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¿Para qué sirve un máster? Ventaja competitiva en un mercado laboral abarrotado

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    Noelia García

    Realizar un máster implica especializarse en un nicho, pasar muchas horas estudiando y realizar un Trabajo Fin de Máster (TFM), que a la mayoría de alumnos le quita el sueño y le obliga a pasar muchas horas escribiendo su tesina. Todas las universidades están a una en defender el valor de estos títulos y la honorabilidad de estas en su buen hacer para evaluar al alumnado.

    El TFM sirve para demostrar que los conocimientos que se han adquirido durante la realización del postgrado han quedado comprendidos e incorporados en la mente del alumno y es un requisito imprescindible para obtener el Título Oficial de Máster. La realización del TFM debe ser dirigida por un profesor del Máster. La labor del director es llevar a cabo un seguimiento continuado del trabajo realizado por el alumno para la elaboración, presentación escrita y defensa oral del TFM.

    La comunidad universitaria pone en valor la realización de estos programas, a pesar de la polémica del máster de Cristina Cifuentes, que realizó en la Universidad Rey Juan Carlos. Bien es cierto que esta institución ha sido puesta en cuestión en varias ocasiones -en 2016, el entonces rector, Fernando Suárez, fue acusado de plagio en sus obras; en 2015, los alumnos de esta universidad, consiguieron revocar el doctorado honoris causa a Rodrigo Rato (nombrado en 2009), por su vinculación con presuntos delitos económicos; entre otros vinculados con profesorado-.

    A pesar de todo, los másteres han tenido un crecimiento ?exponencial desde que se implementaron en el curso 2006-2007. Tener un máster otorga una ventaja competitiva crucial en un mercado laboral abarrotado: los empleadores buscan cada vez más formas de distinguir entre los candidatos, y esta calificación extra de más alto nivel demuestra la capacidad para comprometerte con un intenso periodo de trabajo. Por otro lado, a nivel general ha crecido la demanda de los másteres online en más de un 300%, según el Ministerio de Educación. Los cursos online, incluidos los Mooc (Massive Open Online Courses) también han crecido exponencialmente y han supuesto una gran transformación en el escenario del e-learning. Las universidades en Internet han ido ganando terreno respecto a las presenciales en los últimos 15 años, sobre todo para un perfil de estudiante más adulto que compatibiliza con un trabajo u otros estudios.

    No obstante, aunque la oferta de empleo pida profesionales muy cualificados, con idiomas y másteres, la realidad a la hora del salario no es la misma. El 26,8% de los jóvenes que han estudiado un máster universitario cobra menos de 1.000 euros al mes en España, mientras que sólo una minoría que apenas llega al 40% consigue ingresar más de 1.600, lo que significa que buena parte de ellos debería trabajar al menos cinco meses sólo para recuperar la inversión que hicieron para costear sus estudios de postrado, según el Barómetro de empleabilidad y empleo de los universitarios elaborado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue) y la Obra Social laCaixa.

    La universidad española, tras la reforma de los grados de tres años, pide que se rebajen los precios de los títulos de máster, que valen más que los grados. Contamos con másteres de 60 créditos y debieran ser de 120, o al menos de 90, como son el resto del entorno europeo. Eso significa que el sistema anda un poco desajustado.

    En relación a la oferta, en el curso 2016-2017, se impartieron 3.772 másteres (sobre 8.382 titulaciones oficiales), diez menos que en el curso anterior, frenando la tendencia ascendente –y que, exceptuando en 2015-2016 (que fue del 3,3%) habían sido superiores al 10% anual–. Esta disminución se produjo en las universidades públicas (se ofrecieron un 4,6% menos de másteres que en 2015-2016) ya que en las privadas el crecimiento en la oferta fue del 4,9%.

    Por ramas de enseñanza, algo más de cuatro de cada diez másteres correspondieron a ciencias sociales y jurídicas, el 22% a ingeniería y arquitectura, el 15% a ciencias de la salud, el 12,4% a artes y humanidades y el 10,4% a la rama de ciencias, según datos de la Fundación CYD.