No ha faltado ninguno. Todos los ingredientes necesarios para protagonizar el susto del verano se han sincronizado. En primer lugar, una baja negociación y, por ende, un aumento de la volatilidad en una semana en la que, además, ha habido un festivo nacional. Por otro, un acontecimiento lo suficientemente importante para poner nervioso al mercado. Como ocurriese el año pasado con la crisis de los misiles entre Corea del Norte y EEUU, el país que dirige Donald Trump también ha estado en el centro del huracán aunque esta vez su compañero de baile ha sido Turquía, que ha sembrado la incertidumbre.
Ahora bien, para algunos expertos este sobresalto estival no es comparable a otros acontecimientos como la devaluación del yuan en el verano de 2015. Así, si bien hemos podido ver contagio fuera del país (por ejemplo, a través de la exposición de algunos bancos europeos o el daño potencial de un dólar mucho más fuerte en otros emergentes vulnerables), "no generaría un movimiento sistémico más amplio, ya que refleja principalmente la fragilidad económica del país y el contexto político.