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Becky Francis: "El motor más potente del rendimiento de los alumnos es una educación de calidad"

  • "Nuestro sistema escolar ha demostrado tener una importante capacidad de resiliencia frente a los retos que ha supuesto la pandemia"

Carmen García
Madrid,

Pedagoga y académica británica, Becky Francis es una eminencia en el mundo educativo, especializada en las desigualdades de este campo. Desde enero de 2020, es directora ejecutiva de la Education Endowment Foundation (EEF). Antes de unirse a este organismo, fue directora del Instituto de Educación de la UCL en el University College de Londres, además de enseñar e investigar en diversas universidades. Recientemente ha presentado un trabajo realizado por el EEF acerca del impacto del cierre de las escuelas durante la pandemia, especialmente para los alumnos más desfavorecidos.

¿Cuáles son las conclusiones principales de su estudio?

La EEF ha encargado más de 200 estudios sobre educación —principalmente, ensayos controlados aleatorizados— en los que se analizan prácticas reales de enseñanza y aprendizaje. La ganancia media de aprendizaje alcanzada por los programas que la EEF considera que tienen una incidencia efectiva es de unos tres meses.

Durante la pandemia, hemos encargado investigaciones que analizan el rendimiento de los alumnos en situación de pandemia y lo comparan con el rendimiento de alumnos similares de la misma edad y curso escolar antes de la pandemia.

Los resultados obtenidos indican que la pandemia —y la consiguiente perturbación del aprendizaje— ha afectado al rendimiento de todos los alumnos y ha ampliado la brecha de resultados entre los alumnos socioeconómicamente menos favorecidos y sus compañeros de clase. Sin embargo, comenzamos a ver indicios de que la situación educativa se está recuperando y, en concreto, uno de nuestros estudios muestra que los alumnos más jóvenes están empezando a hacer progresos en matemáticas.

¿Cuáles han sido las carencias más relevantes en el mundo educativo durante estos meses de pandemia?

Nuestro sistema escolar ha demostrado tener una importante capacidad de resiliencia frente a los retos que ha supuesto la pandemia. Sin embargo, muchos alumnos tuvieron dificultades específicas que impidieron una educación a distancia eficaz. Al principio de la pandemia, las estimaciones indicaron que alrededor de 1,8 millones de alumnos no tenían un acceso adecuado a dispositivos y que casi un millón no disponían de una conexión aceptable a Internet. La mayoría de ellos pertenecían a familias de renta baja. Sin un dispositivo, una conexión a Internet o un espacio de estudio adecuado, a los alumnos les resultó mucho más difícil seguir el ritmo de aprendizaje desde casa. Estos alumnos son los que se habrán visto más afectados por la perturbación causada por la pandemia en el aprendizaje y, como consecuencia, se ha ampliado la brecha de resultados entre los alumnos de familias con pocos ingresos y sus compañeros de clase.

En su opinión, ¿qué mejoras urgentes necesita el mundo educativo?

Sabemos que el motor más potente del rendimiento de los alumnos es el acceso a una enseñanza de alta calidad. Una enseñanza de calidad, basada en la interacción entre adulto y alumno en el aula más que en las infraestructuras escolares, los exámenes o la reforma de los planes de estudio, es lo que más influye en el aprendizaje de los alumnos, en particular de aquellos que proceden de entornos socioeconómicamente desfavorecidos.

"La inversión más provechosa que podemos realizar en educación va dirigida al personal docente"

La inversión más provechosa que podemos realizar en educación va dirigida al personal docente, tanto si se trata de profesores noveles como de directores de centro con varias décadas de experiencia. En la EEF, creemos que la evidencia científica debe ser la piedra angular de la enseñanza y el aprendizaje. La evidencia científica de alta calidad constituye una poderosa herramienta a la hora de decidir cómo emplear los recursos de la manera más eficaz para mejorar los resultados de los alumnos. Además, en vez de aumentar la carga de trabajo de los docentes, la evidencia científica puede contribuir a ahorrar tiempo, ya que les permite centrarse en lo que funciona y dejar de lado lo que no funciona.

