Deporte y Negocio

La gesta de Blaszczykowski: de la final de la Champions a salvar al Wisla Cracovia de las deudas y los ultras

  • El club llevaba años de pérdidas, estafas y tretas financieras de los radicales
  • Junto a dos socios ha puesto dinero para asegurar la licencia en Primera
  • Es el capitán del equipo y cobra el salario mínimo, que dona a los huérfanos
Jakub Blaszczykowski, durante uno de los partidos con el Wisla Cracovia. Foto: Cordon Press.

Adrián Arranz

En un mundo donde el fútbol representa un negocio que aglutina traspasos millonarios y sueldos estratosféricos, la historia de Jakub Blaszczykowski es uno de esos pequeños relatos que aún guarda algo de romanticismo con el deporte rey. Conocido como 'el pequeño Figo', este jugador ha pasado en seis años de jugar la final de la Champions League y ser uno de los buques insignias de la selección de Polonia (donde ha participado en un Mundial y dos Eurocopas) a renunciar a la élite y su sueldo para salvar al Wisla Cracovia, el equipo de sus amores que ahora le ha encumbrado como héroe ante las deudas, los ultras y las estafas económicas.

El 25 de mayo de 2013, mientras el estadio de Wembley acogía la final de la Champions League entre el Borussia Dortmund y el Bayern de Múnich, el Wisla Cracovia continuaba su mala racha de resultados desde que dos años antes ganase la que es, hasta ahora, su última Ekstraklasa (liga polaca). En el conjunto de Dortmund era titular Blaszczykowski, un interior que en 2007 se marchó de la cantera del Wisla para triunfar en el fútbol alemán. 'Kuba', como se le conoce cariñosamente en su país, solo había estado dos años en Cracovia, pero su amor fue tal por la ciudad que prometió volver algún día para retirarse al calor de su afición.

Aquella final que acabaría del lado de los bávaros significaría también el punto más alto del Dortmund de Klopp, un equipo plagado de talento joven que había asombrado a Europa tras conquistar dos Bundesligas. Dos años más tarde, el técnico germano diría adiós a su proyecto amarillo y Blaszczykowski saldría cedido a la Fiorentina como nuevo reto en su carrera. Mientras tanto en Polonia, el Wisla seguía cayendo y los rumores de la venta del club eran cada vez mayores.

El conjunto más laureado del país llevaba desde 1997 dirigido por Boguslaw Cupial, un empresario que hizo su fortuna tras la caída del comunismo con la empresa de telefonía Tele-Fonika. Desde su llegada a Cracovia, Cupial había dado ocho ligas a la ciudad, pero el fútbol moderno no entiende de historia y la decadencia del balompié polaco estaba arrasando a un Wisla con unos 18 millones de euros de pérdidas.

Como remedio a la crisis, Cupial vendió su propiedad a un empresario local y éste nuevo dueño dejó la dirección del equipo a TS Wisla, una organización de simpatizantes de Cracovia que ya mandaba sobre otros 12 conjuntos de la ciudad de distintos deportes. Sin embargo, el nuevo líder no tuvo dinero para hacer frente a los pagos del club y un mes después lo vendió por 1 zloty (alrededor de 23 céntimos) a los aficionados. Un cambio que lejos de aportar nuevas ideas, acabó por otorgar el control total a los ultras, en concreto a uno de los grupos más violentos de la Ekstraklasa: los Wisla Sharks (Tiburones del Wisla).

Esta venta a los aficionados, en diferido a los Sharks, acabó por dejar como líder al cabecilla de la banda, Pawel Michalski. Un ultra que pasó seis años en prisión por lanzar un cuchillo al futbolista Dino Baggio durante un Parma-Wisla de Copa de la UEFA. Con Michalski al mando del club, quien colocó a Marzena Sarapata como presidenta, el conjunto de Cracovia infló todas sus cuentas hasta convertirse en "un cajero automático" con sus amigos, según un reportaje del New York Times.

Paralelo a todo ello, Blaszczykowski ya había vuelto de la Serie A y sin sitio en el nuevo Dortmund acabó marchándose al Wolfsburgo, por cinco millones de euros, para emprender una nueva etapa en la Bundesliga.

