Editoriales

Editorial: Falta coordinación en el Gobierno y una hoja de ruta para la reforma financiera

  • La incertidumbre no ayuda a los ciudadanos a encarar los sacrificios


Lo que está sucediendo con Bankia y con la reforma del sistema financiero pone de manifiesto una falta absoluta de timing del Gobierno, el Banco de España, los responsables de las entidades financieras, la CNMV y todos los actores implicados de una u otra forma en este asunto.

Después de que el lunes se filtrara que Economía obligaba a Rato a dejar Bankia, es inexplicable que alguien en el Ejecutivo pudiera pensar que el asunto podía esperar hasta el viernes. El economista Donges recordaba ayer en este periódico que "sobre asuntos financieros no se discute en público".

Como era previsible, la repercusión ha sido de tal magnitud -ayer la bolsa cerró al nivel más bajo desde octubre de 2003 y la prima de riesgo alcanzó los 456 puntos- que hubo que adelantar soluciones deprisa y corriendo. Por la mañana se reunió el consejo de Bankia y nombró presidente a José Ignacio Goirigolzarri, por la tarde se convocó el consejo de Banco Financiero y de Ahorro (BFA), matriz de Bankia (posee el 45 por ciento), para tomar la decisión de nacionalizar el 95 por ciento de su capital y, por tanto, de nacionalizar el 45 por ciento de Bankia.

No se ha dado una explicación institucional clarificadora ante acontecimientos tan graves, que alarman a los 10 millones de clientes de la entidad y a sus 400.000 accionistas. La política de comunicación del Gobierno falla estrepitosamente. Rajoy se lavó las manos. "Los nuevos responsables evaluarán la situación y adoptarán las medidas que consideren pertinentes" se limitó a comentar el presidente del Gobierno, para añadir "la decisión se tomará el viernes, incluso antes". En estas palabras se resumen todas las explicaciones del Ejecutivo, porque el ministro de Economía, Luis de Guindos, tampoco dio información pública sobre el asunto.

En cuanto al Banco de España, que debía sujetar las riendas de la situación, ni está ni se le espera. El gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, debería plantearse seriamente la posibilidad de dimitir y no alargar más la agonía. La CNMV podría haber suspendido la cotización de Bankia ante la incertidumbre generada, pero parece que optó por dar una oportunidad a los inversores para vender a pérdida, frente al interés general del mercado y la transparencia.

Por último, no se debe perder de vista que durante todo este tiempo los grandes banqueros han mirado sólo por sus intereses. Nunca fueron partidarios del banco malo porque no estaban dispuestos a pasar por el striptease colectivo y presionaron para que no se llevara a cabo, a pesar de que se demoraba el saneamiento del sector y la posibilidad de recuperación.

La economía española atraviesa un momento extremadamente delicado, en un contexto nada favorable y con la amenaza cierta de que Grecia abandone el euro. No se le puede negar al Gobierno voluntad reformista plasmada en algunas medidas importantes aprobadas. Sin embargo, entre la población cunde el desánimo por la falta de explicaciones, de una hoja de ruta y de un calendario de la reforma financiera.

Parece que no hay un plan general, sino improvisación. La incertidumbre no ayuda a los ciudadanos a encarar los sacrificios que conllevan las reformas, ni tampoco a entenderlos. Anunciar que habrá medidas cada viernes sirve para atemorizar, pero no suma voluntades. El Gobierno debe hacer público su plan, decir qué tipo de banco malo se va a crear, qué nuevas condiciones impondrá al sector, cómo afectará a clientes y accionistas... Aún podemos recuperar el timing y concluir bien y de una vez la reforma financiera, porque el plazo acaba en junio.