¿Considera que la educación ha perdido calidad a consecuencia de la pandemia?

La respuesta de los centros educativos y del personal docente durante el periodo de perturbación debido a la pandemia fue verdaderamente sorprendente. Muchos se implicaron más allá de lo imaginable para ofrecer a sus alumnos el apoyo que necesitaban. Pero incluso con el increíble apoyo de los centros educativos, cada alumno habrá tenido una experiencia diferente.

Gracias a la capacidad de resiliencia que caracteriza a los niños y jóvenes, la mayoría de los alumnos no tendrán problemas, y algunos incluso habrán hecho grandes avances, pero otros —y sabemos que estos alumnos proceden casi exclusivamente de familias desfavorecidas— habrán sufrido. Para algunos de estos alumnos, la prioridad de los centros educativos es ahora satisfacer sus necesidades sociales y emocionales. Para muchos de ellos, la prioridad es brindarles un apoyo adicional con respecto a sus actividades académicas.

¿Qué es la promoción de la educación basada en la evidencia científica?

La educación basada en la evidencia científica consiste en observar qué ha funcionado y qué no ha funcionado en el pasado en centros educativos similares y con alumnos similares. La evidencia científica de calidad puede situarnos en una posición mucho mejor para saber qué es probable que funcione en el futuro.

Si facilitamos esta información a todo el personal docente, con independencia del lugar y del tipo de centro donde enseñan, podremos garantizar el acceso a una educación transformadora a una mayor cantidad de jóvenes.

¿Qué consecuencias a largo plazo puede tener la pérdida de aprendizaje de los alumnos?

A largo plazo, es probable que la pérdida educativa que han sufrido los alumnos tenga una repercusión considerable en la brecha de resultados, puesto que actualmente ya es dos veces más probable que los alumnos desfavorecidos abandonen la educación formal sin obtener el certificado de educación secundaria en materias como inglés y matemáticas que sus compañeros de clase de familias más acomodadas. Los efectos de la pandemia pueden tardar años en desaparecer y pueden afectar a la incorporación de los alumnos a la universidad, a los sistemas de educación continua y al empleo.

"La pérdida educativa que han sufrido los alumnos puede tener una repercusión considerable en la brecha de resultados"

La educación ya ha comenzado a recuperarse, pero será necesario mantener la iniciativa y los recursos para garantizar que todos los jóvenes puedan alcanzar su potencial. El gobierno británico ha invertido en el sistema de tutorías a través del National Tutoring Programme (Programa Nacional de Tutoría), lo cual es una buena noticia, y también ha establecido ayudas económicas adicionales para alumnos desfavorecidos mediante una «prima de recuperación». Sin embargo, para mitigar los efectos de la pandemia, el apoyo y los recursos deben mantenerse durante varios años y dirigirse a los alumnos más desfavorecidos en todas las etapas de su trayectoria educativa, desde las edades más tempranas hasta después de cumplir los 16 años.

¿Considera que el personal docente tiene la formación necesaria para aplicar una metodología de metacognición y autorregulación? ¿Qué ventajas ofrece esta metodología con respecto a la que se utiliza actualmente en los centros educativos?

Existen numerosos estudios científicos que demuestran la gran eficacia que tiene el desarrollo de estrategias metacognitivas para el aprendizaje. De acuerdo con nuestro recurso pedagógico «Teaching and Learning Toolkit», que ofrece una síntesis clara y accesible de la evidencia científica recopilada a nivel internacional, la metacognición tiene un «alto impacto con un coste muy bajo y cuenta con una sólida evidencia científica».

Sin embargo, aunque toda esta evidencia científica demuestra los beneficios de emplear preferentemente estrategias metacognitivas, es todavía una cuestión bastante escurridiza. Y con razón. Más allá de una simple definición de pensar sobre el pensar o aprender a aprender, puede ser difícil describir qué significa la metacognición en el aula, y más aún ponerla en práctica.

