España se acerca a Alemania a toda velocidad y recorta la brecha de PIB per cápita en 3.000 euros en solo cuatro años
- El PIB per cápita crece por la creación de empleo y la mejora de la productividad
- JP Morgan: "La productividad ha comenzado a recuperarse a diferencia de otros países"
- Alemania sigue sumida en el letargo viendo cómo su modelo se ha agotado
Vicente Nieves, Mario Becedas
La economía de España se encuentra lejos de la de Alemania. La brecha de renta per cápita es todavía notable y lo seguirá siendo en el corto plazo. Sin embargo, tras esta pertinente aclaración, es cierto que la situación ha dado giro intenso en cosa de cuatro años. En 2020, con la pandemia azotando con toda su fuerza a economías como la de España, el diferencial de PIB per cápita con Alemania (con un sistema productivo a prueba pandemias gracias a su sector industrial) se estiró como un chicle, llegando casi a alcanzar los 13.000 euros. Ahora, casi cinco años después, la situación ha sufrido un vuelco que pocos habrían vaticinado: España produce lo que todo el mundo quiere (ocio, experiencias, turismo...), mientras que Alemania sigue intentando reanimar un modelo económico que parece desfasado y que tiene competidores más baratos por todos lados (China, Vietnam...). De este modo, la brecha de PIB per cápita se ha reducido en 3.000 euros desde entonces y todo hace indicar que va a seguir estrechándose. Aunque el camino aún es largo, la economía de España se acerca a toda velocidad a la de Alemania.
Poco a poco, Eurostat, la agencia de estadísticas oficial de Bruselas, ha comenzado a publicar los datos de PIB per cápita de cada país. Entre los datos avanzados están el de España y Alemania, con resultados contrapuestos. Mientras que el PIB per cápita de Alemania se ha contrajo un 0,4% el año pasado respecto a 2023 (producto del estancamiento económico y del crecimiento de su población), el de España aumentó en 2024 un 2,3% respecto al año previo, una expansión significativa y muy positiva. Esto revela que España ya no solo crece de forma extensiva (por un aumento de los factores de producción), sino que también crece de forma intensiva (por un aumento de la productividad). Más empleo y más productividad están permitiendo este acercamiento. Este movimiento no solo se ve en el PIB per cápita, también en el PIB agregado, donde España sí ha cerrado la brecha de crecimiento abierta en 2008.
En euros contantes y sonantes, el PIB per cápita de España se sitúa en 26.210 euros, un incremento de 590 euros respecto a 2023, mientras que el de Alemania ha caído hasta los 36.130 euros, 160 euros menos que en 2023. Antes de nada, conviene destacar que esto son datos de PIB corregidos por inflación, por lo que los precios no tienen un impacto directo. Con todo, la brecha entre España y Alemania ha pasado de los 13.000 euros de finales de 2020 a los 9.920 euros actuales. De ser al ritmo actual, algo muy improbable, España alcanzaría el PIB per cápita de Alemania en algún punto de la siguiente década.
En la actualidad, el PIB per cápita español supone ya el 72,54% del PIB per cápita alemán, reduciendo la distancia a niveles de 2009. No obstante, todavía queda un tramo hasta alcanzar los menores niveles de diferencia que se alcanzaron 2005 (aquellos felices años de burbuja inmobiliaria en los que nos creíamos ricos), cuando el PIB per cápita español llegó a suponer el 77% de la renta per cápita alemana. La gran diferencia es que entonces la economía de España crecía al calor de una burbuja de crédito y ladrillo, ese PIB per cápita se sostenía en pilares de barro. Hoy, la economía española no presenta desequilibrios a simple vista, por lo que un desplome como el de 2007-2008 parece menos probable. Esto no quiere decir que no pueda llegar una crisis, pero se antoja improbable que se produzca un estallido que derrumbe los estándares de vida de los españoles.
En los últimos años, España está creciendo con un superávit por cuenta corriente estable, un mercado de crédito que funciona con normalidad y sin un boom de la construcción que tire del PIB de forma artificial. Quizá los grandes riesgos a los que se enfrenta la economía siguen siendo una elevada deuda pública (que puede volverse impagable si en algún momento se produce una aversión al riesgo notable) y/o un potencial cambio de las preferencias de los viajeros a nivel global que hoy eligen España en masa como destino, dejando importantes ingresos por turismo. Sin embargo, la economía presenta un crecimiento equilibrado y que para sorpresa de muchos está acompañado de un leve aumento de la productividad, que parece haber acelerado en los últimos trimestres.
El último dato PIB publicado por el INE fue una auténtica sorpresa: más allá del crecimiento anual del 3,5%, la nota del instituto destacaba que el número de horas efectivamente trabajadas aumentó un 2,8% interanual este trimestre, 1,5 puntos más que en el precedente. En términos intertrimestrales, varió un 1,8%. Los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo se incrementaron un 2,3% en tasa interanual, dos décimas más que en el trimestre precedente. En términos intertrimestrales su variación fue del 0,8%. Pero es que, además, "la productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo registró este trimestre una tasa interanual del 1,2%, y la productividad por hora efectivamente trabajada, del 0,7%". La productividad está creciendo al mismo tiempo que se crean grandes cantidades de empleo, algo que parecía imposible en España hace unos años.
En un informe reciente, JP Morgan arrojaba algo de luz a este fenómeno: "Del lado de la oferta, la productividad ha comenzado a recuperarse, a diferencia de lo que ocurre en la zona del euro en su conjunto... en España realmente destaca es en un aumento sostenido y rápido de la población en edad de trabajar, impulsado por la inmigración", señalan estos expertos. Además, desde el banco americano destacaban que la llegada de población de Latinoamérica con cierta cualificación está ayudando a generar este repunte de la productividad, gracias a la rápida integración en el mercado laboral, por su estrecha relación cultural y por los perfiles que estaban llegando.
