pantalla de blanco y negro, y transpiró ostensiblemente durante las fases determinantes del cara a cara. Su adversario, un joven y apuesto Kennedy, se presentó a los estudios descansado, radiante, bronceado tras haber dedicado un par de horas por la mañana a tomar el sol. Y jamás se mostró inseguro ni sudoroso durante el debate. El resultado en la percepción colectiva sobre el programa fue insólito. Los que lo habían escuchado por radio creyeron que los dos candidatos habían estado a la altura, e incluso que Nixon superó a su oponente con el argumentario republicano. Sin embargo, los que siguieron el debate por televisión otorgaron abrumadoramente la victoria a Kennedy, apuntalando por primera vez la importancia de la imagen en las contiendas electorales. El demócrata se había adaptado al lenguaje de la imagen y a los códigos de la tv, un nuevo medio que desde entonces ha sido decisivo en la política mundial.

    Este axioma se ha roto con el debate "a cuatro" exhibido en España. La telegenia ha muerto, como aparentemente han fenecido también muchos de los valores tradicionales de la política española con la llegada de nuevos y jóvenes actores, con una extraordinaria capacidad embaucadora y un rifle de repetición de ideas a velocidad supersónica en su oratoria. Según todas las encuestas realizadas en medios digitales españoles tras el debate el ganador ha sido Pablo Iglesias, el candidato que se presentó en mangas de camisa, pantalones vaqueros y que tuvo momentos de ostensible sudoración. O la telegenia de Kennedy ha muerto, o las encuestas que se han hecho no son creíbles y no muestran la percepción real que los españoles tienen de lo que vieron la otra noche.

    Aquí no se cuestiona el atuendo ni la imagen del señor Iglesias en acontecimientos como éste, al contrario: se defiende la libertad individual por encima de convencionalismos. Pero se constata que aquello que parecía ser válido desde hace décadas, lo que tantos miles de candidatos políticos en el mundo han cuidado en sus campañas, aparentemente ya no sirve. ¿O sí?.

    El debate del 7-D no ha servido para definir el voto de un porcentaje amplio de indecisos, porque las consignas de los intervinientes han sido las de siempre, las que el público ha escuchado en los platós de televisión durante cuatro interminables años. No ha sido ni mucho menos el debate decisivo como se dice, al menos para decidir la mayoría que gobernará tras el día 20. Pero sí lo ha sido para romper ¿definitivamente? un molde que permanecía intocable desde aquella noche de septiembre de 1960.