La parálisis que sufren las administraciones federales de EEUU entra hoy en su vigesimoséptima jornada sin vistas de solventarse a corto plazo. El corte de financiación al gobierno también afecta a la Comisión de Mercados y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) del país, que ha frenado en seco buena parte de sus operaciones, entre ellas, la revisión de salidas a bolsa, ampliaciones de capital y spin-offs planeadas por centenares de compañías en el primer trimestre del año. De hecho, solo 285 de sus 4.400 funcionarios acuden actualmente a sus puestos de trabajo.
"La SEC no está procesando el registro de documentación de salidas a bolsa por lo que aquellas compañías que lo han hecho desde el pasado diciembre no han visto ningún tipo de revisión posterior por parte de los reguladores", asegura a elEconomista una fuente cercana a estas operaciones y a la agencia que supervisa los mercados estadounidenses.
Al menos 160 compañías han presentado desde el año pasado su documento S-1 en la SEC para iniciar el proceso de venta pública de participaciones a lo largo de 2019, según un análisis de Argus. Precisamente, Uber lo hizo a comienzos de diciembre, al igual que Lyft, por lo que ambas se encuentran entre aquellas entidades que sufrirán retrasos de, al menos, 30 días en sus planes. Según datos consultados por este periódico en la propia agencia federal, al menos 71 empresas han entregado su documentación a la SEC desde el arranque del año, pese a que ésta no será revisada.
James Cox, profesor de regulación financiera en la Universidad de Duke, sugiere que algunas de las compañías que tenían prevista su salida a bolsa esta primavera podrían incluso acabar posponiendo sus planes hasta 2020. Desde su punto de vista, el actual cierre del gobierno "ha arruinado las agendas de los Airbnbs y Ubers del mundo" y retrasado sus planes hasta un punto en el que estas compañías podrían enfrentarse a condiciones potencialmente aún más inciertas.
De hecho, la Casa Blanca ha duplicado el coste del cierre gubernamental hasta 0,1 puntos porcentuales a la semana. Esto, sumado a que tradicionalmente las inclemencias del invierno suelen debilitar el crecimiento a comienzos de año, hace pensar que el PIB de EEUU podría llegar a contraerse en el primer trimestre por primera vez desde 2014 si la situación persiste.
A ello habría que añadir otros vientos en contra como el veredicto de la tregua comercial en curso entre Washington y Pekín, el desenlace del Brexit o la necesidad de elevar el techo de la deuda estadounidense, así como aprobar un presupuesto fiscal antes del 1 de octubre o, de lo contrario, el país enfrentará un ajuste fiscal desordenado y abrupto.
Desde las consultora Renaissance Capital, su fundador Bill Smith, coincide en destacar que el mercado de las OPV para 2019 es "difícil de predecir debido a la mayor volatilidad". Dicho esto, aclara que, aunque se registren un menor número de salidas a bolsas este año, la recaudación podría superar a la del año pasado ante las expectativas generadas por unicornios como Uber, Lyft y Pinterest. El año pasado 190 compañías salieron a bolsa en EEUU captando un total de 46.800 millones, su mejor marca desde 2014.
"Los cierres gubernamentales de los últimos 40 años han tenido un mayor impacto en los titulares de la prensa que en el crecimiento económico o en los mercados", observan en CFRA, donde sentencian: "Esta vez no será diferente". Y lo cierto es que la reacción media del S&P 500 ante los colapsos de EEUU desde 1975 es de una caída del 0,5%, lo mismo que se ha dejado el dólar respecto al euro, según el mismo cálculo.
Pero hay excepciones, como el 4,4% que perdió el índice de referencia durante el quinto shutdown de Jimmy Carter, en 1979, o como el 3,4% que cayó en 1976 durante el único que enfrentó Gerald Ford. O como el actual, en el que el balance a estas alturas es un ascenso de más del 8%, al haber coincidido el cierre de la Administración con el rebote que protagonizan las bolsas a nivel global desde los mínimos de la semana de Nochebuena. Sin embargo, ante las dudas sobre el fin de la clausura gubernamental, ningún analista niega que es "una fuente de volatilidad", según la califica Axel Botte, estratega de Ostrum, ni que aunque no provoque una recesión "al menos sí está agravando la desaceleración del crecimiento económico", concluyen en Julius Baer.