El tren del crecimiento ya no pasa por Alemania
Alemania representa ahora mismo la cara contraria de la moneda. La cruda realidad es que su PIB apenas se ha movido lateralmente desde el estallido del covid. La economía se contrajo en 2023 y en 2024, algo que no ocurría (dos años seguidos de contracción) desde el bienio 2002-2003. La principal herida está bien localizada, pero eso no significa que la curación sea fácil. Su sector industrial, orgullo nacional durante décadas (casi se podría decir que siglos), presenta un boquete cada vez mayor. Los habituales 'médicos' de la economía germana lo tienen claro: el modelo de éxito alemán durante años ha muerto. La fórmula de exportaciones de alto valor añadido aprovechando la fidelidad del cliente chino y la energía más asequible que suponía el gas ruso se ha agotado. Pinceladas internas como la falta de inversiones, la pérdida de competitividad, la farragosa burocracia y los elevados impuestos han terminado de dar la estocada a la fábrica teutona, arrastrando al conjunto de la economía e instalando la desconfianza y el pesimismo.
Mientras que las economías del sur de Europa han aprovechado el filón del turismo y la inercia de un mundo cada vez más abocado a los servicios, Alemania ha visto cómo las nuevas dinámicas comerciales y geopolíticas se han llevado por delante sus mejores credenciales. Especialmente fatídica ha sido la 'traición' china por partida doble. Por un lado, su débil consumo interno tras la pandemia se nota en las cifras de las empresas alemanas que tanto se han expuesto al gigante asiático. Solo hay que mirar los constantes golpes que muestran las automovilísticas alemanas en cada temporada de resultados cuando se refieren a China. Por el otro, China se ha puesto las pilas produciendo mayor valor añadido y se ha convertido en un feroz competidor de Berlín: sin ir más lejos, sus baratos y vistosos coches (especialmente eléctricos) ya están inundando Europa.
El horizonte no es especialmente esperanzador. Si China no va a hacer prisioneros en su estrategia, el cambio de rumbo de EEUU augura malos días para Alemania. La amenaza arancelaria de Donald Trump puede herir de muerte a la industria alemana, especialmente a la automotriz, teniendo en cuenta que el 'amigo americano' era el que venía sustituyendo últimamente al 'amigo chino' en las exportaciones del país.
La endiablada dinámica ha dejado a los dirigentes alemanas en shock y el futuro político del país es poco esclarecedor. El 23 de febrero se celebran unas elecciones federales con algunas certezas y muchas incógnitas. Todo parece indicar que la CDU, el tradicional partido gobernante en Alemania, volverá al poder (su histórica dirigente Angela Merkel promulgó el rápido apagón nuclear que muchos lamentan ahora). Pero el partido de centro-derecha no podrá gobernar solo y las posibles alianzas con socialdemócratas o verdes, ambos recién desalojados del poder, no serán fáciles. Sobre la mesa está romper el 'candado' constitucional del freno de la deuda, mecanismo que solo permite un 0,35% de déficit. Sortear este candado es clave para que se lancen inversiones y la economía alemana recupere tono, pero la CDU no ha sido muy explícita con el asunto y se ha centrado en el ajuste fiscal.
Fijándose en las propuestas económicas de los partidos políticos, para los analistas de ING resulta cada vez más evidente que, incluso en el mejor de los casos, con reformas e inversiones, cualquier nuevo gobierno no intentará reformar el viejo modelo económico, sino más bien tratará de rejuvenecerlo. "Menos burocracia, algunas reducciones de impuestos para estimular el gasto y las inversiones, posiblemente intentos de reducir los costos de la energía y la inversión en infraestructuras: todo ello figura en la lista de deseos de cualquier economista europeo, y un estímulo del crecimiento para la economía, al menos temporalmente. Otra cuestión muy distinta es si estas medidas serán realmente suficientes para competir con China y EEUU", plantea Carsten Brzeski, habitual 'doctor' de la dolorida economía alemana.
El resto de expertos no se muestran especialmente optimistas,sobre todo al mirar hacia la desangelada industria. "Los últimos recortes de tipos del BCE sugieren que la economía alemana se recuperará después del primer trimestre, pero la crisis estructural del sector manufacturero está hundiendo todo. Como muestra el gráfico siguiente, la producción industrial lleva seis años cayendo. Nunca ha habido un período de contracción tan largo desde la reunificación alemana. Esto no se debe sólo a la caída de la demanda de China, sino también a años de erosión de la competitividad alemana. A esto se suma la incertidumbre causada por la política arancelaria de Trump. Es cierto que la UE probablemente podría evitar aranceles estadounidenses de base amplia contra la UE adoptando una estrategia pragmática de negociación, pero no es seguro, sobre todo porque la propia UE tiende al proteccionismo y está firmemente a favor de aranceles de represalia", expone Jörg Krämer, economista de Commerzbank.
En la misma línea de pronuncia Anataoli Annenkov desde Société Générale: "La industria alemana muestra todos los signos de un declive secular, y la fragmentación política enturbia la orientación de las políticas. Estos problemas no son exclusivos de Alemania, lo que implica que también se necesitan soluciones a escala europea. Esperamos que el crecimiento repunte modestamente este año, con señales de mayor relajación fiscal que apoyen la confianza. Sin embargo, el aumento del gasto fiscal en los próximos años podría inclinarse hacia la defensa y el apoyo a las empresas, a expensas de nuevas inversiones, lo que sugiere que el crecimiento potencial seguirá siendo débil".