Cataluña

Opinión: Catalanes en Madrid

    El abogado Juan Carlos Giménez-Salinas. Foto: Luis Moreno.

    Juan Carlos Giménez-Salinas

    Simplificando mucho, podríamos establecer dos grandes sectores en la población de Cataluña:

    Los primeros, aquellos que por razones familiares, profesionales, empresariales o ideológicas, entre las que incluyo las religiosas, a lo largo de su vida han mantenido un contacto permanente con instituciones, empresas o personas de cualquier parte de España y su relación ha sido intensa y prolongada.

    Los segundos, aquel sector de la población que debido a sus razones vitales no ha precisado jamás tener contacto con el resto de españoles y sus relaciones de amistad, familiares y profesionales han permanecido a lo largo de toda su vida en Cataluña.

    El primer sector de población, los catalanes conocedores del resto de España, en muchos casos se ha involucrado en los problemas comunes a todas las autonomías. En muchas ocasiones, incluso en beneficio propio y de Cataluña, ha participado en la toma de decisiones sobre temas comunes, sobre todo desde Madrid, y esta participación ha sido fecunda para Calaluña.

    En muchas ocasiones el pragmatismo de estos catalanes les ha hecho viajar de un modo permanente a la capital, ya que conocían su desviación centralista, la aceptaban y conseguían prebendas que desde Cataluña eran inalcanzables.

    A lo largo de nuestra historia reciente. muchos catalanes participaron y participan en los diferentes gobiernos y regímenes que ha tenido nuestro país. No han sido muchos, es cierto. Andaluces, aragoneses, gallegos y vascos han inundado Madrid acompañando y guiando los gobiernos en los que participaban y estas autonomías se han beneficiado por ello.

    Repasando nuestra historia reciente podríamos citar algunos nombres: Uno de los más relevantes de estos catalanes, a mediados del siglo XIX, fue Pi i Margall, nacido en el seno de una familia menestral que llegó a ser presidente del Gobierno de España, defensor de la República y de una España federal. El reusense Prim, militar y político monárquico que quiso instaurar una nueva dinastía, desterrando la borbónica, y su magnicidio frustró nuestra historia y su proyecto.

    Más tarde apareció la figura de Cambó, figura capital para el desarrollo económico de Cataluña a principios del siglo XX y valedor ante Madrid de los intereses de los catalanes y también de los suyos propios. Muchas iniciativas se consiguieron por su influencia, y el desarrollo de la electricidad fue una de ellas a través de La Canadiense, que originó unos de los mayores conflictos jurídicos del país a comienzos de la posguerra.

    Bertrán y Musitu llegó a ser ministro de Justicia con Alfonso XIII y desde allí defendió los intereses catalanes. Con velocidad de vértigo redactó la Ley de Suspensión de Pagos, vigente hasta hace veinte años, para así salvar de la quiebra al Banco de Barcelona, en el que la burguesía catalana había depositado todos sus ahorros.

    En los inicios de la dictadura franquista, aparece Demetrio Carceller, que participa en uno de los primeros gobiernos después de la guerra civil, posteriormente Juan Sardá Dexeus, el economista que confeccionó el Plan de Estabilización a finales de los años cincuenta del siglo pasado y que gracias a él y las habilidades diplomáticas de Ullastres, conseguimos entrar en el Mercado Común Europeo impulsando el desarrollo del país.

    Gual Villabí, catedrático de económicas y presidente de Foment, procurador en Cortes y ministro sin cartera en los años sesenta del siglo pasado. militaba en la Lliga de Cambó, así como Pedro Cortina Mauri, ministro de Asuntos Exteriores con Franco, y los Valls Taberner, banqueros instalados en Madrid.

    López Rodó, quien mejoró la administración del país en su época de ministro. Los alcaldes de Barcelona, Miguel Mateu, industrial, que presidió la alcaldía finalizada la guerra civil, y el notario Josep María Porcioles, ambos en diferentes épocas, hablaban por teléfono con Franco dada su buena relación con el dictador.

    A lo largo de los años más cercanos, figuras catalanas con gran influencia en el gobierno central fueron Ferrer Salat, fundador de la CEOE y primer presidente; Vilarasau, director de La Caixa que sentó las bases para posibilitar que su continuador y hábil emprendedor, Isidre Fainé, respetado allí donde va, transformara la antigua caja de ahorros catalana en un gran banco.

    Otra figura que nos trajo el gas de Argelia, hoy tan codiciado, fue Duran Farrell, presidente y primer ejecutivo de Catalana de Gas, quien consiguió con habilidad, inteligencia y tesón todo lo que se propuso.

    En nuestra historia reciente, políticos tales como Jordi Pujol, Roca Junyent, Trias de Bes, Pascual Maragall y Joaquim Molins, entre otros, asumieron, desde el nacionalismo catalán, colaborar con los diferentes gobiernos de Madrid para conseguir mejorar las instituciones y empresas. Comprendieron que se avanzaba con mayor celeridad si se buscaba el entendimiento.

    Otros, desde diferentes plataformas, prestaron su apoyo a gobiernos centrales haciéndoles comprender una forma de hacer catalana, como fueron Josep Piqué en el gobierno de Aznar y Josep Borrell desde la izquierda.

    Los últimos diez años, con la llegada del procés, se rompieron los puentes y cualquier catalán que pretendiera influir en Madrid era considerado un traidor en Cataluña. Pasemos por alto este último período por ser de sobras conocido y contemplemos el día de hoy. Cataluña carece de interlocutores potentes en Madrid. Ni los políticos ni los empresarios han iniciado una real vía de dialogo y han carecido de ambición, o bien el ambiente político en ambas partes no ha propiciado este diálogo y la búsqueda de soluciones válidas para el futuro inmediato.

    Hoy se alumbra un nuevo fenómeno para el que, por ser reciente, carecemos de perspectiva. Es la llegada a Madrid desde Catalunya de jóvenes de ambos sexos excelentemente preparados que se incorporan a grandes empresas y proyectan a medio plazo establecerse en Madrid, donde han encontrado muchas y mejores oportunidades que en nuestra tierra.

    Este fenómeno juvenil, a medio plazo, es posible que pueda de nuevo restablecer los puentes derruidos, pero es demasiado pronto para confirmarlo. Podría también ocurrir, y esto no sería bueno para Cataluña, que se establecieran definitivamente y no ambicionaran regresar, colaborando con ello de un modo imperceptible al empequeñecimiento de nuestro país.

    Confiemos en que se cumpla la primera opción, y se restablezcan los puentes de relación en beneficio de Cataluña y del conjunto de España.