El índice Gini se ha venido utilizando durante décadas como medidor de la riqueza o de los ingresos, en el que cero representa la igualdad ideal y 100, la desigualdad extrema. Si bien no es el único medidor fiable, de acuerdo con este índice, países como Eslovaquia, Eslovenia, la República Checa, Noruega, Bélgica y Finlandia se encontraban entre los estados europeos con mayor igualdad socioeconómica en 2018, menos de un 0,25, según cifras recogidas por Eurostat.
En el otro extremo están Rumanía, Letonia, Serbia, Lituania y Bulgaria, con un nivel de entre el 0,35 y el 0,39. Un coeficiente de Gini superior a 0,40 es preocupante, indicando una sociedad polarizada entre ricos y pobres. Países como Estados Unidos, Argentina, México o Israel suelen encontrarse por encima de este 0,40.
"La desigualdad es una de las cuestiones socioeconómicas más destacadas de nuestro tiempo", opina Fiona Reynolds, consejera delegada de Principles for Responsible Investment (PRI), una sociedad respaldada por la Organización de las Naciones Unidas con el fin de animar a la comunidad inversora a usar la inversión responsable.
"Los inversores institucionales han empezado a darse cuenta de que la desigualdad tiene el potencial de impactar de forma negativa las carteras de los inversores institucionales; aumentar la inestabilidad del sistema financiero y social; reducir la producción y ralentizar el crecimiento económico, y contribuir al auge del populismo nacionalista y tendencias hacia el aislacionismo y el proteccionismo", subraya Reynolds, al tiempo que señala que los "entornos que promueven la maximización de los beneficios y los dividendos a corto plazo pueden exacerbar la desigualdad de ingresos".
El profesor Martin Lettau, director de la cátedra Kruttschnitt de Instituciones Financieras en la Universidad de California Berkeley, cree que "parte de la desigualdad creciente podría estar causada por el mercado de valores".
"El pastel económico general está creciendo, pero no a tasas muy elevadas. El segmento de la población que posee acciones ha recogido los beneficios de este crecimiento en relación con aquellos que no las poseen", explica el economista, "y aunque es cierto que más personas tienen acciones hoy que en el pasado, la propiedad de acciones está todavía altamente concentrada".
Lettau explica que "la renta variable estadounidense ha crecido más rápido que la economía durante los últimos 29 años". Además, asegura que "después de ajustar la inflación, el valor del mercado de valores de las empresas fuera del sector financiero ha aumentado un promedio de 8,4% al año desde 1989".
"Al mismo tiempo, el valor de la producción económica de las empresas ha aumentado sólo un 2,5% anual. Por el contrario, de 1959 a 1988, la producción económica se expandió más rápidamente que el valor de las acciones", puntualiza el profesor de la Haas School of Business.
Esto tiene relación con algo que decía el francés Thomas Piketty, autor de Capitalismo e Ideología, durante una de las entrevistas de presentación de su nuevo libro al público. El economista se refería a cómo desde los años cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, y hasta los años ochenta, la desigualdad se fue reduciendo, mientras que a partir de los años ochenta, con la desregulación y la globalización, la desigualdad volvió a crecer.
"Hemos averiguado que, en el largo plazo, el movimiento en el valor de las acciones se derivó en gran medida de los cambios en la riqueza del trabajo al capital", destaca Lettau. En otras palabras, dice el experto, "el mercado alcista de larga duración de los últimos treinta años proviene en gran medida del sector del capital, que recibe más del pastel económico, que del sector laboral".
"Comprar acciones y bonos en el mercado de valores puede ser algo que las personas puedan hacer con sus ahorros, pero no es una inversión en el sentido en que los economistas entienden la palabra. No se crean nuevos activos productivos cuando una personas compra una acción en el mercado secundario", sostiene Richard Trumka, presidente en 2015 de la American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFL-CIO), en declaraciones recogidas por la web de la OCDE.
"Desde una perspectiva de desigualdad, los resultados [de la política monetaria aplicada por los bancos centrales tras 2008] fueron terribles", apunta Trumka. "En general, las acciones y los bonos son mantenidos por los más acaudalados, con lo que la guerra de ofertas de activos del mercado secundario alimentada por el crédito se sumó al valor de los activos de papel de los ricos, sin hacer nada por la mayoría de los trabajadores", recalca el presidente de la AFL.
Sólo en Estados Unidos, el rendimiento para los accionistas alcanzó más de 903.000 millones de dólares en 2014, con 350.000 millones de dólares en dividendos y 553.000 millones en recompras, añade.