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Aprender idiomas, un dilema sobre la inversión responsable
- El inglés es la lengua más internacional y polivalente
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Madrid,
La cuarta revolución industrial ya está aquí. Se trata de una transformación social, laboral, comercial y geopolítica motivada principalmente por la digitalización y la globalización que ya ha adquirido un carácter estructural y perdurable. Ciberespionaje en procesos electorales, economía colaborativa, fintech, plataformas globales de venta online... en definitiva, el mundo en un smartphone. Un estudiante en Dublín está más cerca de sus padres a través de una videoconferencia desde el móvil que aquel que se despedía de su familia en una estación de autobuses, hace unas décadas, para transitar las aulas donde dieron clase Miguel de Unamuno o Fray Luis de León.
En este contexto de transición, la vertiente educativa no puede quedarse atrás, y la velocidad a la que se está produciendo el cambio de paradigma obliga a una replanificación de la formación en la que el aprendizaje de idiomas y, concretamente, el del inglés, ha de evolucionar para acompasar el acortamiento físico de las distancias con la eficacia de la comunicación. Esa redefinición de la estrategia educativa ha de ser, además, gestionada por cuenta propia, dada la celeridad con la que se producen los avances. Tenemos que actuar nosotros, no podemos permitirnos esperar a que los Gobiernos reconduzcan sus sistemas educativos.
El inglés es la lengua más internacional y polivalente para transitar ya no por el mundo físico, sino por el ciberespacio. Y un idioma hay que aprenderlo como la natación: dentro de la piscina. Por más teoría que se atesore en ambos menesteres, tendrá ésta un fin ciertamente estéril si no va acompañada de un entrenamiento práctico simultáneo. Por ello, en el contexto actual, la enseñanza de idiomas ya no puede circunscribirse al aula y los libros de ejercicios y repeticiones.
Sucede además que en el aprendizaje de idiomas se da un fenómeno similar al de la ebullición del agua. Acercarse a la temperatura de 100ºC es más rápido que culminar el último grado que hace, al fin, brotar las burbujas. Alcanzar un nivel medio de inglés es relativamente fácil y medianamente independiente de la inmersión en un país anglófono. Es el punto a partir del cual fracasa la mayoría de los aficionados, el punto que se intenta retomar cuando se dice "yo tenía muy buen nivel, pero hace tiempo que no lo hablo". Es necesario dar ese paso adicional para llegar a la ebullición, en este caso del idioma, y eso no se puede hacer sin una inmersión. Está demostrado. Lo bueno es que, tras ella, desaparecen los "últimamente no lo practico", "he perdido fluidez". La inmersión produce en nuestras capacidades comunicativas una modificación estructural y perdurable como la del cambio de paradigma global antes citado. Se ha sentado la base para avanzar. La gramática, la sintaxis, la lectura, el estudio o el propio perfeccionismo e interés le permitirán evolucionar aún más. ¿Acaso no hacemos diariamente con nuestra lengua materna? Ése es el camino. Lo sabemos quiénes llevamos décadas enseñando idiomas a cientos de alumnos. Además, piense en el coste. Por más dinero que invierta en manuales y clases teóricas no podrá sustituir el paso de gigante que supone la inmersión. Invierta de forma responsable en su conexión con el entorno global. No se arrepentirá.
Elaborado por Ángela García García-Manso, fundadora de The Rose of England