Distribución
Cómo limitar la presencia de grasas 'trans' en la alimentación
- Frutos secos, pescado azul y aceite, poseedores de grasas recomendadas
Diana Roig
Las grasas trans (AGt) llevan, desde hace años, centrando gran parte del debate en torno al impacto de las grasas sobre la salud, principalmente debido a los riesgos cardiovasculares que conllevan. El efecto negativo de estas grasas se debe fundamentalmente a que, consumidas en exceso, producen alteraciones en el metabolismo de las lipoproteínas, por lo que su ingesta está relacionada con el aumento de la concentración del colesterol total y el colesterol LDL -conocido como el malo- en sangre y con la disminución del colesterol HDL -conocido como el bueno-, suponiendo un factor de riesgo cardiovascular. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Alimentación
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya viene indicando desde hace tiempo que es importante controlar las grasas que se ingieren habitualmente, recomendando un consumo en torno al 30% de la energía diaria ingerida, y siempre prestando atención al tipo, ya que en este caso es más relevante la calidad que la cantidad.
En este sentido, la institución también recomienda que se prime la ingesta de grasas poliinsaturadas -deberían suponer aproximadamente dos tercios del total de grasa ingerida- presentes en pescados azules, frutos secos, aceites vegetales y derivados como las margarinas, y que por el contrario únicamente se contemple un tercio de grasas saturadas, que se encuentran mayoritariamente en productos de origen animal. Entre las recomendaciones, también destaca la necesidad de reducir la ingesta de grasas trans al máximo, preferiblemente a menos del 1% del total.
Mayor control
Dentro de esta preocupación, varios organismos internacionales han centrado sus esfuerzos en conseguir un mayor control de las grasas trans dentro de la industria alimentaria.
Uno de ellos fue la Food and Drug Administration (FDA), que anunció la obligatoriedad de que este sector redujese en Estados Unidos la presencia de estas grasas en sus productos procesados a un nivel inferior al 2%, ofreciendo además un periodo de tres años a las empresas para adaptarse a este nuevo estado.
Por su parte, el British Medical Journal publicó hace algunas semanas un exhaustivo informe en el que se reiteraban los riesgos cardiovasculares de la ingesta de AGt, y en el que ponía de relieve la existencia de leyes restrictivas al respecto en algunos países.
Pero ahora, ha sido la Comisión Europea la encargada de elaborar un minucioso informe en el que se ha prestado especial atención a la presencia de estas grasas en los alimentos, descubriendo que al menos en el 77% de los productos de la Unión Europea se puede hallar hasta un 0,5% de este tipo de grasa.
Según este estudio, se concluye que un límite legal para las grasas trans de origen industrial sería la medida más efectiva en términos de salud pública.
La Comisión ha añadido también la necesidad de obtener mayor información, y es por ello que lanzará una consulta pública que le permitirá tener un análisis del impacto de la posible medida tanto entre los consumidores finales como entre la propia industria.
Modificaciones en los procesos productivos
Al hilo de estas recomendaciones y por la labor realizada previamente por otros organismos, varias compañías alimentarias llevan ya tiempo trabajando en este cambio, llevando a cabo modificaciones en sus procesos productivos con el fin de reducir al máximo la presencia de grasas trans en los alimentos, consiguiendo así que sus productos sean más saludables y previniendo en mayor medida el desarrollo de posibles episodios coronarios.
Y es que se calcula que en la actualidad, cerca de uno de cada siete varones y una de cada siete mujeres fallecen como resultado de alguna cardiopatía.
Tal es el caso de Unilever, una de las empresas pioneras en esta adaptación, ya que ya en los años 90 modificó los procesos de elaboración de uno de sus principales productos, la margarina, eliminando la hidrogenación parcial, responsable de la producción de estas grasas.
Además, en 2012, la compañía fue un paso más allá y cumplió uno de los objetivos prioritarios de su Plan de Sostenibilidad: la eliminación de las grasas trans procedentes de hidrogenación parcial del 100 por cien de los productos de la compañía.
Esfuerzos de la industria
Es en parte debido a los esfuerzos de la industria que, en la actualidad, la ingesta de AGt ha descendido a niveles inferiores al 1% de la ingesta calórica.
La Agencia Española de Consumo Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) ha señalado en varias ocasiones que, en base a los datos de la alimentación española y a los de los contenidos de AGt en los alimentos, la ingesta estimada es inferior al 0,7% del aporte calórico total.
Eso sí, a pesar del esfuerzo de la industria, la presencia de grasas trans en la alimentación no se debe exclusivamente a los procesos industriales, y es que se encuentran de manera natural en algunos alimentos de origen animal, como sucede con la carne de animales rumiantes, la leche, el queso o la mantequilla.
La evidencia científica demuestra que, tanto las grasas trans procedentes de los procesos productivos, como las presentes en los alimentos de manera natural repercuten negativamente y en igual medida sobre la salud del ser humano.
De hecho, en España la ingesta de esas grasas trans procedentes de alimentos de origen animal es hoy en día mayor que la procedente de alimentos que han sido procesados antes de su consumo, precisamente gracias a la reformulación ejercida por la industria alimentaria en los últimos años.
Diana Roig, responsable del área de nutrición de Instituto Flora