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Soñemos con un país competitivo

  • En España hay hoy 10.000 puestos de trabajo digitales no cubiertos

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Madrid,

Entre los 10 empleos emergentes con más futuro en España que exponía el informe publicado por Universia en 2018, desde analista de datos a experto en Big Data pasando por especialista en metodologías Scrum y Agile, no aparecía ninguno que fuera fácilmente identificable con cualquiera de los estudios universitarios que hoy se imparten en las universidades españolas. No por casualidad Lazslo Bock, jefe de Recursos Humanos de Google, ya en 2013 advertía que el expediente académico carece de valor en un proceso selectivo

El mercado y, por ende, las necesidades del mercado laboral han avanzado más rápido que nuestro sistema educativo. La cultura empresarial necesita los valores de la innovación, la evolución y el cambio, mientras que la estructura de la universidad crea una institución que, sin obviar ni negar su capacidad de investigación, producción y avance tecnológico en algunos casos, tiende a adaptarse al cambio con lentitud, lo que le está impidiendo dar una respuesta ágil y efectiva.

El resultado es que en España hay hoy 10.000 puestos de trabajo digitales no cubiertos, según el estudio de la patronal de las empresas del sector DigitalES que eleva la cifra a los 900.000 en toda Europa. La previsión es que la demanda de perfiles STEM siga creciendo significativamente como se deduce del informe de Randstad Research de 2016 que arrojaba la cifra de 1,25 millones de puestos de trabajo nuevos en España relacionados con la tecnología en 2021. O probablemente el más reciente y más revelador, es el informe de la Comisión Europea que habla de 500.000 puestos de trabajo de temáticas digitales sin cubrir en la UE.

En este escenario de cambio se van demandando, cada vez más, los programas educativos en las áreas de la robótica, la inteligencia artificial o el análisis de datos, y se van asentado otras áreas como el marketing digital o la programación, pero hemos tardado casi 10 años en empezar a cerrar la brecha. De esa primera oleada tecnológica, la universidad ha debido de sacar sus propias conclusiones y debe dar mayor peso a contenidos y enfoques innovadores dentro de las carreras de grado y posgrado.

El avance exponencial, que ya nunca más será lineal, de la ciencia y la tecnología que genera la brecha es la base de esta nueva era. Lo que hace de este momento un escenario revolucionario diferente, y no la continuación del anterior, como explicaba en 2015 Klaus Schawb, fundador del World Economic Forum, es la conjunción de tres elementos: velocidad de los avances, su alcance y el impacto en nuestra sociedad y sus sistemas económicos.

La pregunta que debemos hacernos, dado el escenario disruptivo es ¿qué deben hacer las universidades para dar respuesta a las nuevas necesidades del mercado? La solución no es sencilla, pero debe pasar por un cambio total de modelo que permita a nuestro sistema universitario adaptarse, ser flexible y dar una respuesta ágil si queremos superar la brecha entre la universidad y la empresa. Pero, la gran pregunta es ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué legislador, gobierno, ministro, o comisario europeo levanta la voz y dice que el proceso de Bolonia no está funcionando en Europa, que la mayoría de las carreras universitarias ni en grado ni en posgrado están preparando a la gente para el actual mercado laboral?

En un mundo ideal, probablemente utópico, ¿qué pasaría con un país que implementase soluciones personalizadas para cada estudiante, donde haya más laboratorios y menos clases magistrales, donde la memoria estuviese en un segundo plano como forma de evaluar y el big data crease itinerarios de aprendizaje únicos para cada uno de nosotros?. Un espacio donde algoritmos y ordenadores con inteligencia artificial, debidamente programados, acompañasen al profesor para reducir tasas de abandono. El lugar donde los ministerios y sus agencias de control no custodiasen las llaves de lo que se puede estudiar y de lo que no se puede estudiar. ¿Qué pasa si los profesores universitarios, además de ser doctores, fuesen de la mano con expertos del sector que se hayan enfrentado docenas de veces a las cuestiones a resolver?. Ese país, sería un país con una enorme ventaja competitiva. Con índices de empleabilidad altísimos, y por lo tanto, un paro previsiblemente bajo, con una fuerza laboral imparable. Por cierto, por el camino solucionaríamos algunos de los problemas de seguridad social y pensiones que hoy tenemos sobre la mesa.

Este esfuerzo por cambiar el modelo debería ser un imperativo, urgente y no negociable. De igual modo que hay ciudades, incluso países, que crean ecosistemas digitales que aprovechan las ventajas tecnológicas de esta revolución en su favor, España y Europa, si quieren seguir siendo lo que fueron, deben tomarse muy en serio su forma de enseñanza en el siglo XXI. La educación universitaria tradicional ya ha vivido suficiente, es el momento de repensar el modelo y buscar nuevas fórmulas.

Elaborado por Pablo Rivas, CEO de Global Alumni