Cataluña

Ya no es el Gobierno: la gestión de Torra lleva al descontrol de la pandemia en Cataluña

  • La mala gestión de la pandemia obliga a la Generalitat a echar el freno a la vuelta a la normalidad
  • Las discrepancias de la coalición del 'Govern' se han trasladado al ámbito de la Salud
  • La desescalada se aceleró sin tener en cuenta que se masificarían las reuniones sociales
El presidente de la Generalitat Quim Torra. L.M.

María Teresa Coca
Barcelona,

La situación de la pandemia se ha descontrolado en Cataluña en tan solo unas pocas semanas después de que se levantara el estado de alarma y las autonomías recuperaran las competencias en Salud para gestionar los efectos del coronavirus.

Los supuestos errores en este cometido que el presidente de la Generalitat Quim Torra iba atribuyendo sistemáticamente al Gobierno durante los primeros meses de la pandemia, ahora son muestran de su mala gestión.

Cataluña ha tenido que echar el freno a la vuelta a la normalidad. En tan solo siete días el Govern ha tenido que limitar la movilidad y las relaciones sociales en la comarca del Segrià en la provincia de Lleida (incluida su capital), en L'Hospitalet de Llobregat (la segunda ciudad más poblada) y en Barcelona y la zona sur del área metropolitana.

El repunte de brotes de coronavirus ya ha pasado a ser por transmisión comunitaria, es decir, que no son casos importados y se ha perdido el rastro de la cadena de transmisión. Lo que reafirma las advertencias que han llegado desde muchos ámbitos: el sistema de rastreo ha tenido problemas serios para realizar el seguimiento de contactos. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lo puso de manifiesto: la Generalitat "llegó tarde" a Lleida y al área metropolitana.

Escasa prevención

La falta de una política preventiva le ha valido al presidente catalán múltiples críticas desde todos los ámbitos, incluida la Cambra de Comerç de Barcelona, ahora en manos de uno de los principales valedores del proceso independentista, el empresario Joan Canadell. Y también las de las patronales Foment del Treball y Pimec que han pedido reiteradamente que se refuercen las medidas de detección y seguimiento de los contagiados para contener la infección para que la repercusión sanitaria y económica sea menor.

El contrato que se hizo a una filial de Ferrovial para hacer el seguimiento de los contactos de positivos no ha sido suficiente y ha generado discrepancias en el Govern.

Mensajes contradictorios

Unas desavenencias entre JuntsxCat y ERC -en coalición en el gobierno- que se han acrecentado y apoderado del ámbito de la Salud evidenciando que este departamento está en manos de los republicanos con Alba Vergés al frente. Sus constantes actuaciones dubitativas en nada han ayudado al control de posibles rebrotes, como así ha quedado demostrado.

Las decisiones a última hora, casi improvisadas, han generado gran confusión en la población, como ocurrió en Lleida donde las primeras restricciones se anunciaron un sábado cuando pocas horas antes en rueda de prensa se afirmaba que todo estaba bajo control. O en Barcelona, un viernes del mes de julio, pidiendo a la población que no acudiera a las segundas residencias. Decisiones con poca antelación y escasa concreción.

Como la tardanza, también, en asumir desde Salud la gestión de las residencias geriátricas que en la Generalitat dependen del departamento de Asuntos Sociales y que no detectó a tiempo que la mortalidad se estaba disparando por la falta de recursos humanos en los centros de ancianos.

El desacierto también se ha trasladado al mundo académico por las seguidas rectificaciones que está haciendo el conseller de Educación, Josep Bargalló, respecto a las ratios de alumnos con que deberá iniciarse el próximo curso escolar.

Dimisiones en Salud

Mientras, el departamento de Salud suma bajas de profesionales de primera línea. La más reciente la del jefe del Gabinete Técnico, Josep Ramon Morera, que se añade a la del director de la Agència de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya, el doctor César Velasco Muñoz y tercera, y más importante, la dimisión por motivos de salud a finales de mayo del secretario de Salut Pública, Joan Guix.

En este último recayó en un principio la coordinación del control de la pandemia cuando ésta se declaró a finales de febrero, y Salud actuaba con diligencia y mensajes claros hacia la población.

Las tesis de Mitjà

Pero el presidente Torra se arrimó más a las tesis del infectólogo Oriol Mitjà para que dibujará las fases del desconfinamiento argumentando que el Ministerio de Sanidad no actuaba adecuadamente. Pero pronto tuvo que echar marcha atrás en aspectos como de crear un pasaporte o acreditación inmunitaria individual que el propio Mitjà admitió posteriormente que era viable técnicamente pero no de poner en práctica. Con las ansias de tomar el mando de la desescalada, el Govern se apresuró a sumir toda Cataluña en la fase 3 acelerando el proceso de manera que Barcelona y su área metropolitana y saltando a la 'nueva normalidad' en escasos pocos días. La necesidad de que la economía recuperara ritmo fue más prioritario que meditar cómo podría afectar la medida -que coincidió con el levantamiento del estado de alarma- tomada el fin de semana previo a la festividad de Sant Joan, cuando es tradición celebrar la verbena. De poco sirvieron las medidas específicas sobre el uso de mascarillas, la movilidad y el protocolo de autoaislamiento de casos positivos. La falta de determinación fue tal que la decisión sobre el cierre de las playas se dejó en manos de cada uno de los ayuntamientos, en lugar de dictaminar una decisión gubernamental generalizada.

Pero eso tampoco funcionó cuando sí se quiso hacer bien. A finales de mayo se decretó que el uso de las mascarillas sería obligatorio en los espacios públicos, con un reproche al Gobierno por no haberlo implantado. Un mes antes se anunció la compra masiva de mascarillas para su entrega sin coste, una por persona, y para su posterior venta en farmacias a precios asequibles. La primera semana no hubo el estoc necesario, únicamente se pudieron entregar 100.000 unidades.