Ecoaula
Actitud autodidacta
- Los jóvenes quieren verse, olerse y tocarse y también a sus profesores
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Madrid,
Llamadme iluso, pero incluso en estos tiempos difíciles hay oportunidades para ser mejores. Es lo que ocurre en educación. En TBS fue una agradable sorpresa ver, al inicio de la pandemia, cómo en el transcurso de un fin de semana, las clases pudieron transferirse a 100% en línea, gracias a herramientas de videoconferencia (no pienso hacer publicidad gratuita diciendo cuál). Con fallos, sí, con dificultades, también, pero al final, los profesores pudieron hacer su trabajo y los alumnos tuvieron aprendizajes significativos y relevantes, que es de lo que se trata
Los estudiantes universitarios han sufrido con este escenario y son los que más resintieron las clases 100% en línea. Ellos han sufrido problemas de concentración, aislamiento y muchos tienen la sensación de que les han robado una época importante de su vida. No está claro, entonces, que el futuro de la educación sea 100% en línea. Los jóvenes quieren verse, olerse y tocarse y también a sus profesores.
Sin embargo, las metodologías de enseñanza han debido cambiar. En algunas de las clases tipo conferencia, se ha hecho patente que la explicación puede ser reemplazada por un buen video con diapositivas y la voz del profesor en off, para que cada estudiante revise en el momento en que le vaya mejor. El tiempo en clase sería entonces, para dedicarlo a otras cosas como aclarar dudas, debatir y, sobre todo, con la ayuda del profesor, ver cómo los conceptos, modelos y teorías se pueden aplicar a entender situaciones cotidianas y solucionar problemas. Este cambio en la concepción de la pedagogía, exige, evidentemente un cambio en los roles. La queja de cualquier profesor que haya probado la clase invertida (flipped classroom), aunque al final haya funcionado, es que cuesta que los alumnos cumplan siempre con su parte del trato, prepararse para la clase. Sin embargo, es más o menos evidente que para llegar más lejos en adquisición de competencias, el camino es este o uno similar, es decir, con una parte importante de trabajo independiente por parte de los estudiantes. Esto último requiere una ayuda para que los estudiantes mejoren sus técnicas personales de estudio y sobre todo, aprendan a discriminar entre lo que vale y no vale cuando hagan sus búsquedas de información por Internet.
Tampoco soy tan optimista como para pensar que lo que se haya avanzado en uso de tecnología para apoyar el aprendizaje del alumno va a persistir cuando vuelva a ser posible tener 30 estudiantes frente a un profesor. A ojo, seguro que nos acostumbramos a convivir con videoconferencias -lo cual abre un mundo de posibilidades, porque asistir a una presentación a distancia ya no es algo extraño y hemos aprendido cómo sacar partido a este tipo de interacciones-, las herramientas de trabajo colaborativo, y estaremos más familiarizados, estudiantes y profesores al uso de plataformas de gestión del aprendizaje (o LMS, de su sigla en inglés). Pero muchas clases universitarias volverán a ser como antes con el profesor experimentando un chute de dopamina mientras habla y explicando cosas que le gustan y los alumnos en sus sillas esperando que el enseñante sea suficientemente claro, conciso, preciso y divertido para que las explicaciones le entren fácil. De cualquier modo, nos quedará la consciencia de las posibilidades que conlleva un rol más activo por parte de los estudiantes y con ello quedará planteado el desafío. A la larga, no podremos ignorarlo.
Elaborado por Gabriel Zuñiga, Director de estudios de la escuela TBS Business School en Barcelona