Editoriales

Airbnb: mejoras aún pendientes


    elEconomista.es

    La plataforma de alquiler turístico, Airbnb, ya no sólo ofertará viviendas particulares. Su página en Internet también dará cabida a habitaciones de hotel, a través de acuerdos con cadenas que operan en este sector. A primera vista, puede llamar la atención esta alianza de dos tipos de actores económicos que aparecen como enemigos naturales.

    Pero en todos los ámbitos se dan alianzas semejantes entre empresas tradicionales y representantes de la nueva economía online. Véase el caso de Telefónica y Netflix o de la alianza con Amazon que El Corte Inglés explora.

    En el caso del alojamiento vacacional, además, las ventajas son obvias. El turista digital busca ofertas que se ajusten con cada vez más precisión a sus planes de viaje y, bajo esa premisa, no tiene prejuicios a la hora de recurrir a pisos particulares o habitaciones de hotel. Con todo, en lo que a Airbnb respecta, es también inevitable ver en esta estrategia un intento de hacer frente a la cada vez más exigente legislación con la que se encuentra en las ciudades más visitadas del mundo.

    Esta diversificación, sin duda, tiene ventajas para su negocio (y para el propio de los hoteles), pero no puede ser la única respuesta que la multinacional ofrezca a los problemas que su actividad tradicional ha planteado. Durante años, Airbnb se ha refugiado tras el rol de un mero intermediario entre usuarios para permitir que una oferta incontrolada de alojamientos sin ningún tipo de licencia accedieran a su página en Internet.

    Muchas de estas viviendas eran ilegales o, en el peor de los casos, inexistentes, ya que se usaban como ganchos para estafas. La multinacional tiene que dar más pasos hacia un cumplimiento escrupuloso de la ley, que garantice que esas prácticas están erradicadas.