Pero en el Wisla, equipo que durante la ocupación Nazi fue el conjunto de las aspiraciones polacas y con la llegada de la Unión Soviética se convirtió en el club favorito de los comunistas, ahora reinaban los ultras fascistas. Estos, más pendientes de sus propios actos que del bienestar de la plantilla, a la que se debían varios salarios, seguían protagonizando actos violentos contra sus rivales del KS Cracovia, contra el que disputan el conocido derbi de 'La Guerra Santa'. Sin embargo, una redada contra los grupos radicales sería la primera gota de salvación para el club.

La policía acusó a Michalski de liderar una banda criminal y comerciar con drogas. Pero éste, ante la detención de varios de sus compinches, huyó del país. A su vez, las autoridades de Cracovia convencieron a los organismos del fútbol polaco para que los premios económicos del club fueran directamente a las arcas municipales y así hacer frente a los impagos del alquiler del estadio Henryk Reyman, propiedad de la ciudad. Estas dos acciones, junto a los malos resultados económicos y deportivos, provocaron la desbandada de la directiva del Wisla y con la detención de su líder ultra en Italia, el conjunto buscó un nuevo propietario.

Tras una estafa de un supuesto empresario camboyano, 'Kuba' apareció junto a otros dos socios para asegurar la licencia del Wisla en Primera y evitar el descenso a cuarta división

El elegido fue Vanna Ly, un empresario camboyano que decía haber hecho inversiones en otros clubes europeos y que aseguraba que pagaría casi 3 millones de euros para hacerse con el 60% del Wisla y devolver al club y a la ciudad a la élite. Sin embargo, tras presenciar varios encuentros y firmar un contrato mediante el que el 40% restante sería parte de un grupo sueco, el 28 de diciembre de 2018, fecha límite para la inyección económica, Ly no dio señal ninguna, todo su rastro desapareció y los suecos dejaron claro que "era un estafador".

Así, el Wisla volvía a temer por sus estabilidad financiera, estaba amenazado con quedarse sin licencia para jugar en Primera División y los jugadores ya se planteaban buscar otro club donde seguir en activo. Pero en medio de este caos, Blaszczykowski terminó su contrato con el Wolfsburgo tras media temporada sin apenas disputar un encuentro completo y venir de otra campaña en la que arrastró varias lesiones. Un fin de su acuerdo con el club alemán que sería la mayor de las alegrías para Cracovia y celebrada en su Dortmund donde se hizo grande.

Al tanto de todo lo que estaba ocurriendo en el equipo del que salió en 2007, el polaco con más internacionalidades con la Selección (106, por las 104 de Lewandowski), decidió que era hora de poner punto y final a la crisis del Wisla. Junto a otros dos inversores, 'Kuba' hizo viable la participación del club hasta final de temporada (se calcula que él pagó unos 300.000 euros), se puso a entrenar con el resto de la plantilla y su mera presencia paró la sangría de traspasos así como reforzó el estado anímico de la afición, que se lanzó a comprar el 5% de las acciones que se pusieron a la venta.

El resultado, casi un millón de euros de ingresos en esas participaciones, el pago de las deudas en el vestuario y un nuevo proyecto que convenció a los organismos polacos para levantar el veto de inscribir nuevos jugadores.

De esta forma, durante el último mercado invernal han llegado 15 nuevos futbolistas, entre ellos el propio Blaszczykowski que en un primer momento se negó a cobrar sueldo alguno para así ayudar más a las cuentas del club. Sin embargo, las normas que obligan a percibir una cantidad han llevado al interior a firmar por el salario mínimo (alrededor de 116 euros mensuales, según el New York Times), que dona a huérfanos de la ciudad.

Ya asentado en el club con quien ha disputado, hasta la fecha, siete partidos, se ha erigido como capitán y ha marcado cuatro goles. El último en el duelo ante el gran rival del país, el Legia de Varsovia y donde los de Cracovia se han impuesto por un contundente 4-0. Un resultado muy celebrado en el Henryk Reyman por lo que ha supuesto deportivamente (el equipo marcha octavo en liga), pero más anímicamente.

El Wisla vuelve a respirar aires calmados, ahora se busca una inyección económica que impulse la estabilidad lograda y devuelva a la ciudad las gestas de antaño. Todo gracias al 'pequeño Figo', aquel interior polaco que salió para hacer historia por Europa y que ha cumplido su promesa de regresar. Pero no para retirarse, sino para salvar al club de sus amores.