La rigidez, el problema de la Sareb
elEconomista.es
La Sareb, el vehículo diseñado por Economía para desenladrillar al sector financiero español, renquea de forma preocupante. De acuerdo con los datos que ayer presentó el propio banco malo, sus pérdidas ascendieron a 585 millones de euros el año pasado, un 124% más con respecto a 2013.
No supone ningún atenuante alegar que las provisiones exigidas por el Banco de España engordaron esas cifras; descontando los extraordinarios, los números rojos aún fueron de 125 millones y, en total, el agujero que la Sociedad arrastra asciende a 846 millones.
Semejantes pérdidas, acumuladas en tan sólo dos años de vida, delatan que la entidad presenta un grave problema de base, que ni siquiera el despertar del mercado inmobiliario en España podrá solucionar, tal y como dejó entrever el presidente de la Sareb, Jaime Echegoyen.
Tampoco servirá tomar atajos del estilo de los que buscó su antecesora en el cargo. Belén Romana llegó al extremo de prestar dinero (público) gratis a los fondos interesados en adquirir activos a la Sareb, en su afán desesperado por acelerar las ventas. Es uno de los muchos puntos negros de la gestión personalista de Romana, entre los que también figuran las dificultades que impuso a inmobiliarias viables para poder salir del concurso de acreedores.
Tras la dimisión de su primera presidenta, la Sareb debe replantearse de raíz un modelo de venta de activos caracterizado por su extrema rigidez. Algo falla de forma flagrante cuando, en procesos que se dilatan hasta cinco meses, de 50 inversores institucionales a los que se convoca, sólo entre 2 y 3 acaban dando órdenes de compra. La entidad semipública no puede permitirse esos registros ni renunciar a ofrecer rentabilidad.