A un nivel muy básico, tiene que ver con la capacidad de los alumnos para observar, dirigir y revisar su aprendizaje. Las estrategias metacognitivas eficaces hacen que los alumnos piensen en su propio aprendizaje de una manera más explícita, normalmente enseñándoles a establecer objetivos y a observar y evaluar su propio progreso académico.

Sabemos que los alumnos desarrollan algunas habilidades y conocimientos metacognitivos de forma natural, y que muchos docentes incorporan la metacognición en su forma de enseñar sin ser conscientes de ello. Por ejemplo, al resolver un problema de matemáticas en clase, si el profesor explica detalladamente a sus alumnos cómo deberían razonar, como alumnos avezados, para encontrar una solución y evaluar la respuesta, se están haciendo explícitos los procesos metacognitivos. Sin embargo, más allá de este caso, puede resultar difícil dar ejemplos concretos que describan cómo son realmente las habilidades y conocimientos metacognitivos.

Hemos publicado un informe de orientación que pretende ayudar al personal docente a cambiar sus prácticas en el aula para mejorar las habilidades metacognitivas de los alumnos. Este informe contiene siete recomendaciones prácticas basadas en la evidencia científica y muestra que la metacognición puede sintetizarse útilmente en tres pasos clave de todo proceso de aprendizaje: «Se trata de planificar cómo realizar una actividad y, a continuación, realizarla cognitivamente mientras se observa la estrategia aplicada a fin de verificar que haya progreso, para finalmente evaluar el éxito general».

¿Cómo debe llevarse a cabo la investigación en educación?

Es fundamental disponer de una investigación rigurosa e independiente para crear una profesión educativa basada en la evidencia científica. Garantiza que podamos facilitar tanto a los docentes como a los equipos directivos la información fiable que necesitan para mejorar los resultados de los niños y jóvenes, especialmente de aquellos que proceden de entornos desfavorecidos.

En la EEF lo hacemos de diferentes maneras:

- Encargamos revisiones bibliográficas que analizan en profundidad áreas de interés específicas. Estas revisiones nos proporcionan una base sólida sobre la que iniciar nuestro trabajo de identificación, evaluación y posterior ampliación de las estrategias y programas que puedan ofrecer la mejor oportunidad de marcar una diferencia real y duradera.

- Financiamos estudios controlados aleatorizados (ECA) para evaluar la eficacia de diferentes estrategias de enseñanza y aprendizaje con métodos científicos. Estos estudios nos indican el impacto que puede tener una determinada estrategia de enseñanza y aprendizaje.

- Sintetizamos información a partir de los mejores estudios científicos disponibles, procedentes de varias fuentes, para ofrecer a los profesores datos reales sobre el resultado obtenido por los centros educativos que han utilizado determinadas estrategias anteriormente. Presentamos dicha información en nuestro recurso pedagógico «Teaching and Learning Toolkit», que ofrece un resumen claro y accesible de las mejores investigaciones disponibles.

¿Qué características debería tener un buen sistema educativo?

Un buen sistema educativo es aquel que da la oportunidad de progresar y alcanzar el propio potencial a todos los niños y jóvenes con independencia del lugar donde vayan a la escuela y de los ingresos familiares.

En primer lugar, un buen sistema educativo requiere invertir en una docencia de alta calidad, que ofrece las máximas posibilidades de mejorar los resultados de los alumnos. En segundo lugar, un buen sistema educativo debe basarse en la evidencia científica, no en la ideología. Los centros educativos y los responsables políticos necesitan disponer de evidencia científica sólida y práctica para informar su toma de decisiones y distribuir los recursos de la manera más beneficiosa para los alumnos. Por último, debe haber recursos disponibles para cubrir las necesidades de los alumnos que se queden rezagados, ya sea con intervenciones específicas de alta calidad como las tutorías o los programas de alfabetización y aritmética o mediante estrategias de apoyo al comportamiento y fomento de la asistencia a clase.